San Juan 6,52-59:
Verdadera comida y verdadera bebida

Autor: Regnum Christi

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Evangelio: Juan 6,52-59:

En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?». Jesús les dijo: «Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y Yo lo resucitaré el último día. «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanezca en mí y Yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y Yo vivo en él, así también el que me come vivirá por mí. «Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre». Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.

Oración introductoria:

Gracias Señor por tantos dones: la existencia, el bautismo, la fe…, gracias también por mi llamado al Regnum Christi, ayúdame a cumplir con mi misión consciente de que es muy breve este lapso de tiempo que es mi vida.

Petición:

Señor, ayúdame a hacer la experiencia de tu amor en la Eucaristía.

Meditación:

El cristianismo es ante todo un don: Dios se nos da. Dios siempre da. Nos precede siempre. Esto lo vemos claramente al profundizar en el texto de la Sagrada Escritura. En el lenguaje bíblico la palabra “cuerpo” no hace referencia a una parte del ser, con esa palabra se designa a la persona entera. Por tanto, el Evangelio nos dice que Jesús nos quiere dar toda su vida. Él se nos da completamente a cada uno. Así pues, el centro de nuestra vida cristiana es la Eucaristía. Jesús espera que le correspondamos de la misma manera. Quiere que le ofrezcamos todo lo que somos: nuestros talentos, nuestro amor, nuestra salud, nuestras grandezas y limitaciones, nuestros dolores, fracasos, todo aquello que nos alegra y todo aquello que nos mortifica. Cada Celebración Eucarística es una oportunidad para recibir el amor de Jesús, pero también para ofrecerle toda nuestra vida. Ahora bien, al salir de la Misa, debemos hacer lo mismo que Jesús, hemos de estar dispuestos a entregarnos por los demás y esforzarnos por ofrecer nuestra “carne” y nuestra “sangre”, es decir, todo lo que somos, nuestro tiempo, nuestras fuerzas, nuestra comprensión, paciencia, generosidad, como lo hizo Jesús.

Reflexión apostólica:

Pensemos que en nuestras manos está el llevar adelante el Reino de Cristo, en nuestras manos está el que muchos otros sean apóstoles de Cristo. Pero para dar a Cristo, hay que llevarlo muy dentro, hay que alimentarnos de su Cuerpo y de su Sangre. ¡El verdadero celo apostólico se alimenta en la Eucaristía!

Propósito:

Practicar la servicialidad con los demás, a ejemplo de Cristo.

Diálogo con Cristo:

Gracias Señor por el don de tu Cuerpo y de tu Sangre. Sólo un amor tan grande como el tuyo podía encontrar el modo de quedarse con nosotros, para estar a nuestro lado, para acompañarnos, para alimentar nuestra alma y fortalecer nuestra debilidad. Señor, concédeme que así como la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia, sea también el centro de mi vida.

«Si desean enamorarse de Cristo, acudan frecuentemente, sin prisas y con mucho amor, a la Eucaristía» (Cristo al centro, n.316).