Fiesta: Los Santos Inocentes, mártires (28 de diciembre)
San Mateo 2,13-18: La bondad de Dios nos acompañaAutor: Regnum Christi
Fuente: Regnum Christi Para suscribirse
Evangelio: San Mateo 2,13-18:
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se
le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y
huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise porque Herodes va a buscar al
niño para matarlo”. José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre
y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se
cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso
furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de
dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado. Así se
cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito,
se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la
consuelen, porque ya están muertos.
Oración introductoria:
Dios mío, yo creo en ti, yo confío en tu bondad y en tu misericordia.
Aunque soy un instrumento débil quiero cooperar contigo plenamente. Señor, Jesús,
sé que Tú puedes hacer grandes cosas con aquellos que esperan en ti. Corazón de
Jesús, en ti confío.
Petición:
Señor, te ofrezco toda mi vida, toma mi libertad y toda mi voluntad.
Soy tuyo, a ti me entrego con todo lo que soy y lo que tengo.
Meditación:
Jesucristo, nuestro Redentor, sufrió por nosotros durante toda su vida,
pero de modo particular en la cruz. Dios sufre como inocente. Se puede decir que
el dolor de los niños inocentes se asemeja al de Dios, por ello, es tan precioso
e incomprensible. En cambio nosotros, nunca estamos del todo sin pecado o culpa,
pero nos consuela saber que cuando sufrimos Dios está siempre con nosotros. A
Dios no se le ocultan nuestros dolores. Él lo sabe todo. Está a nuestro lado. No
nos abandona. En las noches más oscuras de nuestra vida Él está presente. Ni
siquiera en el momento de la muerte, en ese trance que nadie más puede pasar con
nosotros, Él nos acompaña. Esa es la confianza del cristiano. El creyente nunca
está solo. La bondad de Dios, en los momentos más difíciles nos acompaña, aunque
no la palpemos. Jesús puede abrazar todos nuestros dolores porque Él mismo ha
recorrido ese camino, ha experimentado el dolor, ha pasado por la muerte y la ha
vencido para acompañarnos y darnos la certeza de su amor.
Reflexión apostólica:
Hay que saber ofrecerse a Cristo con todo lo que se es, sin reservarse
nada. Demostrémosle a Dios nuestra entrega en actos concretos, en palabras
hechas vidas. Que nuestra donación sea completa en el ejercicio perfecto de
nuestras obligaciones ordinarias como cristianos y miembros del Regnum Christi.
Propósito:
Ofrecer mis sufrimientos por los sacerdotes más necesitados de la
gracia y el sostén del Señor.
Diálogo con Cristo:
Jesús mío, ayúdame a vivir en constante preocupación por los intereses
de tu Reino y de los demás, olvidándome permanentemente de mí mismo. Hazme
gustar la alegría de saber gastarme por los otros; así mi vida será fecunda,
como la tuya.
«¿De qué te sirve tu vida si no la das por Cristo?» (Cristo al centro, n. 1221).