III Domingo de Pascua , Ciclo C.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Él mismo en persona
Jn 21,1-19

El evangelio de hoy nos presenta una de las apariciones de Cristo Resucitado. El tiempo pascual nos ofrece la gracia para vivir nuestra propia existencia de encuentro con el Resucitado. En este sentido, el texto evangélico nos ilumina poderosamente.
«No sabían que era el Señor». Jesús está ahí, con ellos, pero no se han percatado de su presencia cercana y poderosa. ¿No es esto lo que nos ocurre también a nosotros? Cristo camina con nosotros, sale a nuestro encuentro de múltiples maneras, pero nos pasa desapercibido. Ese es nuestro mal de raíz: no descubrir esta presencia que ilumina todo, que da sentido a todo.
«Es el Señor». Los discípulos reconocen a Jesús por el prodigio de la pesca milagrosa. Él mismo había dicho: «Por sus frutos los conoceréis». Pues bien, Cristo Resucitado quiere hacerse reconocer por unas obras que sólo Él es capaz de realizar. Su presencia quiere obrar maravillas en nosotros. Su influjo quiere ser profundamente eficaz en nuestra vida. Como en primavera todo reverdece, la presencia del Resucitado quiere renovar nuestra existencia y la vida de la Iglesia entera.
«Jesús se acerca, toma el pan y se lo da». En el relato evangélico, Cristo aparece alimentando a los suyos, cuidándolos con exquisita delicadeza. También ahora es sobre todo en la eucaristía donde Cristo Resucitado se nos aparece y se nos da, nos cuida y alimenta. Él mismo en persona. Y la fe tiene que estar viva y despierta para reconocer cuánta ternura hay en cada misa...