San Lucas 10,1-9:
La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos.

Autor: Regnum Christi

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Evangelio: San Lucas 10,1-9:

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: "La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en un casa digan: ´Que la paz reine en esta casa´. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. en cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ´Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios´".

Meditación

Todo bautizado recibe de Cristo la misión de anunciar el Evangelio. Por esto, todo cristiano es misionero. Cumplir esta misión no es algo opcional, es parte integrante de la identidad cristiana.
En la medida en que seamos auténticos discípulos de Cristo y vivamos enraizados en Él, en esa medida crecerá el ímpetu de comunicar a todos el don de ese encuentro. Ser misioneros no se limita a un programa o a llevar a cabo ciertos proyectos, sino que es compartir la experiencia de Cristo a los demás, es testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona. Nadie puede sustraerse de este deber. El mundo y la situación actual nos interpelan, nos animan a llevar a cabo una nueva evangelización. Son muchos, millones y millones de hombres y mujeres que todavía no conocen a Cristo. Para la evangelización del mundo hacen falta, sobre todo, evangelizadores. Por ello, todos hemos de sentir la responsabilidad de favorecer el surgir y madurar de vocaciones específicamente misioneras, sacerdotales y religiosas o consagradas, etc. Ahora bien, las vocaciones son un don de Dios, por lo tanto, hemos de hacer oraciones al "Dueño de la mies". Dios sigue llamando, es el primer interesado en regalar a su Iglesia abundantes vocaciones, pero no nos las va a mandar si somos indiferentes o pasivos ante esta necesidad. Dios quiere que le ayudemos. La oración pues, es el primer instrumento para convertirnos en auténticos evangelizadores.

Reflexión apostólica:

La cuestión de las vocaciones debe ser una inquietud de todo cristiano. Es la fe la que nos debe mover a rezar y a promover las vocaciones. Al contemplar la mies inmensa del mundo que se apaga y muere por falta de Cristo, hemos de compadecernos y sentir la misma urgencia de Cristo de hacer algo por los demás. La misión de la Iglesia es ardua. Apoyemos siempre a las nuevas vocaciones, ¿por qué no ayudar en el sostenimiento de las mismas e invitar a otros a hacerlo?

Propósito:

Pedir hoy, con fervor, por las vocaciones, por la santidad y fidelidad de los sacerdotes y religiosos. ¿Por qué no "apadrinar" también a un seminarista sosteniendo el costo parcial o total de su formación?