XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
San Marcos 9, 38-43. 45. 47-48:
“Los Estradas”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

Continuando con la reflexión del domingo pasado sobre la grave necesidad que en nuestro tiempo haya cristianos comprometidos, gente de recta conciencia, sobre todo laicos que comprendan que la santidad en su propia vocación está ligada no solo con aspectos de su piedad personal que de hecho son imprescindibles, sino en la transformación de las realidades temporales, apostando por opciones que impliquen la evangelización de la cultura. 

El domingo anterior hemos tomado la figura ejemplar de un argentino, José Manuel Estrada, laico católico, educador, político, periodista que comprendió su rol y momento histórico que le tocó vivir. En este sentido en noviembre de 2008, los Obispos argentinos hemos publicado un documento de preparación hacia el bicentenario denominado: “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad (2010-2016)”. 

En dicho documento señalamos el estilo de liderazgo que necesitamos hoy según nuestro parecer y que puede servir para revisar y tener una medida desde donde evaluar a nuestra dirigencia política y social en nuestra Patria y Provincia, Sobre todo en un contexto donde a veces podemos tener la tentación de la desesperanza cuando aparece más como horizonte el pragmatismo, los posesionamientos sectoriales que la necesidad de la magnanimidad y referencia al bien común. Reiteramos que en nuestros días necesitamos la multiplicación de Estradas que con el testimonio público de sus vidas sean signos de esperanza para nuestra gente. 

El texto “Hacia un bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016)”, señala: “En este tiempo necesitamos tomar conciencia de que “los cristianos, como discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos”. Para nosotros, este es el verdadero fundamento de todo poder y de toda autoridad: servir a Cristo, sirviendo a nuestros hermanos.  

En un cambio de época, caracterizado por la carencia de nuevos estilos de liderazgo, tanto sociales y políticos, como religiosos y culturales, es bueno tener presente esta concepción del poder como servicio. Como Iglesia, este déficit nos cuestiona. En un continente de bautizados, advertimos la notable ausencia, en el ámbito político, comunicacional y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos, con fuerte personalidad y abnegada vocación, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas.  

Alentamos a los líderes de las organizaciones de la sociedad a participar en “la reorientación y consiguiente rehabilitación ética de la política”. Les pedimos que se esfuercen por ser nuevos dirigentes, más aptos, más sensibles al bien común, y capacitados para la renovación de nuestras instituciones. También queremos reconocer con gratitud a quienes luchan por vivir con fidelidad a sus principios. Y a los educadores, comunicadores sociales, profesionales, técnicos, científicos y académicos, que se esfuerzan por promover una concepción integral de la persona humana. A todos ellos, les pedimos que no bajen los brazos, que reafirmen su dignidad y su vocación de servicio constructivo. Uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo es recuperar el valor de toda sana militancia” (20-.21.23).. 

En estos días en la liturgia de las horas que es una oración que rezamos sobre todo los sacerdotes, religiosos, monjes y es también para los laicos se leen en “el oficio de lecturas” unos textos dirigidos a los pastores escritos por San Agustín, quien reflexiona con profundidad y dureza contra los pastores que buscan servirse a sí mismos y no sirven a las ovejas, que se valen de su ministerio para engordar su poder y riqueza, y no ayudan, ni buscan a las ovejas que se desvían o se alejan… También podemos extender esto que San Agustín señala a los pastores a nuestros dirigentes políticos y sociales, fundamentalmente a los que se confiesan católicos. El Evangelio de este domingo (Mc. 9, 38-43. 45.47-48), es especialmente categórico cuando señala: “Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos a la gehena, al fuego inextinguible…” (Mc.9,43). O bien el texto de Santiago que también leemos en la Misa de este domingo, en sintonía con las expresiones de San Agustín: “Ustedes llevaron en este mundo una vida de lujo, y de placer, y se han cebado a sí mismos para el día de la matanza… Han condenado y han matado al Justo, sin que él les opusiera resistencia” (Sant. 5,5-6). 

El mejor aporte a la esperanza en el contexto actual, y en camino a celebrar bien el bicentenario en nuestra Patria es aumentando la magnanimidad en nuestra sociedad y saliendo de nuestras mezquindades que siempre nos dañan.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas