III Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

San Lucas 1-1-4; 4, 14-21: La salvación, aquí y ahora

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

Ilustre Teófilo:
Muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo las tradiciones transmitidas por los que primero fueron testigos oculares y luego predicadores de la palabra. Yo también, después de comprobarlo todo exactamente desde el principio, he resuelto escribírtelos por su orden, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.”

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír. Lucas 4, 14-21.

“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”, porque Yo soy el hoy salvador de Dios, el impregnado de su Espíritu. Yo soy la mayor y mejor riqueza que puede percibir y recibir el más pobre de los pobres. La más intensa y extensa libertad que se puede ofertar al más esclavo de los esclavos. Los más agudos y abarcadores ojos que se pueden injertar en las cuencas más vacías del ciego más ciego. El mejor momento, el mejor día, el mejor año de gracia que puede inaugurarse y proclamarse para todo tiempo y para todo el tiempo del hombre...

Y, sin embargo, muchos hombres de hoy no te percibimos, Jesús, como el supremo enriquecedor del hombre ; no adivinamos en Ti asumidas y trascendidas nuestras máximas posibilidades de persona. Mas bien, hasta tememos que, en vez de liberar nuestras incipientes capacidades, resultes castrador de nuestros valores e intereses. Es, Cristo, hacia los hombres de segunda mano hacia quienes dirigimos nuestros forofismos admirativos. Es a los ecos segundones, hacia los que tensamos nuestros tenientes oídos.. Es hacia las cadenas de oro a donde remitimos nuestra manos con la presunta ilusión de no quedar maniatados. Es hacia el “carpe diem”, hacia el minuto sin hora, hacia el día sin año, hacia el año sin eternidad, en lo que se paran atrapados nuestros relojes humanos...

Y, sin embargo, para el hombre de hoy que fija los ojos en Ti ( a Ti se te oye mirándote y se te mira oyéndote) resultas siempre actualidad humanizadora, noticia seductora, palabra interpelante, ocasión aprovechable, ocurrencia graciosa, lotería sorprendente. Sí, para los que tienen y mantienen los ojos fijos en Ti, Tú, Palabra de Dios, cuando eres escuchado y acogido, vienes a ser la mayor revelación del hombre, el mejor desvelamiento de su misterio, el mejor desarrollo de en lo que estamos enrollados los humanos.

Por eso, Jesús, ¡qué pena que, siendo Tú la Palabra que dice y hace, el pobre que enriquece, el siervo que libera ; qué pena que para muchos oídos contemporáneos seas sólo una palabra, porque los que decimos escucharte no te tenemos como la última palabra de nuestras vidas ! Como si no hubiera hablado Dios Padre en Ti y a través de Ti ; como si no nos hubieras convertido a cada uno de los cristianos en el aquí y en el ahora de tu Palabra ; como si Tú no hubieras hecho de cada lugar nuestro y de cada momento nuestro la mejor geografía y el mejor reloj donde pronunciarte por los hombres de hoy.