II Domingo de Cuaresma, Ciclo B

San Marcos 9, 2-10: El más allá del Tabor

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Ellas.
Estaban asustados, y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos.”
Marcos 9, 1-9 

No quieras, Pedro, tan mal a tu Maestro. No te quieras tan mal a ti, y a Santiago y a Juan. No nos quieras tan mal a todos. Comprendemos que el oasis gratifica y paraliza, pero queda mucho desierto que recorrer y una Tierra prometida que conquistar.

No pretendas instalarte en oasis tan reconfortante y espectacular. No te pierdas por éste el otro “espectáculo” de la muerte y resurrección de Jesús. Déjalo, déjate, déjanos conducir al otro negro Tabor donde el hombre se desfigura, donde se entroniza a los mesías sufrientes camino de su total y acogedora Transfiguración.

Si pretendes, Pedro, que el actual espectáculo, que la contemplación presente, se prolonguen de un modo definitivo, vas a merecer que el Maestro te reproche otra vez tus deseos satánicos de dispensarlo de la cruz. 

Ciertamente se comprende que la degustación de este gratificante oasis, hecho de alianza y profecía culminadas en Cristo, resulte tentación para tus ojos y parálisis para tus pies. Y que, en vez de plataforma de despegue y viático para la marcha, se convierta visión tan bella en grillos y veneno en el necesario caminar hacia la cruz.

Por eso, Pedro, no construyas tus tres tiendas proyectadas, porque a Cristo, más que una choza, lo que le hace falta es destruir su templo personal para hacer de todos nosotros templos vivos de su Espíritu ¿Todavía no has aprendido que necesitamos que se destruya este nuestro tabernáculo terrestre para que se nos construya otro mejor en los cielos

No les des pie a los pragmatistas de turno a pensar que la contemplación de Dios es anestesia e inhibe para la transfiguración del mundo éste. Más bien, Pedro, agradece y capitaliza estos anticipos contemplativos del Cielo, para ver en ellos diseñada y bosquejada la sociedad perfecta, el hombre pleno y total, que con cruz y con sangre los contemplativos inician y construyen en este valle y desierto terrenales. Y cuando, por haber visto el rostro escupido y desfigurado de Cristo, con tus ojos encharcados te veas negro y abyecto, comprende la pedagogía de Dios que prepara tabores para los hombres en abismo. De esta forma, aunque tú mismo te privaste de ver oscurecido el rostro de Dios en el monte de la gran desfiguración, tu experiencia de Cristo muerto y resucitado dará pedagogía y fuego a tu vida para devolver su imagen humana a todo hermano tuyo que sufra ceguera de Dios y desfiguración de su propia dignidad de persona.