Mt. 21, 33-43. 45-46:
Parábola de los viñadores homicidas.

Autor: Padre Julio Cesar Gonzalez Carretti

 

 

Lecturas:

a.- Gn. 37,3-4; 4.12-13.17-28: José vendido por sus hermanos. 

b.- Mt. 21, 33-43. 45-46: Parábola de los viñadores homicidas.

San Juan de la Cruz: “La viña que aquí dice, es el plantel que está en esta santa alma de todas las virtudes, las cuales le dan a ella vino de dulce sabor. Esta viña del alma es tan florida cuando según la voluntad está unida con el Esposo, y en el mismo Esposo está deleitándose según todas estas virtudes juntas” (CB 16,4).           

            José era el hijo preferido de Jacob, además de ser el menor, era el hijo de Raquel. Bastante odio debían sentir sus hermanos por José, y por sus sueños que deciden matarle, en el campo donde están sus rebaños. José, prototipo de Jesucristo, vendido por veinte monedas de plata, porque Rubén decide salvarle la vida.

            La preferencia de Dios por los pequeños se refleja en esta historia de Jesé (Abel  sobre Caín, Jacob sobre Esaú), así como la preferencia de su padre por ser el hijo de su esposa preferida Raquel: provocan las iras de sus hermanos. Sus sueños le dan una cierta superioridad sobre el resto de la familia y lo hace saber con el relato de las espigas que se doblan ante él como el sol y la luna, todos signos del futuro que le espera en Egipto (Gn. 37,7). José encarna la promesa de la tierra que un día poseerá ese pueblo que se está formando pero que las acciones de los hombres parecen retardar.

            El tema de la viña es una imagen recurrente en la Biblia. La parábola fue dirigida al pueblo incluido el poder sacerdotal del templo de Jerusalén. El dueño de la viña confía la producción a unos labradores, con la promesa de volver por los frutos, una vez que regrese de su viaje. Llegado el tiempo envío a sus criados, los que fueron apaleados, apedreados y  asesinados por los labradores; finalmente  envía a su hijo, pero corre la misma suerte de los otros criados, sólo que le dieron muerte fuera de la viña. Los administradores se refiere claramente a la clase religiosa dirigente de Jerusalén que no trabajan por la viña sino para ellos mismos; su vida consistía en crear mandar y crear normas a las cuales todo el pueblo debía obedecer, hasta el mismo Dios. No podían soportar que nadie incluidos los profetas, vinieran a cuestionar su estilo de vida y mucho menos un predicador de Nazaret, que amenaza con destruir el templo y sustituirlo por él mismo (Jn. 2, 19-22). Por ser Jesús una amenaza para su seguridad y el tipo de vida que llevan, deciden eliminarlo. La parábola quiere reflejar la vida de quien siendo religioso, está alejado de Dios y construye su destino, lejos de su prójimo y sobre todo de ÉL.

            Dios Padre es el duelo de la viña, Israel es la viña, el hijo es Jesús muerto fuera de las murallas de Jerusalén, piedra desechada, ahora convertida en piedra angular (Sal. 118, 22-24); los siervos los profetas, los labradores, los judíos infieles; el otro pueblo al que se confiará la viña son los gentiles y judíos creyentes. El nuevo Israel, nacido de la Pascua de Jesús resucitado, es el nuevo administrador de la viña. Los cristianos que forman parte de la nueva viña del Señor, el reino, son aquellos que responsablemente cuidan de producir buenos frutos en el tiempo oportuno, el Israel de Dios (Gál. 6,16). Si hemos venido a trabajar  las  palabras del profeta Isaías son más actuales que nunca: “¿Qué más se puede hacer ya a mi viña, que no le haya hecho yo? Yo esperaba que dieses uvas. ¿Por qué has dado agraces?” (Is. 5, 4). No defraudemos las esperanzas de Dios  Padre, que sigue siendo el dueño la  viña y de los frutos; no descuidemos nuestra participación en ella. En esta viña del alma, llevándola a un plano más personal, enseña el místico, es donde Jesús se recrea cuando encuentra esta viña llena de virtudes donde pacer como Cordero que borra el pecado del alma que lo ama.

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