I Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Marcos 1:12-15: Faltos de desierto

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.
Marcos 1,12-15

A un hombre extravertido, como es en general el hombre medio de hoy, convocarlo al desierto - al silencio, a la introspección, a la revisión de sí mismo, a la pregunta del por qué y para qué del dolor y de la culpa, del por qué y para qué de la muerte y de la vida... - es tanto como predicar en el desierto. Y en el caso de que, cansado de tanto ruido y precipitación, sintiera nostalgia de bucear en su interior y reordenar sus intimidades, consideraría esta presencia en desierto como no rentable. Pensaría que, mientras reza o medita, no crece el producto nacional bruto...

Son tantas las voces de la exterioridad, tantos los reclamos publicitarios ; es tanta la adición a los medios productivos..., que aun viendo la necesidad de cultivar su vida interior y ponerla en orden ante Dios y su conciencia, nuestro hombre extravertido actual necesitaría una conmoción o catástrofe, un más que empujón del Espíritu para ponerse en cuarentena, para cantarse a sí mismo las cuarenta, para introducirse en el desierto de la revisión personal, para hacer silencio más que íntimo a las voces calladas de Dios, para poder vislumbrar y contemplar desde su hombre deficiente y limitado el hombre total y pleno, resucitado y glorioso, al que es convocado y provocado por Cristo muerto y resucitado.

En un mundo donde predomina la razón instrumental, la actividad y pragmatismo; en el que desde pequeños se nos dice que no hay que andarse con contemplaciones sino ir al grano... parece que no es rentable asignar unos tiempos y unos espacios a la oración, a la contemplación, a la vida interior. Es como si se cometiera un crimen de lesa modernidad... 

Menos mal que asumida por el hombre espiritual y creyente la crítica marxista a los siglos contemplativos que no transformaron al mundo, se está llegando, incluso por sentido de eficiencia, a revalorizar las grandes contemplaciones, las serias visiones y revisiones del mundo, las atenciones de urgencia, de lo que tan necesitado está nuestro hombre de hoy, tan rico por fuera y tan exhausto y depauperado por dentro, tan acicalado con la cirugía estética y tan necesitado de operaciones internas de corazón y de sentido de la vida...

Por eso, ojalá que, en este tiempo fuerte de la Cuaresma, nos dejemos como Cristo empujar fuertemente por el Espíritu, conscientes de que a todos se nos están cumpliendo los plazos de la vida. Y de que todos estamos emplazados para una mayor y mejor existencia. Sería lo más rentable que haríamos de cara a nuestro equilibrio personal y social y en compensación a la excesiva extroversión de nuestro hombre actual.