San Lucas 10,17-24:
Cristo es la felicidad

Autor: Regnum Christi

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Evangelio: San Lucas 10,17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre". Él les contestó: "Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo". En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque Yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".

Meditación

El cristianismo es una religión de la alegría. A veces se presenta una visión negativa de nuestra fe, en donde pareciera que no existe ningún lugar para las sanas alegrías, pero esta no es la doctrina evangélica. Cristo no nos oculta la aspereza de su seguimiento, que implica cruz, dolor, sufrimiento, etc. Pero la imitación de Cristo por amor, lejos de producir corazones infelices, da como resultado personas plenamente realizadas y alegres. La persona que vive unida a Dios no puede estar triste o pesimista porque Dios es fuente de alegría y de felicidad. Veamos la vida de los santos, ellos fueron dichosos porque se dejaron guiar por el espíritu de las bienaventuranzas. Aunque tuvieron tribulaciones, sabían que nada se compara con la alegría que da Dios. Analicemos nuestras alegrías, ¿en qué se basan? ¿En cosas pasajeras, en la opinión de los demás, en los bienes y éxitos terrenos? ¿Podemos decir que vamos por el camino de la auténtica felicidad que es el de la renuncia de nosotros mismos para amar a Dios en los demás? ¿Podemos decir que ya desde ahora gozamos de la alegría de poseer a Dios?

Reflexión apostólica:

El camino de la felicidad para el cristiano se resume en: un gran celo apostólico, caridad delicada, generosa dedicación al trabajo, alegría en la entrega, fidelidad a Dios y a la Iglesia. Que nuestra llamada al Regnum Christi nos ayude a descubrir el esplendor del amor a Dios, a vivirlo intensamente y a comunicarlo a los demás con alegría y entusiasmo.

Propósito:

Poner mi felicidad en amar a Dios.