III Domingo de Adviento, Ciclo A.
Mateo 11, 2-11: La esperanza y el bién común

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

Carta monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 3º domingo de Adviento
(16 de diciembre de 2007)
 
Todos los textos bíblicos de este tercer domingo de adviento nos llaman a animarnos y a no perder la esperanza: “Regocíjese el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa… ¡Sean fuertes no teman ahí está su Dios!” (Is. 35,1-4).
El Evangelio (Mt. 11,2-11), nos presenta la figura de San Juan Bautista, quien desde su austeridad profética, en la liturgia del adviento, nos exhorta a convertirnos. Él es el profeta de “la verdad”, no dudó en denunciar a Herodes y en dar la vida por lo que creía. Solo podemos convertirnos a Dios, cuando nos disponemos a construir en nuestras vidas, familias y en la sociedad desde la verdad. Construir en la verdad es como construir desde “roca” y no desde arena o bien desde las mentiras. Cuando con humildad somos capaces de revisarnos y evaluar como estamos construyendo nos encaminamos a realizar “un examen de conciencia” y nos introducimos en el camino de reconciliación que nos permite convertirnos a Dios.
El adviento ubicado en el fin del año, es un tiempo apropiado para realizar “un examen de nuestra conciencia”. Si bien tiene una dimensión personal, el mismo no puede ser un acto individualista. Necesariamente tenemos que revisar como vivimos nuestros compromisos comunitarios y si el llamado a la santidad lo asumimos desde nuestra responsabilidad ciudadana construyendo una sociedad mejor.
Considero conveniente que recordemos el documento “Navega mar adentro” elaborado por los obispos argentinos, donde subraya: “El primer servicio de la Iglesia a los hombres es anunciar la verdad sobre Jesucristo… (La Nueva Evangelización), nos exige responder con todos los esfuerzos que sean necesarios para lograr la inculturación del Evangelio, que propone una verdad sobre el hombre, la cual implica un estilo de vida ciudadana comprometida en la construcción del bien común” (95).
En el número siguiente se señalan algunos aspectos que son indispensables que tengamos en cuenta en todo examen de conciencia y confesión bien hechos en este tiempo de adviento: “Una conversión es incompleta si falta la conciencia de las exigencias de la vida cotidiana y no se pone el esfuerzo de llevarlas a cabo. Esto implica una formación permanente de los cristianos, en virtud de su propia vocación, para que puedan adherir a este estilo de vida y emprender intensamente sus compromisos en el mundo, desarrollando las actitudes propias de ciudadanos responsables” (96).
En el Evangelio de este domingo el Señor nos anima en la esperanza: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan… y la Buena Noticia es anunciada a los pobres” (Mt. 11,5). Hace pocos días hemos vivido en nuestra Patria y Provincia la asunción de las nuevas autoridades que fueron elegidas el pasado 28 de octubre. El hecho en si mismo es alentador y nos mueve en la esperanza. Varios periodistas me preguntaban como vivía ese acontecimiento y les respondí esto que escribo en estas líneas: Es una fiesta Patria y provincial que vivamos en democracia. También es cierto que en la cotidianeidad deberemos seguir buscando caminos para mejorar la calidad de nuestras instituciones y tenemos todas las posibilidades de cambiar odios, por una diversidad necesaria y constructiva, por el entendernos todos comprometidos con el bien común.
Si es cierto que la responsabilidad ciudadana está ligada al llamado a la santidad, debemos señalar con esperanza que en nuestra gente hay muchos signos de solidaridad y de participación. No dudo en señalar que en la gente y su cotidianeidad sencilla encontraremos caminos para plantear una sociedad menos individualista y más integrada. La gente desde su pobreza tiende a incluir al que menos tiene. En nuestras cáritas barriales y en los pueblos, verificamos redes de capacitación y emprendimientos, formas de ayuda mutua que van surgiendo entre vecinos. Seguramente nosotros mismos podremos hacer una larga lista de personas y situaciones que son signo de esperanza y de responsabilidad ciudadana y de participación social. Estos hombres y mujeres intentan vivir la santidad en el anonimato, son los que trabajan cotidianamente, quienes en definitiva más construyen en nuestra sociedad.
Uno de los peores males que es como un virus que puede enfermarnos es el escepticismo o bien bajar los brazos en los momentos difíciles. En este Adviento que nos plantea el tema de la esperanza, los cristianos sabemos que la fe en Dios y el compromiso activo, protagónico, solidario y organizado, nos permitirá mirar el futuro con esperanza.
¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

 
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas