I Domingo de Cuaresma, Ciclo C

San Lucas 4, 1-13: Seducido por el Pan de Vida

Autor: Padre Juan Sánchez Trujillo

 

 

Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
Jesús le respondió: Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.
Llevándole a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo:
Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya. Jesús le respondió: Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto.
Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el alero del Templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna. Jesús le respondió: Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.
Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.
Lucas 4, 1-13

Una vez a un hombre, poseído de sí mismo y poseso de las cosas, muy de vueltas del Jordán y con su bautismo totalmente a la espalda, lo empezó a conducir el Espíritu de Dios hacia la reflexión y el silencio, tras muchos años de posesión y caídas. 

Allí, en su desierto interior, experimentó que los panes se convertían en piedras y en estiércol sus tesoros. Desposeído poco a poco de las cosas y de sí mismo, empezó tras muchos días a sentir un hambre extraña. Entonces el Espíritu le dijo: Si quieres ser como Dios, haz que tu corazón de piedra se convierta en pan y en banquete para todos… Y el hombre, dejándose seducir por él, recordó con emoción: está escrito que no sólo de pan vive el hombre..., que el que ama su vida la perderá y el que la pierda la ganará...

Y nuestro hombre, completada la seducción, se marchó rápidamente a la ciudad y a los suburbios desposeídos. Como primera medida, se desprendió de sus últimas provisiones, dando al primer pobre que encontró sus cinco panes y sus dos peces 

Aquello fue el comienzo del comienzo, y la chispa primordial que encendería en él un torrente de contestación de injusticias y de promoción de terceros mundos. A partir de entonces, repetía hasta la saciedad: todo pan, solitariamente comido, se convierte en pecado y se hace un anticuerpo que impide digerir el Espíritu de hijo y de hermano universal. 

Y todo, porque le habían servido en aquella hambre extraña a Jesús, el Pan de los ángeles, para que comulgando con Él comulgara asimismo con la causa de los pobres. Porque había aprendido muy bien que el maná del desierto sólo alimentaba un día y que amanecía podrido el maná almacenado para el día posterior. Porque le había cuestionado mucho lo del opulento Epulón y lo del constructor de graneros...

Y ya toda la vida de nuestro hombre, triunfador sobre el ídolo “tener” y “consumir”, fue una constante cuarentena de austeridad para si y de generosidad para pobres ¡El Espíritu le había convertido su corazón de piedra en un corazón “más bueno que el pan”