Lucas 8, 19-21

"Mi madre y mis hermanos son éstos" 

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo   

    

A primera vista pueden resultarnos duras y un tanto despectivas para su familia las palabras de Jesús. Y lo único, que hace Jesús, es hablar claro: el valor central de su Reino no va a estar en los lazos de sangre.

Por eso, cuando se dirige a la muchedumbre, que lo escucha y alguien se acerca a él para decirle al oído que han venido su madre y sus hermanos y que quieren verlo, pronuncia Jesús aquellas palabras en verdad lapidarias: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen".

 De ahí que no va a admitir que ni los maestros del la Ley ni sus propios familiares  lo encierren en el en el círculo de la tradición familiar. De aquí en adelante, ser parte de la familia de Jesús consiste en compartir su proyecto de vida: liberar de la esclavitud a los marginados de la historia. Aclaremos todo esto:

 Aunque nos parezca chocante el Evangelio nos da luz con la respuesta de Jesús a su madre y hermanos.

De nada sirven los vínculos familiares de carne y sangre, si en las actitudes vitales estamos lejos de Jesús.

 Y Jesús no da esta respuesta, ni por rebeldía adolescente, ni por falta de cariño o afecto, sino por el rechazo, que recibe de los otros familiares suyos.

 Pertenecer a la familia de Jesús no nos llena de privilegios, pero sí nos compromete a hacer nuestra la voluntad del Padre con una mayor coherencia en la vida y a seguir el único camino, que nos acerca a El.

 Y así, con estas palabras, nos descubre Jesús el corazón de su Padre, lleno de misericordia y que nos pide solidaridad con los más pobres del mundo. Y sólo así configuramos el círculo familiar de Jesús.

 Los nuevos hermanos de Jesús vinieron de fuera y no aceptaron de corazón la universalidad del Evangelio.

En Jesús, Dios nos invita a constituir una familia nueva con cuantos asuman en la vida Su Causa: salvaguardando la naturaleza, defendiendo los derechos humanos, proclamando la justicia y construyendo la paz. Entonces, y sólo entonces, reinarán el amor y la libertad en la nueva familia de los hijos de Dios.