Mateo 11,11-15:
"En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista”

Autor: Padre Llucià Pou Sabaté  

 

 

Texto del Evangelio (Mt 11,11-15):

En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga».

Comentario: Adviento. Segunda semana, jueves

1. Juan Bautista se esforzó en vivir su vocación: le costó la cabeza. Pero fue fiel a su misión: Precursor del Mesías. De él profetizó Isaías diciendo que era la voz que clama en el desierto, preparando las sendas del Señor, enderezando sus sendas. Y toda su vida fue fiel a esta misión, desde le mismo seno materno proclamó a Jesús, moviéndose en el seno de su madre. Es grande Juan por su testimonio de vida entregada, penitente (se vestía con piel de camello, vivía en el desierto y se alimentaba de langostas y miel silvestre). Su vida era servicio a los demás: predica la conversión y penitencia y bautiza con agua anunciando que vendrá quien bautiza con el Espíritu Santo. Su coherencia es proverbial, proclama la verdad sin ningún respeto humano por quedar bien, o por miedo a perder la vida. Murió por denunciar al rey Herodes tener a Herodías, la mujer de su hermano. Le siguieron los primeros discípulos de Jesús: por lo menos Juan y Andrés, que luego llevaron a los demás.

2. No es fácil estar firme ante las dificultades, cuando estas hacen todo más duro. Los robles son fuertes y están curtidos ante vientos y heladas, están preparados y lo resisten todo. Las mimosas, cuando hiela flaquean, incluso se mueren. En la vida espiritual conviene que seamos fuertes, con espíritu deportista, entrenando una y otra vez: "El Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan." En la lucha espiritual, no cuentan los resultados sino la lucha en las cosas pequeñas de cada día: transformando la envidia en detalles de servicio, el mal genio en comprensión, la “memoria histórica” en perdón, la comodidad en pensar en los demás, el estar “en Babia” por prestar atención a lo que toca, el pesimismo por el volver a empezar.

3. "Hoy, decía san Josemaría Escrivá, que empieza un tiempo lleno de afecto hacia el Redentor, es un buen día para que nosotros recomencemos. ¿Recomenzar? Sí, recomenzar. Yo -me imagino que tú también- recomienzo cada jornada, cada hora; cada vez que hago un acto de contrición, recomienzo”. Y esto significa luchar “de tal manera que, detrás de cada pelea y de cada batalla, haya una pequeña victoria, con la gracia de Dios; y de este modo contribuimos a la paz de la humanidad”.

4. En el mundo, tan lleno de agresividad, falta paz. En un pueblo me contaron de niños violentos que se peleaban en la calle, aparentemente los padres eran educados, pero bajo esta educación: ¿qué veían los niños? Coincidimos en pensar que los niños captan lo que hay en el interior de los mayores, más allá de estas capas de educación con que a veces nos revestimos. Y viendo una tensión de violencia contenida, ellos salían violentos sin ninguna careta. Por esto, si de verdad queremos que haya paz en el ambiente, hemos de llevarla en nuestro corazón. Para ello, es importante no encerrarse en pequeños traumas e insatisfacciones, no conformarse con los fracasos, sino convertirlos en experiencia para recomenzar: luchar con perseverancia, convertir lo bueno en una ocasión de agradecimiento, y lo malo en ocasión de rectificar, con un poco más de amor. El tiempo litúrgico va clamando: ¡ven, Señor Jesús!, ¡ven! Estas son llamadas para ahondar en la fuerza y el amor que vienen de esta búsqueda sincera de Jesús, deseando que nazca en nosotros, que nos transforme en Él.

5. El examen de conciencia es una buena arma para luchar con este espíritu de victoria. El siervo de Dios Álvaro del Portillo nos aconsejaba “hacer a conciencia el examen de conciencia”, es decir poner atención a ahondar en las raíces de nuestra actuación, agradecer las luces sobre lo que aún no va, ya que saber a dónde hay que ir -qué es lo que hay que mejorar- es tener medio camino hecho.