San Juan 1, 1–18:
La oscuridad condenada

Autor: Regnum Christi

Fuente: Regnum Christi       Para suscribirse

 

 

Dios está loco de amor. No puede vivir sin el hombre.

Evangelio

 
 
San Juan 1, 1–18

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.

Meditación

Dios está loco de amor. No puede vivir sin el hombre. Nos elige desde la creación del mundo para ser felices, plenamente felices con Él, que es Santo e inmaculado. San Pablo nos invita a ser sabios, a poner en Dios nuestro reposo, a vivir según el beneplácito de su voluntad para ser como Él, santos e inmaculados por el amor. Es precisamente el amor que Dios nos tiene y que nosotros le devolvemos lo que nos alcanza el perdón de los pecados según la riqueza de su gracia.

Qué maravilla, saberlo ahora que nuestra sociedad se empeña tanto por alejarse de Dios. «El Verbo se hizo carne» y ha habitado y continúa habitando entre nosotros. Entre nosotros que nos sentíamos fríos. Vino a traernos el calor del amor del Padre. Entre nosotros que estábamos perdidos en nuestro egoísmo ha sembrado en nuestro corazón la ley del amor, de su amor que brilla en nuestros semejantes, en los niños, en los pobres, en los abandonados, en cada uno de los que nos rodean. Esa luz de Dios que nos saca de nuestro propio yo, oscuro y frío, y nos lleva a transformarnos, y ver a Cristo encarnado en nuestros semejantes.

Si pudiera salir de mí mismo para encontrar la luz del rostro de Dios en cada uno, mi vida cambiaría; entonces sí que entendería lo que ha hecho Dios al poner su morada entre nosotros para que podamos ver su gloria. El amor, la caridad, el buscar hacer feliz a los que nos rodean produce en nosotros una luz que ninguna tiniebla puede apagar: «y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron». Y no es que nosotros seamos la luz, sino que damos testimonio de la luz, luz que nos hace ser auténticos hijos de Dios.

Oración

Señor, no me dejes caminar cegado por la oscuridad de mi egoísmo. Dame tu luz para no tantear en tinieblas, para ser expresión y testimonio de tu amor, pues de tu plenitud y de tu amor he recibido todo, pero no para tener más sino para darlo todo a ejemplo tuyo.

Propósito

Hoy tengo que buscar iluminar mi rostro de hijo de Dios buscando hacer feliz, con la felicidad de Dios, a un miembro de mi familia.

(02 de enero de 2005)