VII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Mc 2,1-12: "Levántate, coge tu camilla y salió a la vista de todos"

Autor: Padre Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alba

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse  

 

 

(Is 43,18-19.21-22.24b-25) "Abriré un camino por el desierto"
(1 Cor 1,18-22) "Dios es quien nos confirma en Cristo"
(Mc 2,1-12) "Levántate, coge tu camilla y salió a la vista de todos"

En su libro Las grandes amistades, cuenta la mujer del filósofo francés J. Maritain, cómo fue gracias a la amistad que les unía al poeta L. Bloy, el que ambos se convirtieran al cristianismo. En sus encuentros, el poeta les leía con lágrimas en los ojos –cuenta ella- estas palabras de Jesús a Sta Angela de Foligno: No te he amado en broma. Y añade: “A no ser por la amistad que teníamos con Leon Bloy ¿hubiéramos consentido nunca abrir uno de esos libros de santos con la mala reputación que tenían en la Sorbona?”

La amistad cristiana puede acercar a nuestros amigos a ese Jesús del que están alejados porque la reserva mental, los prejuicios, la confusión doctrinal o una incurable pereza los tiene postrados como al paralítico del que nos habla el Evangelio de hoy. Unos amigos le hablan de quien puede curarle y le llevan hasta donde está Jesús.

A cuantos familiares y amigos que está alejados de Dios y de su Iglesia podríamos decirles en el cálido dédalo de la amistad: ¿quién te ha dicho a ti que la doctrina, los sacramentos, la moral y el culto católico son cosas inoperantes en nuestro mundo y sólo tienen algún valor tonificante en las horas yermas, solitarias o crepusculares de la vida? Los amigos del enfermo, no sin la resistencia inicial de éste y la dificultad por la muchedumbre que se agolpaba en la casa, logran colocarlo a los pies del Señor. Imaginamos la mirada esperanzada del paralítico fija en quien podía devolver la vitalidad a su cuerpo inmóvil durante años. Viendo Jesús la fe del enfermo y la de sus amigos, dijo al enfermo: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”. Cristo cura su cuerpo y su alma.

“Viendo Jesús la fe que tenían”, se dice en esta hermosa página cuya enseñanza es, entre otras muchas, doble: 1) Si este hombre no hubiese tenido fe en que Jesús podía curarle y no hubiera dejado que sus amigos le llevasen hasta Él, no se habría operado su curación; y 2) si no hubiera creído en la orden: “levántate, coge tu camilla y vete a tu casa”, tampoco habría recuperado la salud espiritual.

¡Interesarse por los demás, sus problemas, sus ideas y aficiones es asegurarse un círculo de gente que nos busca, nos aprecia, nos enriquece y nos brinda la oportunidad de influir cristianamente en sus vidas! Entre amigos es fácil una corriente de intercambios de puntos de vista, se confían modos de pensar, y se habla con toda naturalidad de temas que no se tratan con cualquiera. “Esas palabras, deslizadas tan a tiempo en el oído del amigo que vacila –dice San Josemaría Escrivá-; aquella conversación orientadora, que supiste provocar oportunamente...y la discreta indiscreción, que te hace sugerirle insospechados horizontes de celo... Todo eso es apostolado de la confidencia” (Camino, nº 973).