Solemnidad. La Asunción de la Santísima Virgen María
San Lucas 1, 39, 56:
María, Inmaculada. Esperanza para el cristiano que lucha

Autor: SS. Juan Pablo II

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse 

 

Homilía en la parroquia de Castelgandolfo (15-VIII-1980)

--- Coronación de la llena de gracia
--- Cristo glorifica a su Madre
--- María, Inmaculada. Esperanza para el cristiano que lucha

--- Coronación de la llena de gracia

Verdaderamente, resultaría difícil encontrar un momento en que María hubiera podido pronunciar con mayor arrebato las palabras pronunciadas una vez después de la Anunciación, cuando hecha Madre virginal del Hijo de Dios, visitó la casa de Zacarías para atender a Isabel:

“Mi alma engrandece al Señor.../ porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso,/ cuyo nombre es santo” (Lc 46,49).

Si estas palabras tuvieron su motivo, pleno y superabundante, sobre la boca de María cuando Ella, Inmaculada, se convirtió en Madre del Verbo Eterno, hoy alcanzan la cumbre definitiva. María que, gracias a su fe (realzada por Isabel) entró en aquel momento, todavía bajo el velo del misterio, en el tabernáculo de la Santísima Trinidad, hoy entra en la Morada eterna, en plena intimidad con el Padre, con el Hijo y con el Espíritu Santo, en la visión beatífica, “cara a cara”. Y esa visión, como inagotable fuente del amor perfecto, colma todo su ser con la plenitud de la gloria y de la felicidad. Así, pues, la Asunción es, al mismo tiempo, el “coronamiento” de la fe que Ella, “llena de gracia”, demostró durante la Anunciación y que Isabel, su pariente, subrayó y exaltó durante la Visitación.

--- Cristo glorifica a su Madre

Verdaderamente podemos repetir hoy, siguiendo el Apocalipsis: “Se abrió el templo de Dios que está en el cielo, y dejose ver el arca del Testamento en su templo... Oí una gran voz en el cielo que decía: ‘Ahora llega la salvación, el poder el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo’ “ (Ap 11,19; 12,10).

El Reino de Dios en aquella que siempre deseó ser solamente “la esclava del Señor”. La potencia de su Ungido, es decir, de Cristo, la potencia del amor que Él trajo sobre la tierra como un fuego (cfr. Lc 12,49); la potencia revelada en la glorificación de la que, mediante su “fiat”, le hizo posible venir a esta tierra, hacerse hombre; la potencia revelada en la glorificación de la Inmaculada, en la glorificación de su propia Madre.

"Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron. Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicias; luego los de Cristo en su Venida" (1 Cor 15,20-23).

La asunción de María es un especial don del Resucitado a su Madre. Si, en efecto, “los que son de Cristo”, recibirán la vida “cuando el venga”, he aquí que es justo y comprensible que esa participación en la victoria sobre la muerte sea experimentada en primer lugar por Ella, la Madre; Ella, que es “de Cristo”, de modo más pleno, ya que, efectivamente, Él pertenece a Ella, como el hijo a la madre. Y Ella pertenece a Él; es, en modo especial, “de Cristo”, porque fue amada y redimida de forma totalmente singular. La que, en su propia concepción humana, fue Inmaculada -es decir, libre de pecado, cuya consecuencia es la muerte-, por el mismo hecho, ¿no debía ser libre de la muerte, que es consecuencia del pecado? Esa “venida” de Cristo, de que habla el Apóstol en la segunda lectura de hoy, ¿no “debía” acaso cumplirse, en este único caso de modo excepcional, por decirlo así, “inmediatamente”, es decir, en el momento de la conclusión de la vida terrestre? ¿Para Ella, repito, en la cual se había cumplido su primera “venida” en Nazaret y en la noche de Belén? De ahí que ese final de la vida que para todos los hombres es la muerte, en el caso de María la Tradición lo llama más bien dormición.

--- María, Inmaculada. Esperanza para el cristiano que lucha

“Assumpta est María in caelum, gaudent Angeli! Et gaudet Ecclesia!”.

Para nosotros la solemnidad de hoy es como una continuación de la Pascua; de la Resurrección y de la Ascensión del Señor. Y es, al mismo tiempo, el signo y la fuente de la esperanza de la vida eterna y de la futura resurrección. Acerca de ese signo leemos en el Apocalipsis de San Juan:

“Y fue vista en el cielo una señal grande: una mujer envuelta en el sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap.12,1).

Y aunque nuestra vida sobre la tierra se desarrolle, constantemente, en la tensión de esa lucha entre el Dragón y la Mujer, del que habla el mismo libro de la Sagrada Escritura; aunque estemos diariamente sometidos a la lucha entre el bien y el mal, en la que el hombre participa desde el pecado original, es decir, desde el día en que comió “del árbol del conocimiento del bien y del mal”, como leemos en el libro del Génesis (2,17; 3,12); aunque esa lucha adquiera a veces formas peligrosas y espantosas, sin embargo, ese signo de la esperanza permanece y se renueva constantemente en la fe de la Iglesia.

Y la festividad de hoy nos permite mirar ese signo, el gran signo de la economía divina de la salvación, confiadamente y con alegría mucho mayor.

Nos permite esperar ese signo de victoria, de no sucumbir, en definitiva, al mal y al pecado, en espera del día en que todo será cumplido por Aquel que trajo la victoria sobre la muerte: el Hijo de María. Entonces Él “entregará a Dios Padre el Reino, cuando haya destruido todo principado, toda potestad y todo poder” (1 Cor 15,24) y pondrá todos los enemigos bajo sus pies y aniquilará, como último enemigo, a la muerte (cfr. 1 Cor 15,25).

¡Participemos con alegría en la Eucaristía de hoy! Recibamos con confianza el Cuerpo de Cristo, acordándonos de sus palabras: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré en el último día” (Jn 6,54).

Veneremos hoy a la que dio a Cristo nuestro cuerpo humano: la Inmaculada y Asunta al cielo, ¡que es la Esposa del Espíritu Santo y nuestra Madre!