XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
San Lucas 18,9-14:
El designio divino de salvación universal

Autor: SS. Juan Pablo II

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse 

 

Homilía en la basílica de S. Pablo Extramuros (23-X-1983)

--- El designio divino de salvación universal
--- La acción misionera de la Iglesia: requiere "batalla"
--- La acción misionera de la Iglesia: dirigida, preferentemente, a "los pobres"

--- El designio divino de salvación universal

"Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla" (Mt 11,25).

Deseamos "bendecir" al padre por la revelación de los misterios divinos, por el designio divino de la salvación del hombre y del mundo: "cosas que ha revelado a la gente sencilla".

De todos los Apóstoles del Señor, fue Pablo de Tarso quien convirtió en misión universal la revelación recibida ante las murallas de Damasco, la convirtió en una gran obra misionera según escribe él mismo en la Carta a Timoteo: "Para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles" (2 Tim 4,17). Al acercarnos a las Cartas paulinas descubrimos de modo nuevo la honda verdad de las palabras de Cristo cuando ordenó a los Apóstoles con la potencia de la cruz y resurrección: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19).

--- La acción misionera de la Iglesia: requiere "batalla"

"He combatido bien la batalla" (2 Tim 4,7), nos ha dicho el mismo Pablo en la segunda lectura. ¿Cómo no descubrir en estas palabras un santo orgullo por haber cumplido el mandato misionero? Este aspecto "batallador" de la acción misionera se ha de entender bien, claro está; pero no hay duda de que debe formar parte esencial de la misma. Batalla espiritual que es preciso luchar con habilidad y valentía, dispuestos al sacrificio, hasta conseguir la victoria. ¿Qué victoria? La liberación de las almas por la Sangre de Cristo.

Es batalla en favor de las personas que todavía están lejos de la luz de Cristo; por tanto batalla cuyo móvil es el amor a quien está aún prisionero del error, la miseria, el mal.

Al ejemplo estimulante de Pablo se añade la voz apremiante de los pobres desconocedores del anuncio evangélico; a ellos debemos la palabra de salvación (cfr. Rom 1,14), del Evangelio que es poder de Dios para salvación de todo el que cree (cfr. Rom 1,16).

--- La acción misionera de la Iglesia: dirigida, preferentemente, a "los pobres"

"
Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha" (Sal 33/34, 7a), proclama el estribillo del Salmo responsorial. Porque "los gritos de los pobres atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa" (Sir 35,21).

Pero los pobres claman también a nosotros. Dios les escucha. ¡Escuchémosle igualmente nosotros! Y a ellos pertenece la "Buena Noticia". Nosotros la hemos recibido: debemos transmitirla a ellos, a los hambrientos de verdad, justicia y paz. Debemos hacerles llegar el verdadero significado de la vida donde se encuentren.

Y el esclarecimiento mejor de esta verdad se encuentra en el Evangelio de hoy, en la parábola del fariseo y el publicano. La "pobreza de espíritu" aquí es sinónimo de apertura interior a la luz y acción de Dios, al don de la salvación que llega al alma del hombre mediante la potencia de la cruz de Cristo por obra del Espíritu Santo.

A continuación llega también la misma justificación ante Dios, que obtuvo precisamente el publicano de la parábola de hoy, no el fariseo.

Aquí están, por tanto, las raíces más hondas de la misión salvífica de la Iglesia, y de ellas brota la obra misionera. Participa en esta misión la "Iglesia de los pobres", cuyo primer modelo es la Madre de Cristo y Reina de los Apóstoles. Pues en ella se hizo "pobre" el Hijo eterno de Dios e Hijo de María, que la enriquece infinitamente. Esta obra transmite sin cesar a los hombres y a los pueblos la pobreza que enriquece universalmente, pobreza que "revela" y transmite a la "gente sencilla" el Padre, Señor del cielo y de la tierra.

La obra de la Iglesia busca apoyo continuo en la oración, que es el más potente de todos los "medios de los pobres" del reino de Dios: "Los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa" (Sir 35,21).