Jueves Santo en la Cena del Señor

Jn 13,1-15: Participación de la vida del Hijo

Autor: SS. Juan Pablo II

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse

 

 

(Ex 12,1-8.11-14) "El cordero será sin mancha, macho, de un año"
(1 Cor 11,23-26) "Tomad y comed, éste es mi Cuerpo"
(Jn 13,1-15) "Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin"

En la Misa “in coena Domini”, Jueves Santo, en San Juan de Letrán (16-IV-1992)

---Participación de la vida del Hijo
---Anuncio de la salvación
---Alimento para sostener la vida

---Participación de la vida del Hijo

“El que coma vivirá por mí” (Jn 6,57).

Jesús pronunció estas palabras cerca de Cafarnaum, después de la multiplicación milagrosa de los panes.

La hora de la última cena. El “mandato” que viene del Padre se acerca a su cumplimiento. El “mandato” de la verdad: el Evangelio. El “mandato” de la vida. La vida, que está en Cristo, es la unidad del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. El hijo vive “mediante el Padre”. Vive “por el Padre”. Esta vida se ha hecho carne. Se ha convertido en la comunión del hombre con Cristo, Hijo del hombre. Para realizar la misión del Padre es necesario que esta vida -vida del Hijo- sea participada a los hombres: “El que coma vivirá por mí”.

La hora de la última cena. Ha llegado el tiempo de la revelación. Ha llegado el tiempo del discernimiento. El tiempo de la Pascua. En ella se cumplirá hasta el fondo el “mandato” que el Hijo ha recibido del Padre.

Los discípulos tienen ante los ojos del alma la primera pascua: el éxodo. El pueblo de Dios, por medio de la fuerza de Yahvé, había salido de Egipto. Esto había acaecido tras la muerte de todos los primogénitos de la tierra de Egipto. Aquella muerte había conmocionado al faraón y a su pueblo.

---Anuncio de la salvación

Pero al mismo tiempo, la muerte del Cordero sin defecto había sido un signo de salvación. Se habían salvado los hijos de Israel y habían podido, libres, dejar la condición de la esclavitud.

Todos tienen en la memoria aquella primera pascua: Jesús y los Apóstoles.

Aquella pascua era un anuncio. Era una “figura”. He aquí que ha llegado el tiempo del cumplimiento del anuncio.

Ha llegado el tiempo de la realidad, que es el cumplimiento de la “figura”.

El Hijo ha sido enviado por el Padre a fin de que se cumpla en Él el misterio del cordero sin defecto, cuya sangre libera: libera de la muerte. La muerte del alma es el pecado. El rechazo de Dios es la muerte del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios mismo.

Opuesta a esta muerte es la vida que viene de Dios.

La última cena es un “tomar comida”. Comieron el cordero las hijas y los hijos de Israel antes de salir de Egipto. Este “tomar comida” ha quedado como la mayor fiesta de la antigua Alianza.

La comida sirve para sostener la vida mortal. Para introducirnos en el misterio de la vida inmortal que viene de Dios: Jesús toma el pan y el vino. Lo da a los discípulos. Dice: Tomad y comed... tomad y bebed (cfr. Mt 26,26-27).

Precisamente en este momento se cumple el anuncio eucarístico que había suscitado tantas dificultades entre los oyentes de las palabras de Jesús cerca de Cafarnaum: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” (Jn 6,52).

Cristo dice a los Apóstoles: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros... Éste es el cáliz de mi sangre... derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados” (cfr. 1 Cor 11,24-25).

“Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor, hasta que venga” (1 Cor 11,26).

---Alimento para sostener la vida

El pan y el vino, la comida y la bebida, son indispensables para sostener la vida mortal. La muerte de Cristo -Cordero que quita el pecado del mundo- es indispensable para alcanzar la vida inmortal. Esta vida viene de Dios. Es el don de la redención de Cristo.

Al recibir este don, demos gracias. Una gracia especial, porque este don es el más grande. Por eso, el sacramento de la última cena se llama Eucaristía.

Desde este momento, desde el momento de la institución, vivimos de cumplimiento.

Cristo ha cumplido el anuncio eucarístico. Él -enviado por el Padre- tiene la plenitud de la vida “por el Padre”.

Nosotros, que comemos su carne, vivimos “por Él”.

Todo esto tuvo su comienzo en el cenáculo de Jerusalén en víspera de la Pascua, cuando Jesús, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13,1).

“Hasta el extremo”: en el cuerpo “entregado”, en la sangre “derramada”, es el testimonio supremo del amor de Cristo que, muriendo por nosotros, nos ha dado la posibilidad de vivir por Él y -en Él- por el Padre.