XXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 13, 22-30: El Sermón de la montaña. El amor salvaAutor: SS. Juan Pablo II
Fuente: almudi.org (con permiso) suscribirse
Homilía en el Centro “San Pablo”, de Castelgandolfo
(24-VIII-1980)
--- Elegir el bien. Llamada a la salvación
--- Lucha vigorosa. Observar la ley moral
--- El Sermón de la montaña. El amor salva
--- Elegir el bien. Llamada a la salvación
En el Evangelio Jesús recuerda que todos estamos llamados a la
salvación y a vivir con Dios, porque frente a la salvación no hay personas
privilegiadas. Todos deben pasar por la puerta estrecha de la renuncia y de la
donación de sí mismos. La lectura profética expone con vivas imágenes el
designio que Dios tiene de recoger en la unidad a todos los hombres para
hacerles partícipes de su gloria. La extraída del Nuevo Testamento exhorta a
soportar las pruebas como purificación procedente de las manos de Dios, “porque
el Señor, a quien ama, le reprende” (Hb 12,6; Prov 3,12). Pero los motivos de
esas dos lecturas puede decirse que se hallan concentrados en el pasaje del
Evangelio.
--- Lucha vigorosa. Observar la ley moral
La interrogación en torno al problema fundamental de la existencia:
“Señor, ¿son pocos los que se salvan?” (Lc 13,23), no nos puede dejar
indiferentes. A esa pregunta, Jesús no responde directamente, sino que exhorta a
la seriedad de los propósitos y de las decisiones: “Esforzaos a entrar por la
puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no
podrán” (Lc 13,24). El grave problema adquiere en los labios de Jesús una
perspectiva personal, moral, ascética. Jesús afirma con vigor que el conseguir
la salvación requiere sufrimiento y lucha. Para entrar por esa puerta estrecha,
es necesario, como dice literalmente el texto griego, “agonizar”, es decir,
luchar vigorosamente con todas las fuerzas, sin pausa y con firmeza de
orientación. El texto paralelo de Mateo parece todavía más categórico. Entrad
por la puerta, estrecha, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que
lleva a la perdición y son muchos los que por ella entran. ¡Qué estrecha es la
puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida y cuán pocos los que dan con
ella!” (Mt 7,13-14).
--- El Sermón de la montaña. El amor salva
La puerta estrecha es, ante todo, la aceptación humilde, en la fe pura
y en la confianza serena, de la Palabra de Dios, de sus perspectivas sobre
nuestras personas, y sobre el mundo y sobre la historia; es la observancia de la
ley moral, como manifestación de la voluntad de Dios, en vista de un bien
superior el que realiza nuestra verdadera felicidad; es la aceptación del
sufrimiento como medio de expiación y de redención, para sí y para los demás, y
como expresión suprema del amor; la puerta estrecha es, en una palabra, la
aceptación de la mentalidad evangélica, que encuentra en el sermón de la montaña
su más pura explicación.
Es necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar
por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se
salvará” (Jn 10,9). Para salvarse, hay que tomar como Él nuestra cruz, negarnos
a nosotros mismos en las aspiraciones contrarias al ideal evangélico y seguirle
en su camino: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome
cada día su cruz y sígame” (Lc 9,23).
Es el amor lo que salva, el amor que, ya en la tierra, es felicidad interior
para quien se olvida de sí mismo y se entrega en los más diferentes modos: en la
mansedumbre, en la paciencia, en la justicia, en el sufrimiento y en el llanto.
¿Puede el camino parecer áspero y difícil, puede la puerta aparecer demasiado
estrecha? Como dije ya al principio, semejante perspectivas supera las fuerzas
humanas, pero la oración perseverante, la confiada súplica, el íntimo deseo de
cumplir la voluntad de Dios, conseguirán de nosotros que amemos lo que Él manda.