II Domingo de Adviento, Ciclo A.
Mateo 3, 1-12: La droga, sinónimo de muerte

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

Carta monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 2º domingo de Adviento
(9 de diciembre de 2007)

 

Estamos caminando el tiempo del Adviento con el propósito de “volver a Dios” para celebrar bien la Navidad. Pero este camino lo podemos realizar solamente cuando captamos desde la fe que tenemos que convertirnos en pequeños y humildes para comprender el Reino que nos anuncia Jesús. En el Evangelio de este segundo domingo del Adviento (Mt. 3,1-12), San Juan Bautista aparece proclamando en el desierto de Judea: “Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos”.

Para “convertirnos” es necesario hacernos pequeños y sabemos que el lenguaje del pesebre es elocuente y nos enseña como ingresar al Reino que anuncia Jesús. Algunos contemporáneos del Señor recibieron el calificativo de bienaventurados, porque por su situación se encontraban a punto para el encuentro salvífico con Jesús. Paradójicamente su pobre situación los había hecho dichosos, ricos y privilegiados. Ellos son los pobres, los que lloran, los misericordiosos… con los cuales Jesús se identifica plenamente “Tuve hambre y me dieron de comer, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme… Cuánto hagan a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hacen” (Mt. 25,35-36.40). A este texto de Mateo se le pueden añadir otras situaciones en donde podemos encontrar a Jesús en los pobres. Una de ellas que reviste especial gravedad en nuestros días es la de los jóvenes que padecen el flagelo de la droga.

Hace algunos días los obispos argentinos, en la última plenaria del episcopado hemos enviado un mensaje que expresa nuestra preocupación, sobre el tema de la droga, con el nombre: “La droga, sinónimo de muerte”. En dicho texto señalábamos: “Los obispos argentinos, reunidos en nuestra Asamblea Plenaria hemos recogido el eco doloroso de muchas familias de todo el país, cuyos hijos quedaron atrapados por los efectos de la droga y sus secuelas de muerte y destrucción. En la Argentina que anhelamos no sobra nadie. Sin embargo, la droga y su comercio de muerte se han instalado entre nosotros, entró para quedarse en la escuela, en el club, en la esquina, en los boliches y recitales, en la cancha, en las cárceles y hasta en los lugares de trabajo. Tan flagelante marginación de nuestros niños y jóvenes nos produce mucho dolor y “la Iglesia no puede permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas generaciones” (Doc. Aparecida, 422)…

… El narco-negocio se instaló en nuestro país, prospera exitosamente, destruye familias y mata. Nuestro territorio ha dejado de ser sólo un país de paso. Observaciones confiables y de diversas fuentes nos advierten que el consumo arraiga en los jóvenes, y avanza sobre la inocencia y fragilidad de los niños. Cuando se asocian a las malas compañías del alcohol, los inhalantes, la violencia y el desamparo, el resultado es un complot para el exterminio…”

El texto sigue y en otra parte señala la misión de la Iglesia ya que “El Evangelio anuncia la cultura de la vida” y nos dice: “El desafío es grande. Entre todos debemos generar una red social que propicie la cultura de la vida. En este esfuerzo es fundamental el consenso de toda la sociedad, para gestar un compromiso solidario que comprenda a madres y padres, docentes, funcionarios, medios de comunicación, instituciones religiosas; en fin para que en todos los ámbitos sociales haya una contundente opción por la vida fundada en la dignidad de la persona. Debemos recrear caminos de esperanza, fortaleciendo metas e ideales, que den sentido a la existencia, reconstruyendo una cultura, en la que el esfuerzo, el sacrificio y aún el dolor, hagan prever una cosecha de frutos abundantes para el bien común. Esta red social deberá propiciar: - la denuncia de hechos delictivos o políticos que por acción u omisión favorezcan las adicciones. – Una estrategia de prevención basada en tareas educativas, en todos los niveles, fundamentalmente en el seno de la familia, la iglesia, la escuela, las fuentes de trabajo, las comunidades barriales y en todos los ámbitos donde se dignifique y se celebre la vida. – La multiplicación de espacios sanantes donde se facilite la recuperación de los adictos y su reinserción a la sociedad…”

La droga no es el único mal que padecen nuestros jóvenes, hay muchos otros males, el alcoholismo, la promoción de una sexualidad promiscua, el sida… fruto de propuestas originadas en “el consumismo de mercado” y que busca avales jurídicos, legislativos y respaldos para operar sin problemas. El ambiente sabemos que determina en gran medida la voluntad y libertad de aquellos que en la adolescencia empiezan a realizar sus primeras opciones fundamentales.

El tiempo del Adviento es un tiempo de cambio, “de conversión a Dios” desde el amor misericordioso. Celebramos el 8 de diciembre pasado a María, la plena de gracia, es la joven que dijo que Sí a Dios. A ella queremos implorar por nosotros y sobre todo por nuestros jóvenes, por su pureza y opciones.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

 

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas