Solemnidad del Corpus Christi

Jn 6,51-58: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo"

Autor: Padre Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alba

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse  

 

 

(Dt 8,2-3.14b-16a) "No te olvides del Señor"
(1 Cor 10,16-17) "Formamos un solo cuerpo, porque comemos todos un mismo pan"
(Jn 6,51-58) "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo"

Ocho veces emplea Jesús el verbo comer al prometer en la sinagoga de Cafarnaúm la Eucaristía. Tal vez para despejar cualquier interpretación metafórica de sus palabras y que tuviéramos así la certeza de que en Ella está su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad. El Verbo que pone su tienda, su tabernáculo entre nosotros (Cfr Jn 1,14).

La Eucaristía, por la que entramos en comunión con Dios y escapamos de la muerte (Evang.), escandalizó a los discípulos de Jesús como ocurrió con el anuncio de la Pasión. La Eucaristía y la Cruz son piedras de tropiezo. Es el mismo misterio. “¿También vosotros queréis marcharos?” “Esta pregunta del Señor resuena a través de las edades, como invitación de su amor a descubrir que sólo Él tiene palabras de vida eterna y que acoger en la fe el don de la Eucaristía es acogerlo a Él mismo” (C. I. C., 1336). ¡Miremos con ojos de fe esta prueba del amor del Señor que se queda con nosotros! Porque “la palabra de Cristo -enseña S. Ambrosio-, que pudo hacer de la nada lo que no existía ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? No es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela”. (Myst. 9, 50.52).

En este misterio de fe y de amor está la “fuente y la cima de toda la vida cristiana” (L. G., 11). Una antigua oración confiesa bellamente esta verdad: “Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida; se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se nos da la prenda de la gloria futura!” S. Ireneo de Lyón, se hace eco de la transfiguración que se operará en nuestro cuerpo gracias a la Eucaristía: “Así como el pan que viene de la tierra, después de haber recibido la invocación de Dios, ya no es pan ordinario, sino Eucaristía, constituida por dos cosas, una terrena y otra celestial, así nuestros cuerpos que participan en la Eucaristía ya no son corruptibles, ya que tienen la esperanza de la resurrección” (Haer. 4, 18, 4-5).

“El pan que partimos ¿no nos une a todos en el Cuerpo de Cristo?” (2ª lect.) “El Cuerpo real y sacramental del Señor alimenta y hace vivir de su Espíritu al Cuerpo espiritual y social, que somos nosotros en la Iglesia... La Eucaristía se convierte en la gran fuente del amor fraterno... Incluso de aquel prójimo que carece todavía de comunión de fe, de esperanza, de caridad, de unión eclesial” (Pablo VI).

“Jesús no es una idea ni un sentimiento ni un recuerdo. Jesús es una persona viva siempre y presente entre nosotros. Amad a Jesús presente en la Eucaristía” (Juan Pablo II). “Os diré que para mí el Sagrario ha sido siempre Betania, el lugar tranquilo y apacible donde está Cristo, donde podemos contarle nuestras preocupaciones, nuestros sufrimientos, nuestras ilusiones y nuestras alegrías, con la misma sencillez y naturalidad con que le hablaban aquellos amigos suyos, Marte, María y Lázaro” (S. Josemaría Escrivá).