XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Mateo 9,35; 10,8: “La religiosidad popular”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

El texto del Evangelio que leemos este domingo (Mt. 9,35; 10,8), se abre con un resumen de la predicación itinerante de Jesús en Galilea. Señala la compasión que siente el Señor hacia las multitudes. Las gentes están extenuadas, abandonadas, con ello describe las mil vejaciones y molestias a que están sometidos los pobres: “Como ovejas sin pastor”. Seguramente también se refiere “al pueblo de la tierra”, término despectivo usado por los fariseos para designar a la gente pobre o ignorante, que no tiene el conocimiento de la ley necesaria para observarla y tampoco recursos para ponerla en práctica. Por eso termina diciendo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha” (Mt. 9,36-37). Posteriormente el texto se refiere a la elección e institución de los “Doce” Apóstoles. 

Providencialmente el texto del Evangelio de este domingo nos permite seguir profundizando el tema del domingo pasado sobre la cercanía de Jesucristo, el Señor y la Iglesia, a los “publicanos y pecadores”, de ayer y de hoy, o bien la dimensión misionera hacia los que están alejados de Dios. No como los perfectos que salvan a los impuros, sino como los pobres que experimentan el amor de Dios y dan testimonio de Él a sus hermanos, a todos y especialmente a los más necesitados. 

El domingo anterior reflexionábamos sobre el catolicismo popular expresado  en diversos acontecimientos vividos en distintas peregrinaciones y encuentros de la Diócesis. Creo conveniente seguir profundizando sobre el valor que la Iglesia le da a la religiosidad popular tan arraigada en nuestra América Latina y que deberemos asumir, para ahondar este camino de la misión discipular emprendido en el continente y por lo tanto en nuestra Diócesis. 

El documento de Aparecida señala sobre el tema de la piedad popular: “La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misionero, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural” de los pobres de este continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe cristiana”. En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia. 

Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: este es el “que me amó y se entregó por mí” (Gal. 2,20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida, desde (los Santuarios), hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el hueco de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo”. (264-265). 

En realidad en Aparecida hemos vivido el acontecimiento, la oración, la reflexión junto a miles de peregrinos que compartían cada día la vida del Santuario y sobre todo la liturgia con quienes éramos miembros de la Conferencia. Desde ya que no fue difícil al estar inmersos en un santuario mariano describir la significación y valor de la piedad popular. A la luz de esta realidad contundente de la religiosidad de la gente cualquier proyecto cultural, político, educativo… que no asuma o valorice esta dimensión religiosa y los contenidos profundos que posee, violentaría lo más hondo de la dignidad humana cuyo fundamento último es ser imagen y semejanza de Dios. 

En la Diócesis este lunes 16 tendremos nuestra Asamblea post sinodal, donde buscaremos llevar adelante las “Orientaciones pastorales”, que serán nuestra respuesta a los desafíos que exige la evangelización en este inicio del siglo XXI. La cosecha es mucha y los trabajadores somos pocos. Todos debemos comprometernos a colaborar y a participar, ya que nuestra indiferencia permitirá que algunos, pocos, se adueñen del futuro. 

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!                                         

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas