XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
“Hacia Loreto”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

Falta una semana para la peregrinación diocesana a Loreto. Hace meses venimos preparando este acontecimiento de nuestra Diócesis. 

Este año la peregrinación la haremos en el contexto del camino post-Sinodal, después de haber celebrado en 2007 los 50 años de la creación de nuestra Diócesis. Será un momento celebrativo donde manifestaremos que queremos profundizar nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, el Señor. Me alegra saber que las comunidades, tanto parroquiales como educativas, movimientos y asociaciones han trabajado este tema en la reflexión, con el material de apoyo y sobre todo con la oración. Así nos encaminamos a celebrar esta nueva peregrinación el próximo domingo 16. Será un momento de fiesta donde tendremos presente a nuestros mártires de las Misiones, a San Roque González, a San Juan del Castillo y a San Alonso Rodríguez. Desde todas las comunidades de la Diócesis, laicos, consagrados y sacerdotes celebraremos en Loreto la Misa principal a las 9 horas. Por ser un acontecimiento diocesano y el único de estas características hemos suspendido todas las Misas de la Diócesis por la mañana. La Misa de Loreto será la única celebración.

Con esta celebración, desde Loreto profundizaremos nuestra memoria y lo vivido en la evangelización de la Iglesia en nuestra región de Misiones. La memoria nos permite ganar en identidad y en consistencia para encarar los desafíos pastorales de este nuevo siglo que estamos iniciando. También es una expresión de comunión. Como Pueblo de Dios celebraremos juntos y profundizaremos nuestra disposición a asumir nuestras “Orientaciones pastorales” de nuestro Primer Sínodo Diocesano. 

En nuestra Provincia podemos decir que tenemos una rica historia, iniciada hace tantos siglos y necesitamos recuperar la memoria. En nuestras tierras transitaron misioneros ejemplares y santos. Uno de ellos fue Antonio Ruiz de Montoya. Sus restos están en Loreto porque allí vivió y trabajó muchos años. El mismo dijo: “No permitan que mis huesos queden entre españoles, aunque muera entre ellos, procuren que vayan donde están los indios, mis queridos hijos, que allí donde trabajaron y se molieron han de descansar”. Realmente podemos afirmar que sus huesos, pero toda su persona tuvo que sufrir y sobrellevar momentos muy duros. Luego de trabajar mucho en la zona del Guayrá formando comunidades, recrudecieron los ataques bandeirantes. Hacia el 1631 llegaron a causar la ruina total de los pueblos que Ruiz de Montoya y sus compañeros habían fundado; muchos de sus pobladores fueron llevados como esclavos al Brasil. Fueron estos tiempos de duras pruebas para el Padre Montoya, pues vio sufrir y perecer a muchos de sus hijos espirituales y además tuvo que soportar la censura de otros misioneros que lo responsabilizaban de las calamidades consiguientes a la emigración. 

La providencia los trajo a nuestras tierras, en donde refundaron comunidades como nuestras actuales Loreto y San Ignacio Miní. En 1637 Ruiz de Montoya fue enviado a España junto a los procuradores de la Provincia Jesuítica del Paraguay para defender los derechos de los indígenas de las reducciones. Se manifestó entonces como un gran diplomático y político. Allí publicó sus obras de lingüística y su famosa “Conquista Espiritual”. 

Creo importante tener presente aquella increíble llegada de los indígenas y misioneros y Ruiz de Montoya a Loreto. Al celebrar a los Mártires y todos los misioneros, hombres y mujeres que se donaron, queremos tenerlos presente en la memoria, para fortalecernos ante los nuevos desafíos que debemos encarar en este inicio del siglo XXI. Es el mismo Espíritu Santo que los animó a ellos el que hoy nos anima a nosotros a dar nuestras vidas para que esta historia sea historia de Salvación. Nos encontramos en Loreto. 

 

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!             

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas