XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Poneos en camino...
Lc 10,1-12.17-23

«¡Poneos en camino!». Todo cristiano es misionero. Bautizado y confirmado, es enviado por Cristo al mundo para ser testigo suyo. En cualquier situación o circunstancia, en cualquier época o ambiente, el cristiano es un enviado, va en nombre de Cristo, para hacerle presente, para ser sacramento suyo. Y las palabras de Jesús revelan la urgencia de esta misión ante las inmensas necesidades del mundo y, sobre todo, por el anhelo de su corazón. ¿Me veo a mí mismo como un enviado de Cristo en todo momento y lugar?
«No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias». El que va en nombre de Cristo se apoya en el poder del Señor. Su autoridad no viene de sus cualidades, ni su eficacia de los medios de que dispone. Al contrario, su ser enviado se pone de relieve en su pobreza, y el poder del Señor se manifiesta en la desproporción de los medios: «No tengo oro ni plata, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar» (Hch 3,6), Lo más contradictorio con el apóstol es la búsqueda de seguridades fuera de Cristo.
En este contexto la expresión «el obrero merece su salario» significa «comed y bebed de lo que tengan», es decir, vivid de limosna. Una Iglesia que no es pobre no es ya la Iglesia de Jesucristo y, por tanto, no puede producir frutos de vida eterna.
«Os he dado potestad para pisotear todo él ejercito del enemigo». Una Iglesia que va en nombre de Cristo, pobre apoyada sólo en él, no tiene motivos para asustarse ni desanimarse ante el mal. Con las armas de Cristo –no las de este mundo: 1 Cor 2,1-5; 2 Cor 10,4-5– ha recibido poder para combatir y vencer el mal.