II Domingo de Adviento, Ciclo C
San Lucas 3,1-6:
Que Cristo crezca y yo disminuya

Autor: Regnum Christi

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Evangelio

Evangelio: San Lucas 3,1-6:

En el año décimo quinto del reinado del César Tiberio, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes, tetrarca de Galilea; su hermano Filipo, tetrarca de las regiones de Iturea y Traconítide; y Lisanias, tetrarca de Abilene; bajo el pontificado de los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías. Entonces comenzó a recorrer toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro de las predicciones del profeta Isaías: Ha resonado una voz en el desierto: Preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle será rellenado, toda montaña y colina, rebajada, lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios.

Oración introductoria:

Señor, al inicio de esta oración quiero hacer un acto profundo de humildad ante Ti, que eres mi Dios, mi Señor, mi Padre, mi Creador. Yo no soy nada. Tú lo eres todo, más aún, Tú eres mi todo. Gracias por tu amor, tu perdón y tu gracia.

Petición:

Jesús, ayúdame a responder generosamente a mi vocación como cristiano y miembro del Regnum Christi, como lo hizo san Juan el Bautista.

Meditación:

San Lucas nos ofrece datos muy específicos acerca de la vocación de Juan. Esto nos indica que la llamada de Dios a nuestra alma es vivencial, real y concreta. Por otra parte, el Bautista nos invita a cuestionarnos cómo estamos preparándonos en este tiempo de Adviento para la inminente venida de Jesús. El Evangelio nos da algunas pistas para esto: hacer rectos los senderos de nuestras intenciones, rellenar las faltas de amor con entrega y dedicación, allanar las asperezas en el trato con los demás, etc. ¿Qué decisiones debemos tomar para que cuando venga Cristo encuentre un lugar adecuado en nuestro corazón? Juan se llamaba a sí mismo voz. Con esto vemos que Juan alejaba toda la atención de su persona. Su alegría estaba en disminuir y hacer que Cristo creciera. Igualmente la vida del cristiano presupone un “perderse”, comporta el sacrificio de sí para que Cristo ocupe el primer lugar. Démosle a Jesús nuestra inteligencia, libertad, voluntad y todo lo que somos. Prestémosle nuestra voz para que con nuestras palabras llenas de caridad seamos testigos de su venida.

Reflexión apostólica:

La vocación del apóstol es una vocación de servicio, de donación constante. Dios siempre ha elegido como instrumentos suyos a personas humildes y dóciles. Seamos grandes apóstoles, no por el ruido externo, sino por la magnanimidad en la entrega.

Propósito:

Ser humilde en mi comportamiento, dando a Dios y a los demás el primer lugar.

Diálogo con Cristo:

Señor, Tú me enseñas que la vida de oración no es algo que puede reducirse a unos momentos accidentales o accesorios, sino que debe llegar a ser una actitud interior permanente de mi alma. Quiero vivir hoy en constante diálogo contigo, mi Amigo fiel.

«Con la bondad estén seguros que conquistaremos el mundo para el Corazón de Jesús» (Cristo al centro, n. 153).