Solemnidad de la Santísima Trinidad
San Juan 3, 16-18:
El amor de la Santísima Trinidad

Autor: Regnum Christi

Fuente: Regnum Christi       Para suscribirse   

 

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-18

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por Él. El que cree en Él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios”.

Meditación

El amor de la Santísima Trinidad

La liturgia nos invita hoy a contemplar el misterio de la Sma. Trinidad. Se trata de la verdad central de la fe y de la vida cristiana y de un misterio inaccesible para nuestra inteligencia, que el mismo Jesús nos reveló.

Dios, no es un ser “solitario”, sino un Dios Amor: Dios, aún antes de crearnos nos ha amado. Su amor por nosotros nunca ha disminuido y nunca lo hará. Por este amor, nos entrega la creación y a su mismo Hijo Jesucristo y nos da el don del Espíritu Santo.

Renovemos hoy la conciencia de que por nuestro bautismo "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", somos llamados a participar en la vida de la Trinidad, aquí en la tierra por la fe y, después de la muerte, en el cielo.

Reflexión apostólica

Nuestra vida como cristianos nace y se nutre de la convicción profunda del amor eterno de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Nuestra vida ha de consistir en conocer, vivir y comunicar este amor de Dios hasta que llegue a todos los hombres.

Seamos hijos fieles de nuestro Padre Fundador que, inspirado por el Espíritu Santo, quiso fundar un Movimiento de cristianos valientes que entregaran su vida con totalidad para predicar el Evangelio, cristianos que vivieran a fondo el Evangelio, que amaran a Cristo con todas sus fuerzas y fueran misioneros de este amor, para predicar el nuevo mandato de Cristo entre los hombres.

Propósito

Hoy buscaré manifestar a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, un amor real que se manifieste en mi conducta como verdadero cristiano.