XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.

Autor: Padre Julio Alonso Ampuero 

Fuente: Libro: Meditaciones bíblicas sobre el Año litúrgico
Con permiso de la Fundacion Gratis Date



Basta la palabra
Lc 16,19-31

He aquí uno de esos evangelios que no necesitan comentario. Todo él está marcado por el contraste entre la situación de esta vida y la después de la muerte. Mientras el pobre Lázaro es llevado al seno de Abrahán, del rico se dice simplemente que «lo enterraron» y ni se menciona su nombre; los tormentos son su herencia definitiva. ¿Hasta qué punto valoramos las cosas tal como son de verdad? ¿Realizamos nuestras opciones según los valores eternos? ¿O nos dejamos seducir por apariencias pasajeras y efímeras?
El texto sugiere que el rico es condenado precisamente por malgastar sus bienes y no atender al pobre que mendiga a sus pies. ¡Terrible aviso para nosotros, que tenemos algo –o mucho– del hombre rico de la parábola! Y es que el pobre es Cristo. Por eso, rechazar al pobre es rechazar a Cristo: «Apartaos de mí, malditos; id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me disteis de comer» (Mt 25, 42-42).
Por otra parte, la condenación del rico esconde también otro rechazo: el desprecio de la palabra de Dios. Lo que parece una actitud dura de Abrahán, en realidad no lo es: los hermanos de rico podrán evitar la condenación si escuchan a Moisés y los profetas. Para el que quiere oír y obedecer a Dios, la palabra de Dios basta. En cambio, para el que está cerrado a Dios y a su palabra porque las riquezas han endurecido su corazón, ni el mayor prodigio puede abrir sus ojos que están embotados para ver (Mt 13,15), no hará caso «ni aunque resucite un muerto».