San Juan 3,31-36:
El Padre ama a su Hijo

Autor: Regnum Christi

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Evangelio: San Juan 3,31-36:

“El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu. El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él”.

Oración introductoria:

Señor, en todos los tiempos Tú llamas a las personas a contar exclusivamente contigo, a dejar todo lo demás y a estar totalmente a tu disposición y de este modo al servicio de los demás, a crear oasis de amor desinteresado en el mundo. ¡Te agradecemos Señor, porque nos sigues llamando a dejarnos a nosotros mismos, haciéndonos signos luminosos de tu amor!

Petición:

Gracias, Señor, porque puedo contar siempre con tu amor de Dios hecho hombre.

Meditación:

“El que cree en el Hijo tiene vida…”. ¿Cuál es esta vida que Él nos ofrece? En ocasiones podemos pensar que la vida es aquella de la que se puede gozar con una libertad plena, esa en la que se disfruta de todo lo que el mundo ofrece. Por el contrario, el Espíritu Santo, que es puro don, nos enseña que la vida solamente se encuentra dándola. Cuanto más da uno su vida por los demás, por el bien, tanto más abundantemente se tiene vida. Así lo expresa el Santo Padre: “Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida” (Benedicto XVI, 24 de abril de 2005). El Espíritu Santo nos enseña el verdadero sentido del tiempo y la eternidad que nos espera. Si Dios habita en nosotros, nos damos cuenta de que muchas cosas, por muy importantes que parezcan, son accidentales, transitorias y perecederas. Si queremos gozar de la vida, debemos dejarnos iluminar por el Espíritu Santo. Él, con su soplo, nos impulsa hacia Cristo y nos llena de sus dones. Recémosle con constancia: Dulce Huésped del alma, sé mi Guía, mi Maestro, que sepa escucharte, que sepa seguir tus lecciones, que me decida a seguirte y amarte. Entonces no tardará en llegarnos toda esa asistencia amorosa.

Reflexión apostólica:

Quien ha encontrado algo verdadero, hermoso y bueno en su vida corre a compartirlo por doquier: en la familia y en el trabajo, en todos los ámbitos de su existencia. Lo hace sin temor alguno, porque sabe que ha recibido un gran regalo, sin ninguna presunción, porque todo es don; lo hace sin límites, porque es portador de una buena nueva destinada a todos los hombres. Salgamos, por tanto, dispuestos a compartir el don de la fe y de la vocación al Regnum Christi con quien nos lo inspire el Espíritu Santo.

Propósito:

Estar atento a las luces del Espíritu Santo y seguirlas con generosidad.

Diálogo con Cristo:

Señor, ayúdame a hacer la experiencia de ser misionero de tu amor allí donde la Providencia me ha puesto, con humildad y valentía, sirviendo al prójimo sin segundas intenciones, y sacando de la oración la fuerza para vivir una caridad alegre y activa.

«Traten ustedes de amar a Cristo; traten de vivir su vida corazón con corazón con Cristo y verán cómo les cambia todo en la vida, pero de verdad; todo se ve con ilusión; todo sacrificio es poco; todo esfuerzo es poco, si sabemos que estamos complaciéndole a Él, al Amante, al Amigo, al Amado» (Cristo al centro, n. 565).