Solemnidad: Santa María, Madre de Dios 
San Lucas 2, 16-21:
"María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón"

Autor: Padre Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alba

Fuente: almudi.org (con permiso)  suscribirse   

 

 

(Num 6, 26-27) "Bendígate el Señor y te guarde"
(Gal 4,4-7) "Llegada la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo nacido de mujer"
(Luc 2,16-21) "María guardaba todas estas cosas ponderándolas en su corazón"

Ser madre supone para toda mujer un gozo difícil de describir si no se ha experimentado. Entre la madre y el hijo que se está formando en sus entrañas surge una comunicación especial. Pero cuando ese hijo es Dios -así lo había asegurado el ángel- el asombro y la alegría tienen que ser indescriptibles. María alternaría la adoración y el respeto, el espanto y el gozo, con el agradecimiento más profundo.

Presentimos la alegría de Nuestra Señora sintiendo en su seno esa nueva vida que allí ha surgido sin mediación de varón, por obra del Espíritu Santo. ¡Cuántas consideraciones se haría la Virgen! ¡Cuántas veces entonaría ese jubiloso cántico del Magnificat que la Iglesia repite también al rezo de Vísperas: “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu salta de gozo en Dios, mi salvador” ¡Efectivamente -como me dijo el ángel- para Dios no hay nada imposible! ¡Siento dentro de mí una vida que se ha formado de modo misterioso! Y esto le depararía una dicha imposible de contar.

Dios ha encumbrado a María más que a ninguna otra mujer, pero durante su vida terrena no le fue ahorrado “ni la experiencia del dolor, ni el cansancio del trabajo, ni el claroscuro de la fe” (S. Josemaría Escrivá). Un suceso imprevisto va a turbar esa alegría que Ella paladea, sorbo a sorbo, en su tranquila Nazaret. Una orden de Roma obliga a empadronarse y esto hace que el Niño no nazca en su casa, ni siquiera en una casa, lo ha de recostar en un pesebre de Belén donde se recoge el ganado. A María se le cambian los planes. Todos los preparativos para la llegada de su Hijo que estaría disponiendo amorosamente, los ha pulverizado ese edicto romano. ¡Qué pensamientos surcarían la mente de María y José viendo al Hijo del Altísimo en una gruta! Cuando todo se nos tuerce en la vida, solemos decir que estamos abandonados de la mano de Dios. Sin embargo, este episodio demuestra justamente lo contrario. Se está cumpliendo el plan de Dios. Nunca una mujer tuvo a Dios tan cerca.

Todos hacemos planes..., como María en su casa de Nazaret. Pero, ¿y si Dios tuviera otros proyectos para mí y me los hiciera saber a través de una persona amiga, un sacerdote, unos días de retiro, un buen libro? ¿No se valió de un romano para que el Niño naciera donde estaba profetizado en las Escrituras? ¿Y por qué actúa así? Porque no quiere imponerse. Si toda la deslumbrante grandeza y sabiduría de Dios nos visitara, ¿cómo discutir la bondad de esos planes y resistir a su poder? Actuar así es un homenaje a la libertad humana.

¡Qué gran cosa sería el que, como María, tuviéramos la claridad que proporciona la fe para cambiar nuestros planes por los suyos! Dios poblaría entonces nuestra intimidad, convirtiendo el pobre rincón de ese establo que es nuestro corazón en su morada. Nuestra vida brillaría con el resplandor que iluminó la noche de Belén atrayendo a los pastores y a los magos, y que, aún hoy, sigue iluminando la noche de este mundo desde donde sale el sol hasta el ocaso. Roguemos a la Madre de Dios y Madre nuestra que sepamos ver la mano de én en lo que tuerce nuestros planes.