II Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date

 

 

Continúa actuando
Hch 2,42-47; Sal 117; 1Pe 1,3-9


«Vivían todos unidos». En medio de la alegría pascual la liturgia proyecta nuestra mirada a la primera comunidad cristiana. «Todo el mundo estaba impresionado...» «Tenían todo en común». «Día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando». La Iglesia es fruto de la Pascua. La comunidad cristiana es posible porque Cristo ha resucitado. Toda esa belleza tan atrayente brota de la victoria de Cristo sobre el pecado. La Iglesia no es nada sin la presencia y la fuerza del Resucitado. Pero este tampoco se hace visible sin hombres y mujeres que se dejen transformar por su poder.
«Este es el día en que actuó el Señor». No sólo actuó en el pasado. Este es el día en que el Señor continúa actuando. Estamos en el día de la resurrección, en el tiempo en que Cristo, a quien «ha sido dado todo poder», desea seguir mostrando sus maravillas. El tiempo de Pascua es el tiempo por excelencia de las obras grandes del Resucitado. Si lo creemos y lo deseamos, si nos ponemos a acogerlo, seguiremos experimentando que «es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente».
«Nos ha hecho nacer de nuevo». Por la resurrección de Cristo somos ya criaturas nuevas. La vida del Resucitado nos inunda ya ahora. Hemos nacido de nuevo. Y, sin embargo, lo mejor está por llegar. Hay «una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo». ¿Hay acaso motivo para la tristeza, la desilusión o el desencanto?