Marcos 3, 7-12

"Tú eres el Hijo de Dios"

Autor: Padre Juan José Palomino del Alamo  

 

En tiempo de Jesús, estar enfermo equivalía a ser tenido como un endemoniado y, por tanto, separado de Dios por su impureza. Así los pobres, al no disponer de recursos, seguían enfermos e impuros.

¿Qué hace Jesús? Destruir esas distancias sacando a los impuros de su situación de impureza, curándoles. 

Así les devuelve la libertad y pueden integrarse en la sociedad. Pero, al mismo tiempo, esto le convierte en un tipo peligroso para las autoridades al considerar iguales a puros e impuros, afectando así la estabilidad de la religión judía.

Otro peligro: Todos los impuros -para los judíos, separados de Dios- deben ser curados. Y corren el peligro de que su curación afecte sólo a la enfermedad exterior (física, del cuerpo) y no llegue al interior. 

Entonces, como no se da el cambio interior, surge el triunfalismo fanático, que consiste sólo en declarar a Jesús Hijo de Dios, pero asociándolo sólo a la fama o al poder terrenal.

Jesús no quiere que le descubran así, como Mesías triunfalista y poderoso, pues "su entrega al hombre" la hace sin vanidad, sin buscar honores, sino silenciosamente. Importante el silencio para no caer en el orgullo. 

Es éste el camino, que nos señala, a los que decimos seguirle. Daremos así la vida por una solidaridad efectiva con enfermos, pobres y excluidos. Y no caeremos en un mesianismo de prestigio, ventajismo o, incluso, poder. Porque el camino de Jesús pasa por la cruz solidaria, llevada con amor y llena de esperanza 
en el cambio a mejor para todos.

Y un aviso: No convirtamos el domingo, que es día de gracia y de encuentro con la comunidad y con el Señor, en un día de aburrimiento, incomunicación y pérdida de tiempo. 

Y un peligro: Hacer nuestra la "liturgia sagrada" del sistema económico, que consiste en la visita a los grandes Centros Comerciales para satisfacer nuestras ansias del consumir, cayendo así en las alienaciones, idolatrías del sistema.