IV Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date

 

 

Era ciego y ahora veo
Jn 9,1-41


En nuestro camino cuaresmal la palabra de Dios nos hace entender hoy que ese ciego del evangelio somos cada uno de nosotros. Ciegos de nacimiento. E incapaces de curarnos nuestra propia ceguera. Hemos entrado en la Cuaresma para ser iluminados por Cristo, para que Él sane nuestra ceguera. ¡Qué poquito conocemos a Dios! ¡Qué poco entendemos sus planes! De Dios es más lo que no sabemos que lo que sabemos. Somos incapaces de reconocer a Cristo, que se acerca a nosotros bajo tantos disfraces. Nuestra fe es demasiado corta. Pero Cristo quiere iluminarnos. El mejor fruto de Cuaresma es que salgamos de ella con una fe acrecentada, más lúcida, más potente, más en sintonía con el misterio de Dios y con sus planes, más capaz de discernir la voluntad de Dios. Dios quiere «arrancarnos del dominio de las tinieblas» (Col 1,13) para que vivamos en la luz de Cristo, iluminados por su presencia.
Para ello, la primera condición es reconocer que somos ciegos y dejar entrar plenamente en nuestra vida a Cristo, que es «la luz del mundo». El hombre ciego reconoce su ceguera y además de la vista física recibe la fe. Los fariseos, en cambio, se creen lúcidos «nosotros sabemos» y rechazan a Jesús, se cierran a la luz de la fe y quedan ciegos. La soberbia es el mayor obstáculo para acoger a Cristo y ser iluminados. Por eso insiste la Escritura: «Hijo mío, no te fíes de tu propia inteligencia... no te tengas por sabio» (Prov 3, 5-7).
Esta sanación es un testimonio potente del paso de Cristo por la vida de este ciego. Él no sabe dar explicaciones de quién es Jesús cuando le preguntan los fariseos. Simplemente confiesa: «sólo sé que era ciego y ahora veo». Pero con ello está proclamando que Cristo es la luz del mundo. No se trata de ideas, sino de un acontecimiento: estaba muerto y he vuelto a la vida, era esclavo del pecado y he sido liberado. Esto ha de ser nuestra Cuaresma y nuestra Pascua: el acontecimiento de Cristo que pasa por nuestra vida sanando, iluminando, resucitando, comunicando vida nueva.