San Mateo 19, 23-30:
El que por mí lo deja todo, recibirá cien veces más.Autor: Padre
Julio Cesar Gonzalez Carretti OCD
a.- Ez. 28,1-10: Eres hombre y no dios; te creías
listo como los dioses.
b.- Mt. 19, 23-30: El que por mí lo deja todo, recibirá cien veces más.
Este evangelio nos presenta la reacción de los discípulos ante la
actitud del joven rico. La afirmación de Jesús, que difícilmente un rico entrará
en el reino de los cielos, desata la reflexión acerca de las riquezas. El
proverbio que usa el Maestro, no da ninguna posibilidad refiriéndose al camello
y la aguja; el hombre de cara a la salvación está imposibilitado como el
camello. Lo mismo se afirma del rico que pone su confianza en las riquezas que
posee, sólo la acción salvadora del reino de Dios puede rescatarlo de su egoísmo
o ceguera. Se puede afirmar que el rico debe nacer de nuevo desde la fe y la
oración (cfr. Jn. 3, 3). Las objeciones planteadas por Pedro acerca del
seguimiento, haberlo dejado por ÉL, ¿qué obtendrán a cambio? Jesús les promete
sentarse sobre doce tronos, recibir el ciento por uno de lo que ha dejado y la
vida eterna (cfr. Dn. 7, 9-14). El destino de los discípulos está unido al de
Jesús, de ahí que les habla como Hijo del hombre, donde la dimensión judicial y
ser revelador del misterio reino se unen en la persona del Maestro de Nazaret.
Las doce tribus de Israel habían desaparecido hacía tiempo, pero la expresión se
usaba para expresar al pueblo de Dios, pero también al nuevo pueblo que nacerá
después de la Pascua (cfr. Ap. 7,4-8). Todos aquellos que han seguido a
Jesucristo en la regeneración, es decir, en su bautismo, heredarán la vida
eterna (cfr. Tit. 3, 5). Este es el momento de la regeneración, tiempo de
gracia, pero fija la mirada en la última intervención de Dios en la historia;
pero ésta ha tenido lugar en la venida de Jesucristo. La regeneración además de
esas dos dimensiones mencionadas es más bien el hoy de la salvación que cambia
la vida del creyente. Es el tiempo de la Iglesia, como comunidad viva de
salvación donde el Espíritu de Jesús comunica la salvación a todos sus miembros.
El cristiano lo ha dejado todo para ser discípulo de Jesús, por lo tanto
plenamente partícipe de las promesas de Jesús. Lo mejor es saber que Dios Padre,
nos prepara un premio maravilloso, que no es otro, que la comunión de
conocimiento y amor sempiterna con la santa Trinidad.