San Lucas 4,14-22:
El Espíritu de Jesús, que en Navidad se nos da a cada unoAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Texto del Evangelio (Lc 4,14-22):
En
aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se
extendió por toda la región. Él iba enseñando en sus sinagogas, alabado por
todos.
Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su
costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la
lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y desenrollando el volumen,
halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido para anunciar a los pobres
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos
los ojos estaban fijos en Él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que
acabáis de oír, se ha cumplido hoy». Y todos daban testimonio de Él y estaban
admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca.
Comentario:
1. Hoy
recordamos en la primera lectura de los años pares (ciclo II) que «quien ama
Dios, ame también a su hermano» (1Jn 4,21). ¿Cómo podríamos amar a Dios a quien
no vemos, sin no amamos a quien vemos, imagen de Dios? Después que san Pedro
renegara, Jesús le preguntó si le amaba: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que
te amo» (Jn 21,17), respondió. Como a san Pedro, también a nosotros nos pregunta
Jesús: «¿Me amas?»; y queremos responderle ahora mismo: «Tú lo sabes todo,
Señor, tú sabes que te amo a pesar de mis deficiencias; pero ayúdame a
demostrártelo, ayúdame a descubrir las necesidades de mis hermanos, a darme de
verdad a los otros, a aceptarlos tal como son, a valorarlos».
La vocación del hombre es el amor, es vocación a darse,
buscando la felicidad del otro, y encontrar así la propia felicidad. Como dice
san Juan de
2. «El
Espíritu del Señor está sobre mí» (Lc 4,18), dirá Jesús, haciendo suyo este
texto mesiánico. Es el Espíritu del Amor que así como hizo del Mesías el «ungido
para llevar la buena nueva a los pobres» (cf. Lc 4,18), también “reposa” encima
nuestro y nos conduce hacia el amor perfecto: como dice el Concilio Vaticano II,
«todos los fieles, de cualquier estado o condición, son llamados a la plenitud
de la vida cristiana y a la perfección de la caridad». El Espíritu Santo nos
transformará como hizo con los Apóstoles, para que podamos actuar bajo su
moción, otorgándonos sus frutos y, así, llevarlos a todos los corazones: «El
fruto del Espíritu es: caridad, paz, alegría, paciencia, afabilidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre, templanza» (Gal 5,22-23).
3. La
liturgia nos ha llevado estos días de Navidad por caminos de esperanza y de
alegría, de apertura al portador de la luz, del Espíritu Santo que hoy predica
en su pueblo. María es modelo de este dejar actuar al Espíritu divino:
a) Dios
«miró la pequeñez de su esclava»; pero es que ella estaba atenta, a la escucha
con fidelidad y entrega: si siempre había estado pendiente del Señor, después de
la embajada esa entrega creció sobremanera. De esa apertura a la esperanza por
la que recibe el Espíritu y a Jesús, ella está llena de gracia, y de ahí viene
su alegría.
b) En
Ahora,
al ver a Jesús ya hecho un hombre, oírle decir que el Espíritu le lleva, nos va
la imaginación a Belén, donde hemos celebrado que nació la noche de Navidad. Los
santos proclaman: “Vultum tuum, Domine, requiram!”: ¡tengo deseos ardientes de
verte cara a cara, Señor! Los pastores después de recibir aquel anuncio
exultante de los ángeles se dicen lo mismo: vayamos y veamos. Hoy queremos ver,
contemplar, conocer el modo divino de salvarnos y vemos un Niño.
« Puer natus est
nobis, Puer datus est nobis », repite la liturgia.
El
amor busca ver, contemplar. Ya había sido profetizado que el Mesías sería un
niño: “Nos ha nacido un niño, nos ha sido dado un hijo”.... y –explicando esas
profecías el Espíritu que hoy anuncia que está sobre Él- ese ungido por el
Espíritu se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Príncipe de la paz,
Padre sempiterno (Isaías 9, 6-7). Como dijo el Ángel a José, será Emmanuel,
“Dios con nosotros”, y a
“El Espíritu sobre mí…” Nosotros también lo pedimos: “que
caiga tu luz sobre mí, Señor, que venga tu Espíritu”. Estos días de
Los
pastores "tuvieron gran temor" ante la claridad de Dios que les cercó de
resplandor, pero oyen del ángel: "No temáis....os anuncio un gran gozo", lección
de paz y de alegría, que pide de inmediato una respuesta: y Él no desea meros
ritos, sino el corazón: Él, ofreciéndose a cumplir la voluntad de Dios con plena
disponibilidad: "Sacrificios y ofrendas y holocaustos por el pecado no
quisiste... entonces dije: Heme aquí que vengo, para hacer, oh Dios, tu
voluntad" (Heb. 10-5-10), nos pide lo mismo. Dios no se satisface con
sacrificios de cosas, pues es el dueño de todo: quiere el sacrificio de nuestra
propia persona, de nuestra libertad, para que voluntariamente le amemos y así
seamos felices.
Pero los hombres no eran capaces de comprender que esa era
su felicidad, y andaban extraviados. Hoy, una buena parte de la humanidad, sigue
extraviada, sin saber ni llegar a comprender la verdadera felicidad que nos trae
Jesús en
Nuestra
respuesta al Espíritu ha de ser generosa, es decir:
Con
humildad a toda prueba que nos debe hacer olvidarnos de nosotros mismos para
sentirnos y actuar como servidores de Dios y de los demás.
Con fe firme en que el Señor vendrá y nos salvará. Está
junto a nosotros siempre que le llamemos, y nos llama de continuo, ese es el
mensaje de su Nacimiento.
Con disponibilidad a
Con
desprendimiento de los bienes materiales, pues Cristo viene al mundo
prescindiendo de ellos.
Entrando en estas lecciones de