Mateo 8, 23-27

¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo  

 

Seguramente el evangelio de hoy, más que entenderlo como hecho histórico, lo tenemos que ver en clave simbólica. Y así debemos ver como simbólica la tempestad calmada de la que se nos habla. Esforzarnos, entonces, en ver todo este pasaje como relato simbólico y no como hecho histórico. Por ello, las circunstancias enumeradas tampoco responden a una realidad.

No podemos imaginarnos a un Jesús tranquilo, dormido en medio de la tempestad. ¿No le molestaría a Jesús el ruido del viento fuerte, impetuoso? ¿Tampoco le molestaría el vaivén, que provoca el movimiento peligroso de la barca, empujada por las olas?

El sueño de Jesús es, igualmente, simbólico. Nos muestra la falta de sintonía, de entendimiento, que todavía se da entre Jesús y sus discípulos. No son capaces de comprender, de aceptar, el camino radical del seguimiento con la entrega de la propia vida y por amor a los demás.

Unos versículos antes les manda Jesús pasar con la barca a la otra orilla, habitada por paganos.

También esta travesía es simbólica. El pueblo de Israel cree que los paganos no son sujetos de salvación. Y Jesús no acepta este privilegio ni esta superioridad, que cree tener Israel. El Dios, que anuncia Jesús, es Padre de todos los pueblos, que quiere unir a la humanidad dividida. Para eso, es necesario salir de Israel y pasar a la otra orilla y llegar a todos los pueblos. Así lo ordena a sus discípulos. Y así lo hacen.

Los discípulos no entienden a Jesús. Les costará mucho tiempo más. Produce en ellos una gran convulsión, descrita simbólicamente como tempestad. Pareciera que en la barca no caben tantos y temen que se hunda. Tienen miedo y acuden a Jesús pidiendo ayuda. Jesús les llama cobardes y de poca fe. Tendrán que calmar ellos con el tiempo su viento/espíritu exclusivista, que les impide llegar a la otra orilla, a los paganos, para anunciarles, también a ellos que el Dios de Jesús
es de todos. Por eso, en cuanto llegan a la otra orilla Jesús cura a dos endemoniados, que tienen una legión de demonios, símbolo del mundo pagano.

También nos cuesta a nosotros ver al otro a nuestro nivel. Nos exige: salir de nuestra tierra, enterrar nuestras ideologías y ofrecer, anunciar la liberación de Jesús a todos, especialmente a los excluidos de la sociedad.