San Marcos 6,34-44:
La multiplicación de los panes, y la alegría de la EpifaníaAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Texto del Evangelio (Mc 6,34-44):
En aquel tiempo,
vio Jesús una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas
que no tienen pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y como fuese muy
tarde, se llegaron a Él sus discípulos y le dijeron: «Este lugar es desierto y
la hora es ya pasada; despídelos para que vayan a las granjas y aldeas de la
comarca a comprar de comer». Y Él les respondió y dijo: «Dadles vosotros de
comer». Y le dijeron: «¿Es que vamos a comprar doscientos denarios de pan para
darles de comer?». Él les contestó: «¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo». Y
habiéndolo visto, dicen: «Cinco, y dos peces».
Entonces les mandó
que se acomodaran todos por grupos de comensales sobre la hierba verde. Y se
sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos
peces y levantando los ojos al cielo, bendijo, partió los panes y los dio a sus
discípulos para que los distribuyesen; también partió los dos peces para todos.
Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestas llenas
de los trozos que sobraron y de los peces. Los que comieron eran cinco mil
hombres.
Comentario:
1. Al echar una mirada a nuestra vida, vemos luces y
sombras. Motivos para alegrarnos y para avergonzarnos. Para agradecer y para
pedir perdón. Una de las pegas de la cultura de hoy es que vivimos aferrados a
lo inmediato, mientras que necesita el hombre, para ser feliz, una proyección
hacia delante, sacrificando muchas veces la satisfacción pronta e inminente.
Para ello hacen falta fuerzas, y por eso nos habla hoy el Evangelio de este
alimento celestial, que nos permite soñar, y perseverar en los sueños. La
madurez en la vida espiritual, como en las tareas de campo, está en sembrar
oportunamente, en tierra preparada, sin querer conseguir frutos inmediatamente.
Así en las virtudes, después de haber tomado una determinación, de poner en acto
la voluntad, puede haber fracasos, los “éxitos” no son inmediatos. Pero hay que
tener confianza, con la fuerza de
La práctica de las virtudes no bastan para que una persona
que tiene, no ya una noche oscura, o sequedad, sino un verdadero desierto donde
está muriendo de hambre, donde ya no tiene motivos para vivir. Es necesario otro
tipo de alimento, Jesús mismo se nos da para que nuestra vida sea de amor, para
volver a adquirir las propias fuerzas, con las que poder recomenzar la lucha,
hacer oración, vivir para amar, volver a tener ilusión al vivir otra vez, y al
poseer la vida poder darla, “desvivirse”, que según Julián Marías es la forma
suprema del interés; “interés” que significa “inter esse”, estar entre las
cosas. Es decir, salir de uno mismo, de su torre de marfil, y bregar entre las
cosas que nos rodean y solicitan, en una realidad que se puede afrontar cuando
ya estamos contentos, con ilusión que es la esencia del amor, de la vida. Uno es
lo que sueña. Jesús nos habla de una multiplicación de la ilusión, cuando la
damos. Una multiplicación del amor, cuando amamos. Y el milagro es más profundo,
es una imagen de
2. “Jesús nos
muestra que Él es sensible a las necesidades de las personas que salen a su
encuentro. No puede encontrarse con personas y pasar indiferente ante sus
necesidades. El corazón de Jesús se compadece al ver el gran gentío que le
seguía «como ovejas sin pastor» (Mc 6,34). El Maestro deja aparte los proyectos
previos y se pone a enseñar. ¿Cuántas veces nosotros hemos dejado que la
urgencia o la impaciencia manden sobre nuestra conducta? ¿Cuántas veces no hemos
querido cambiar de planes para atender necesidades inmediatas e imprevistas?
Jesús nos da ejemplo de flexibilidad, de modificar la programación previa y de
estar disponible para las personas que le siguen.
El tiempo pasa
deprisa. Cuando amas es fácil que el tiempo pase muy deprisa. Y Jesús, que ama
mucho, está explicando la doctrina de una manera prolongada. Se hace tarde, los
discípulos se lo recuerdan al Maestro y les preocupa que el gentío pueda comer.
Entonces Jesús hace una propuesta increíble: «Dadles vosotros de comer» (Mc
6,37). No solamente le preocupa dar el alimento espiritual con sus enseñanzas,
sino también el alimento del cuerpo. Los discípulos ponen dificultades, que son
reales, ¡muy reales!: los panes van a costar mucho dinero (cf. Mc 6,37). Ven las
dificultades materiales, pero sus ojos todavía no reconocen que quien les habla
lo puede todo; les falta más fe.
Jesús
no manda hacer una fila de a pie; hace sentar a la gente en grupos.
Comunitariamente descansarán y compartirán. Pidió a los discípulos la comida que
llevaban: sólo son cinco panes y dos peces. Jesús los toma, invoca la bendición
de Dios y los reparte. Una comida tan escasa que servirá para alimentar a miles
de hombres y todavía sobrarán doce canastos. Milagro que prefigura el alimento
espiritual de
3. Estamos viviendo los días de
Yo también, urgido
por esa pregunta, contemplo ahora a Jesús, reclinado en un pesebre , en un lugar
que es sitio adecuado sólo para las bestias. ¿Dónde está, Señor, tu realeza: la
diadema, la espada, el cetro? Le pertenecen, y no los quiere; reina envuelto en
pañales. Es un Rey inerme, que se nos muestra indefenso: es un niño pequeño.
¿Cómo no recordar aquellas palabras del Apóstol: se anonadó a sí mismo, tomando
forma de siervo ?
Nuestro Señor se encarnó, para manifestarnos la voluntad
del Padre. Y he aquí que, ya en la cuna, nos instruye. Jesucristo nos busca -con
una vocación, que es vocación a la santidad- para consumar, con El,
¿Dónde está el
Rey? ¿No será que Jesús desea reinar, antes que nada en el corazón, en tu
corazón? Por eso se hace Niño, porque ¿quién no ama a una criatura pequeña?
¿Dónde está el Rey? ¿Dónde está el Cristo, que el Espíritu Santo procura formar
en nuestra alma? No puede estar en la soberbia que nos separa de Dios, no puede
estar en la falta de caridad que nos aísla. Ahí no puede estar Cristo; ahí el
hombre se queda solo.
A los pies de Jesús Niño, en el día de
Son días para que,
de rodillas delante de Jesús Niño, de ese Dios escondido a la humanidad, le
adoremos, le ofrezcamos nuestros dones y aprendamos a recibir los suyos, las
lecciones de su realeza, la luz de su estrella, para no apartarnos nunca de él,
para quitar de nuestro camino todo lo que sea estorbo, para serle fieles,
dóciles a sus llamadas.