Marcos 6, 1-6

"No desprecian a un profeta más que en su tierra"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo  

 

1) Se da con frecuencia en nosotros desconfianza:

-de los que "no conocemos". no nos fiamos de ellos, porque no sabemos quiénes son.
-de los que "conocemos": tampoco nos fiamos, porque sabemos demasiado de ellos.

2) Aparecen ante nosotros personas que:
-nos plantean nuevas perspectivas;
-nos convocan a la esperanza;
-nos invitan a cambiar;
-nos descubren caminos equivocados o engaños en los que hemos caído.

3) Nuestra reacción inmediata: desconfiamos, no les damos crédito, intentamos acallar su voz.
Cuanto más nos toca y es más cercano a nosotros, más fuerte es nuestra reacción en contra.
"Y desconfiaban de él". Jesús les decía: "No desprecian a un profeta más que en su tierra".

4) Nos conocemos demasiado. O así lo aseguramos y lo creemos. Decimos que "nos las sabemos todas".Sabemos de cada uno: de dónde viene, cómo piensa, qué ideas tiene, cuál es su opción partidista, de qué pie cojea, etc. Así, cuando alguien -según nosotros- se sale del puesto, que le hemos asignado, nos preguntamos:"¿Con qué intenciones vendrá éste?" "¿Qué sabiduría y autoridad cree tener?" "¿Quién le ha dado vela en este entierro?"

4) Nos cuesta reconocer el Espíritu en el otro. Así nos incapacitamos para descubrir la presencia y la acción de Dios entre nosotros.
"Al que destaca, palo!", decimos. Y nos hacemos sordos a la voz del Espíritu. Y no aprovechamos ni siquiera nuestros valores para construir la comunidad. Por eso hay tan pocos profetas. Y, cuando  surge alguno, no paramos hasta crucificarle.

Y nos hacemos un gran daño. Dios y su Espíritu siguen presentes a través de los Signos de los tiempos, en la vida y en la voz de nuestros hermanos. ¿Cómo vamos a escuchar su voz si cerramos los cauces por los que llegan a nosotros?
¿No será que nos falta una fe auténtica y que seguimos esperando obras maravillosas por parte de Dios? Así no descubrimos su presencia sencilla en el otro. En cada uno de ellos puede darse la acción del Espíritu. Así de simple.¿Qué nos impide reconocerlo?