XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Lucas 21, 5-19: Peregrinación a Loreto

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

Carta monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 33º domingo durante el año
(18 de noviembre de 2007)

 

Esta es la sexta peregrinación a Loreto que realizamos como Diócesis los terceros domingos de noviembre, celebrando a los Santos Mártires de las Misiones, a San Roque González, a San Juan del Castillo y a San Alonso Rodríguez y a tantos hombres y mujeres que evangelizaron estas tierras. Cada año celebramos la memoria y nos renovamos en la fe para proyectarnos en el ardor evangelizador, en nuestro centro de espiritualidad en Loreto.

Si bien cada año la peregrinación es un momento central en la vida de nuestra Diócesis. Este año es especialmente importante, porque en Loreto concluiremos nuestro año Jubilar, daremos gracias por lo vivido, por la realización de nuestro primer Sínodo Diocesano, ofreceremos sus conclusiones en el texto “Líneas Pastorales Sinodales”, que las publicaremos después de editarlas a fines de febrero. Sobre todo nos comprometeremos a asumir el compromiso evangelizador con todos los desafíos que implica este inicio del siglo XXI que estamos iniciando.

Al finalizar el año Jubilar quiero expresar nuestro gozo y compromiso en cuatro palabras que forman parte de la conclusión de las Líneas Pastorales Sinodales: comunión, alegría, misión y esperanza. Estas palabras expresan algunos aspectos que como obispo siento al finalizar este año de gracia y este sumergirnos en la cotidianidad del tiempo ordinario, donde especialmente estamos llamados a la santidad.

La primera palabra es “comunión”. Todo lo vivido antes del año Jubilar y nuestro Sínodo como preparación nos ayudó a profundizar en la primerísima comunión, buscando estar con Él. Esta peregrinación a Loreto realizada desde todas las comunidades de la Diócesis como Pueblo de Dios, expresa la búsqueda de comunión. Comunión que no es uniformidad, sino que fundamentada en el amor nos une en la diversidad.

La otra palabra es “alegría”, quizá la expresión sea más completa señalando “la alegría del Espíritu”. Tanto en Aparecida, el acontecimiento vivido como Iglesia en América Latina y el Caribe, como en nuestro año Jubilar y Sínodo diocesano, hemos experimentado la alegría del don de ser discípulos. Nos alegramos por el llamado, por la comunión y la misión. Esta alegría del Espíritu en general, o por lo menos muchas veces, es portadora de la cruz, de dolores y sufrimientos y por la fe se van convirtiendo en “Pascuas” que vivimos en nuestro corazón. Sin esta alegría del Espíritu difícilmente seremos testigos creíbles. Podremos evangelizar si estamos agradecidos por este don maravilloso y gratuito que hemos recibido de ser discípulos y misioneros de Él.

La tercera palabra es “misión”. El eje del año Jubilar y del Sínodo ha sido buscar caminos para dar las respuestas adecuadas en la acción evangelizadora en nuestra Diócesis. La misión ha estado transversalmente en toda la temática sinodal. La expresión que hemos utilizado varias veces “una misión discipular”, es elocuente. Como se plantea en varias oportunidades en las orientaciones pastorales que tendremos de nuestro Sínodo, sobre la necesidad de avanzar en “la conversión pastoral y renovación misionera” de los agentes y estructuras de nuestras comunidades. La misión la hemos entendido no tanto como un acontecimiento extraordinario, sino en la cotidianidad de nuestras motivaciones, estructuras, metodología, lenguaje…

Finalmente quiero subrayar la palabra “esperanza”. Desde Loreto, donde celebramos la memoria, agradecemos y ofrecemos el presente y nos proyectamos en la esperanza, nos comprometemos a ingresar en la cotidianidad del tiempo ordinario, de los próximos meses y años, para ser verdaderamente testigos, discípulos y misioneros de Jesucristo, el Señor. Él es nuestra esperanza.

Loreto, como nuestro centro de espiritualidad fue testigo de parte de nuestra historia, de tantos hombres y mujeres. En este siglo XXI, seguimos transitando y en Loreto decimos presente para seguir construyendo el Reino de Dios.

¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

 

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas