Solemnidad: Todos los Santos
San Mateo 5, 1-12ª:
“Santidad: ayer y hoy”

Autor: Monseñor Juan Rubén Martínez

 

 

En este domingo celebramos un acontecimiento importante para la Iglesia, la Solemnidad de todos los Santos, y al día siguiente en la liturgia tendremos presente “la conmemoración de todos los fieles difuntos”. En estas dos celebraciones la Iglesia tiene presente a aquellos que han partido a la Casa del Padre. En el caso de los santos son aquellos varones y mujeres que como nosotros experimentaron el llamado a la santidad y han buscado responder cumpliendo la voluntad de Dios en sus vidas. Varones y mujeres con nuestras mismas fragilidades y búsquedas, que la Iglesia con la potestad de las “llaves” los ha declarado Santos. Ellos son miles, algunos los conocemos, y a ellos le imploramos que en la Casa del Padre donde están intercedan a Dios por nosotros, y por nuestras peticiones. Al día siguiente rezamos por todos los difuntos. Miles de personas rezarán en los cementerios, en las Iglesias… por sus seres queridos. 

En realidad queremos subrayar en esta reflexión dominical, sobre la necesidad de recordar que todos estamos llamados a la santidad. Por ahí equivocadamente podemos creer que la santidad es un llamado privilegiado para otros. O bien erróneamente pensamos que los santos fueron varones o mujeres que se caracterizaron solo por realizar grandes milagros, y ser personajes cuyas vidas fueron “siempre” extraordinarias… En realidad la santidad es un llamado para todos, para ser asumido en la vida diaria, en cada opción, en la cotidianidad. 

Es cierto que aunque sabemos de “la universal vocación a la santidad en la Iglesia”, los contextos de nuestro tiempo hacen que las palabras “santidad”, “virtud” y otras, tengan muy poca presencia en los avances tecnológicos y globalizados de nuestra época. Sin embargo la virtud, y la búsqueda aún con dificultades de la vida virtuosa de tantas personas, hace que en nuestro tiempo encontremos signos de esperanza. 

Nosotros en este inicio del siglo XXI, hemos percibido especialmente en “Aparecida” que la evangelización hoy, como ayer, requiere que renovemos nuestro compromiso de ser “discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. 

El próximo domingo 15, como todos los terceros domingos de noviembre, celebraremos una nueva peregrinación a “Loreto”, en donde tendremos especialmente presente la memoria de la evangelización realizada por muchos hace varios siglos atrás, especialmente por nuestros Santos Mártires de las Misiones, que con sus vidas y su sangre entregada en su misión por anunciarlo a Jesucristo, nos permiten asumir los desafíos presentes. La Iglesia en Misiones, con la fuerza y el gozo de vivir inserta en el corazón de las antiguas Misiones Jesuíticas, es heredera del espíritu que animó a los misioneros a evangelizar a los pueblos indígenas, y que se testimonia en las reducciones dispersas en su territorio. En estas tierras han plantado la evangelización hombres y mujeres que vivieron la santidad, entre ellos San Roque González, San Juan del Castillo y San Alfonso Rodríguez, los Mártires de las Misiones. 

El retomar el camino de la memoria, la presencia de la Virgen de Loreto y su reducción, como un lugar de peregrinación en los tiempos de las mismas misiones en el siglo XVII, con sus tres espacios sagrados que convocaban a los devotos: la Capilla de Nuestra Señora de Loreto, el templo mayor y la Capilla del Monte Calvario, y los restos del tan querido P. Antonio Ruiz de Montoya que descansan allí, han llevado a que Loreto sea nuestro Centro de espiritualidad y peregrinación. Tenemos conciencia sobre esta herencia viva de las misiones jesuíticas, de Loreto, con la proximidad de Santa Ana y San Ignacio, sumando la cultura y religiosidad de los inmigrantes y la fuerte religiosidad vigente en nuestro pueblo, contribuirá dicididamente a la conformación de una “identidad misionera” en que se integrará lo antiguo y lo nuevo con sus valores propios. 

Pidamos este domingo que la memoria de los santos, nos ayude a vivir hoy la santidad.

Un saludo cercano y hasta el próximo domingo

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas