Miercoles de Ceniza
Mc. 9, 30-37:
Segundo anuncio de la Pasión.

Autor: Padre Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD

 

 

Lecturas: 

a.- Jl. 2,12-18: Convertíos al Señor, Dios vuestro
b.- 2 Cor. 5, 20-6,2: Ahora es tiempo de gracia y salvación.
c.- Mc. 9, 30-37: Segundo anuncio de la Pasión.

Comienza el tiempo de Cuaresma; tiempo fuerte de reflexión sobre la propia condición humana y nuestra respuesta de conversión a la fe cristiana que profesamos. Es el tiempo de preparación a la Pascua del Señor Jesús, lo que significa, revivir en la propia vida su misterio de muerte y resurrección, este tiempo privilegiado, es una nueva oportunidad de una mayor configuración con Cristo Jesús (cfr. Rm 8, 29). La configuración con su Pasión es para gozar de su gloriosa resurrección, de ahí la importancia de hacer penitencia en el sentido de morir al pecado asumiendo los criterios de Cristo Jesús, hacer su voluntad por sobre la nuestra, siempre inclinada al egoísmo. Debemos esforzarnos, con la gracia y el amor de Dios, por mejorar un aspecto de nuestra vida ordinaria: ser más paciente, más generoso, aprender escuchar, más tiempo de oración, más tiempo con la familia y menos trabajólico, más amor a la esposa y los hijos, etc. Se trata de trabajar ese aspecto que queremos mejorar de nuestra vida cosa que el día de Pascua, pueda resucitar con Cristo a una nueva vida. Ha vencido su amor de resucitado por sobre nuestro egoísmo.

El profeta Joel, al comienzo de la cuaresma, nos invita a la penitencia y a la conversión, pero ¿quien estará limpio el día de la ira del Señor? La penitencia verdadera es la que convierte el corazón por medio del ayuno, el llanto y el luto. Lo que hay que rasgar es el corazón y luego las vestiduras. La conversión es un volver a Dios, ya que el pecado nos aleja de Yahvé, pero además nos dice de “todo corazón”, es decir, que el regreso no sea algo esporádico, ocasional, ficticio o interesado. Una conversión de todo corazón, es un llamado sincero, firme con el propósito de la enmienda. ¿Cuáles son los motivos que Joel ofrece para comenzar este camino de conversión? De parte de Dios no dice: “Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahveh vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. ¡Quién sabe si volverá y se ablandará, y dejará tras sí una bendición, oblación y libación a Yahveh vuestro Dios!” (vv. 13-14). He ahí el fundamento de su oración y esperanza y también el nuestro, lo que viene a significar, que no todo está definitivamente perdido, si el hombre no se resiste, sino que de verdad convierte su corazón a Yahvé (cfr. Mt. 7, 7). De parte del hombre, el temor a que una vez que pase la plaga de langosta, si llega, se pueda volver a tener algo de agricultura para restablecer el culto y la ofrenda, se espera la bendición (v.14). La invitación al pueblo a la penitencia que hace el profeta es para pedir el perdón divino, pero lo que le interesa de verdad destacar no es el castigo sobre el pueblo pecador, sino el honor de Yahvé, delante de los otros pueblos. Verán que su Dios no pudo salvarlos hasta preguntarse: “¿Dónde está su Dios?” (v. 17). La respuesta de Yahvé, ante la conversión y penitencia de su pueblo fue: “Y Yahvé se llenó de celo por su tierra, y tuvo piedad de su pueblo. Respondió Yahvé y dijo a su pueblo: “He aquí que yo os envío grano, mosto y aceite virgen: os hartaréis de ello, y no os entregaré más al oprobio de las naciones.” (vv. 18 - 19). Todos participaron de este movimiento de regreso al Señor: ancianos y niños, sacerdotes y casados, porque todo comprometidos con Yahvé y su Alianza.
La reconciliación que pide Pablo a los cristianos venidos del paganismo es reconocer el mal cometido en otro tiempo, causa de la separación con Dios, pero esto implica la creación de una realidad nueva, a la que los hombres pueden dirigir sus pasos, más allá de su pecado: Dios ha intervenido, ha creado algo nuevo: la reconciliación en Cristo. La Cruz del Calvario señala la sentencia que el tiempo pasado terminó, e inaugura algo totalmente nuevo. El que es de Cristo o vive en Él, es criatura nueva. Pablo es embajador de esa novedad del perdón de Dios: “Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios! A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él.” (vv. 20 - 21). Jesucristo, siendo el Cordero inocente que quita el pecado del mundo, dio su vida por cada uno de nosotros cómo no vamos a dar la nuestra por ÉL. La gracia que nos concede, es decir, su amistad, no la podemos despreciar o dejar caer como algo sin importancia, porque el tiempo se acaba. Hoy es día de salvación, mañana no sabemos. Su gracia nos hace puros y limpios a sus ojos porque bañados de la luz de su resurrección.
Tres son los anuncios que encontramos en Marcos de la Pasión de Cristo, en cada uno de los cuales va sufrir a manos de los ancianos y sumos sacerdotes, en el primero, entregado en manos a los hombres, en el segundo y, finalmente en el tercero será entregado a los gentiles (cfr. Mc. 8, 31; 9, 30-32; 10, 32-34), por parte de los representantes religiosos de Israel. Hay un crescendo en cuanto a la responsabilidad de su muerte, judíos, hombres gentiles, finalmente culpa de ambos. Es un anuncio hecho de camino, por Galilea, tierra de su apostolado, y será el resucitado en Jerusalén, quien anuncie a las mujeres que digan a Pedro y los apóstoles que vayan a Galilea que allí le verán (cfr. Mc. 16, 7). En el primer anuncio Jesús lo hace después de la confesión de Pedro, representante de las creencias mesiánicas de los judíos, un Mesías poderoso y político (Mc. 8, 27s), el segundo anuncio, lo pronuncia Jesús luego de sanar a un epiléptico, y finalmente el tercero, después de dar instrucciones al grupo de los apóstoles (Mc. 10, 1-31). En estos tres pasajes lo importante es la suerte del Hijo del Hombre y su resurrección a los tres días.
Si bien Jesús les hace este segundo anuncio de lo que está por suceder, los apóstoles no comprendían ese lenguaje, temen preguntarle (v. 32). Llegados a Cafarnaún ante la pregunta de Jesús acerca de qué venían hablando por el camino, ellos prefieren callar porque se preguntaban quien era el mayor en el grupo o el más importante. Jesús asume la actitud de maestro ya que sentado, va a enseñar a sus discípulos algo importante. “Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.» Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha enviado.» (vv. 35-37). El llamado que hace Jesús a sus apóstoles, es porque están lejos de sus criterios y sentimiento de su mensaje en definitiva, aunque estén ahí en su presencia. El niño que abraza el Maestro y pone de ejemplo, es un signo que se identifica con él. El más grande en el reino de los cielos, es aquél que sirve a sus hermanos. Quien se considera último de todos (v. 35), es aquél que acoge a Dios y por lo mismo, acoge y recibe al último de los hermanos. El niño simboliza la disposición, pero también, al criado que sirve sin recompensa. Lo importante es no el símbolo, sino que Jesús se identifica con este tipo de servicio, con esta actitud. De ahí que cuando aparece uno de estos últimos, es decir, los pobres, enfermos, menesterosos, etc., hay que acogerlo como si fuera el mismo Cristo, porque el servicio que le hagamos se lo hacemos al mismo Señor. Todo esto viene a significar que la dignidad de cada uno, en la escuela de Jesús de Nazaret, está en directa relación al servicio prestado al otro. Se identifica con los que están ahí abajo en las categorías de la sociedad. En este primer día de cuaresma meditemos acerca de cómo podemos servir mejor al prójimo en Nombre de Jesús.

Nuestra Santa Madre Teresa, cuando andaba su vida espiritual decaída, había dejado la oración y estaba dividida entre Dios y el mundo exterior a su vida de monja contemplativa, descubre en la Pasión la fuente de su verdadera conversión al Señor Jesús. “Pues ya andaba mi alma cansada y aunque quería no la dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.” (Vida 9,1).