IV Domingo de Pascua, Ciclo A

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date

 

 

Mi buen Pastor
Hch 2,14.36-41; 1Pe 2,20-25; Jn 10,1-10


«El Señor es mi pastor». Cristo es el Buen Pastor. Pero lo es de cada uno. La relación con Cristo es personalísima. Y el tiempo pascual ha de afianzar esta relación. Ha de afianzar la certeza y la experiencia de que «el Señor es mi pastor». Esta es la única seguridad, incluso en medio de las oscuridades: «Nada temo, porque tú vas conmigo». ¿Cómo vivo mi relación con Cristo? ¿Mi fe se traduce en confianza? ¿Experimento el gozo de saberme cuidado?
«Andabais descarriados... pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas». La Pascua es la celebración gozosa de haber sido encontrados por Cristo. Perdidos como estábamos, Cristo ha salido a buscarnos por los caminos del mundo y en esa búsqueda se ha dejado la piel: «Sus heridas os han curado». En su búsqueda de nosotros nos ha amado «hasta el extremo» (Jn 13,1). De ahí que también nosotros debamos imitar su ejemplo y seguir sus huellas, estando dispuestos a dejar nuestra piel por buscar a los hombres que permanecen descarriados y perdidos.
«Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará». Cristo es la puerta. Él es el único mediador. «No se nos ha dado otro nombre en quien podamos salvarnos» (He 4, 12). Es a través de esta humanidad de Cristo como llegamos al Padre y recibimos el Espíritu. La humanidad que fue traspasada en la cruz y que ahora permanece eternamente glorificada como la única puerta de salvación. Sólo a través de ella recibimos vida, y vida abundante. De ahí la llamada a convertirnos y a acoger plenamente a Cristo en nuestra vida.