II Domingo de Adviento, Ciclo A.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date

 

 

El deseado de los pueblos
Is 11,1-10


Isaías es el profeta del Adviento. Él nos conduce de la mano hacia el Mesías que esperamos. Hoy nos lo presenta como Ungido por el Espíritu. «Sobre Él reposará el Espíritu del Señor». El mismo nombre de Mesías o Cristo significa precisamente ungido, aquel que está totalmente impregnado del Espíritu de Dios y lo derrama en los demás. El Cristo que esperamos en este Adviento viene a inundarnos con su Espíritu, a bautizar «con Espíritu Santo y fuego» (evangelio). Ser cristiano es estar empapado del Espíritu de Cristo. No se puede ser verdaderamente cristiano sin estar lleno del Espíritu Santo.
Este Cristo a quien esperamos se nos presenta también como «estandarte de los pueblos», como aquel «a quien busca el mundo entero». Cristo es «el Deseado de todos los pueblos». Aún sin saberlo, todos le buscan, todos le necesitan, pues todos hemos sido creados para Él y solo en Él se encuentra la salvación (He 4,12). Esta es la esperanza del Adviento: que todo hombre encuentre a Cristo. Clamamos «Ven, Señor Jesús» para que Él se manifieste a todo hombre. Nuestra misión es levantar bien alto este estandarte, esta en-seña: presentar a Cristo a los hombres con nuestras palabras y con nuestras obras.
El profeta nos dibuja también como objeto de nuestra esperanza un auténtico paraíso, donde reine la paz y la armonía entre todos los vivientes. Los frutos de la venida de Cristo –si realmente le recibimos– superan enormemente nuestras expectativas en todos los órdenes. Pero el profeta nos recuerda que esta paz tan deseada será sólo una consecuencia de otro hecho: que la tierra esté llena del conocimiento y del amor del Señor «como las aguas colman el mar».