San Juan 14,1-12:
En Jesús la misericordia divina se vierte sobre todos los hombres, se nos da el Camino auténtico (caridad, servicio), la Verdad que llena (la oración es el medio para llegar), la Vida eterna (la Eucaristía es ya de ella prenda)Autor: Padre Llucià Pou Sabaté
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 6,1-7:
En aquellos días, al crecer el número de los discípulos,
los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, diciendo que en el
suministro diario no atendían a sus viudas. Los apóstoles convocaron al grupo de
los discípulos y les dijeron:
“No nos parece bien descuidar
SALMO RESPONSORIAL 32,1-2. 4-5. 18-19:
R/. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como
lo esperamos de ti.
Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos;
dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas.
La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son
leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra.
Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que
esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en
tiempo de hambre.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pedro 2,4-9:
Queridos hermanos: Acercándoos al Señor; la piedra viva
desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros,
como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando
un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por
Jesucristo. Dice
Para vosotros los creyentes es de gran precio, pero para
los incrédulos es la piedra que desecharon los constructores: ésta se ha
convertido en piedra angular, en piedra de tropezar y en roca de estrellarse.
Y ellos tropiezan al no creer en la palabra:
ése es su destino.
Vosotros, en cambio, sois una raza elegida, un
sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios para
proclamar las hazañas del que nos llamó a salir de la tiniebla y a entrar en su
luz maravillosa.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 14,1-12:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: -No perdáis
la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
estancias, si no os lo habría dicho, y me voy a prepararos sitio. Cuando vaya y
os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis
también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dice:
-Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos
saber el camino?
Jesús le responde:
-Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie
va al Padre sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.
Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
Felipe le dice:
-Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Jesús le replica:
-Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me
conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú:
«Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo
que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él
mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no,
creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras
que yo hago, y aun mayores. Porque yo me voy al. Padre.
Comentario:
«Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho
maravillas; revela a las naciones su justicia. Aleluya» (Sal 97,1-2: ant. de
entrada). Vemos la Iglesia desarrollarse, como sacramento pascual: de la
resurrección de Jesús surgen todas las virtualidades unidas al Espíritu Santo,
fruto de la Pascua. Se van desarrollando las lecturas como una explosión de
frutos, decía Jacint Verdaguer que la naturaleza –árboles, flores- no puede
aguantar la primavera que lleva dentro, y estalla en un mar de colores: así es
la alegría de este tiempo pascual: «Señor, Tú que te has dignado redimirnos y
has querido hacernos hijos tuyos; míranos siempre con amor de Padre y haz que
cuantos creemos en Cristo tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la
herencia eterna» (Colecta). Y también pedimos hoy: «¡Oh Dios!, que por el
admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad;
concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que
conocemos» (Ofertorio). La clave está en la unión a Jesús, que hoy –después de
contemplarlo la semana pasada como buen pastor, aparece hoy como Camino, Verdad
y Vida, especialmente en la Comunión: «Yo soy la vid verdadera; vosotros los
sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Aleluya»
(Jn 15,1.5); por eso le pedimos en la Postcomunión: «Ven Señor en ayuda de tu
pueblo y, ya que nos has iniciado en los misterios de tu Reino, haz que
abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad
de la vida eterna».
Ya desde los tiempos del Crisóstomo y de Agustín está
documentada la lectura de los Hechos de los Apóstoles durante la cincuentena
pascual. Se narran los orígenes de
1. Por vez primera en los Hechos se nombra a los
"discípulos" en contraposición a los "apóstoles". En los evangelios se llama
"discípulos" a cuantos siguen a Jesús (Mt 28. 19). Los "apóstoles" proponen a
los "discípulos" que elijan a siete varones para que se encarguen de servir a
los pobres. Al parecer, se tiene en cuenta la queja de los helenistas, y la
comunidad elige precisamente a siete hombres que llevan nombres de origen
griego. La comunidad elige, pero sólo los Apóstoles imponen las manos. La
"imposición de manos" es un rito ya conocido en el A.T. (Gn 48.14; Nm 8. 10s).
Aquí aparece como un símbolo sagrado y jurídico (Hch 8. 17; 13. 3; 14. 23; 28.
8; 1 Tm 4. 14; 5. 22; 2 Tm 1. 6; Hb 6. 2). No es fácil ver en otros casos si
tiene o no carácter sacramental, pero aquí es muy probable. Es dudoso que se
trate de la ordenación de unos "diáconos" en el sentido actual, y parece más
bien que debe pensarse en aquellos "presbíteros" que, más tarde, hallaremos en
este mismo libro unidos a los Apóstoles (11.30; 14. 23; 15. 2; etc.). Como puede
verse, estamos en una fase inicial en la que comienza un proceso de
institucionalización cada vez más necesario e inevitable ante el crecimiento de
la comunidad. Ya se van distinguiendo funciones y servicios, pero estamos
todavía muy lejos de unos "ministerios" perfectamente definidos en el ámbito de
a) La primera
lectura nos muestra una Iglesia en formación, en la primera crisis, de
crecimiento: "al crecer el número de los discípulos"; y a las primeras
tensiones, y se solucionó aquel problema organizando mejor entre sus miembros el
servicio, la "diakonía".
Así es como se establece el reino de Cristo:
"Si dejamos que Cristo reine en nuestras almas, no nos convertiremos en
dominadores, seremos servidores de los demás hombres. Servicio. Como me gusta
esta palabra, Servir a mi Rey y por El a todos los demás hombres, que han sido
redimidos con su sangre. ¡Si los cristianos supiéramos servir! Vamos a confiar
al Señor nuestra decisión de aprender
a realizar nuestra tarea de servicio, porque sólo
sirviendo podremos conocer y amar a Cristo y darlo a conocer y lograr que otros
más lo amen…
-Servicio es el punto central del funcionamiento de la
Iglesia. ¡Cómo me gusta esta palabra! Servir a mi Rey, Cristo Jesús. Servir, y
servir siempre. Danos, Madre nuestra, este sentido de servicio. Tu que antes las
maravillas del Dios que se iba a ser hombre, dijiste:
ecce ancilla!
Enséñame a servir así" (san Josemaría Escrivá). En el "pueblo del Servidor de
Yahvé" todo ha de entenderse como servicio humilde (el número siete era para los
griegos símbolo de universalidad, como lo era el número doce para los judíos).
En
-Para ello hace falta humildad, la gran virtud eclesial: María es el modelo, por eso une, la medida de su fe es su humildad sin medida. San Juan Bautista ya lo indicó: “Preciso es que él crezca y que yo mengüe” (Io 3, 30). Es no buscar ser más que los demás: “La humidad humildad se ignora, / sabrá que la tiene el alma, / si sufre cuando la elogian”. Dice S. Fco de Sales : “soportar los oprobios es la piedra de pargón de la humildad y de la verdadera virtud”. Si no es como una caña vacía. Y el de Kempis: “quien no tiene Dios ante los ojos se conturba por toda palabra que desprecio que oye”. Tampoco trabajar por tener “buena imagen”: “Humildad es contentarse / con lo que les dan, no pidan. Todo el que quiera alcanzar / perfección, huya mil leguas / del “razón tuve”… “me hicieron / sin razón”… “razonar quieran”… / De tantas buenas razones / Dios libre a las almas buenas”. El soberbio es como un balón de viento que aparece grande a sí mismo, pero en sustancia toda su grandeza se reduce a un poco de viento, que abriéndose el balón, todo en un momento se desvanece, como aquel sapo de la fábula que hinchándose quiso interrumpir el camino a la vaca, que inadvertida aplastó al que se sobreestimaba. Hay gente que busca tener el éxito en la vida, pero es mucho más importante que la vida sea un éxito, y así oímos muchos decir: “He desperdiciado la vida…” pero cuando se sirve esto no ocurre, la vida no es banal cuando hay amor, a una persona que sirve hay que decirle: tú sí que “sirves”, estos años de servicio “no los has tirado por la borda”… te has gastado eficazmente. Nunca se pierde el tiempo ni los talentos, cuando se entregan por amor.
-Manifestaciones
de este servicio: -Dejarse llevar por el Espíritu Santo, donde nos coloque en la
vida. -Olvido de mí, solo Dios basta. -Rectificar la intención, cuando me
busque, no hacerme la víctima cuando venga la señal de la cruz: acoger a Cristo
en ella. -No retener cargos, por desgracia los dictadores no saben hacer equipo,
y no tienen continuidad. -No “santificar nuestros defectos”, pensando que por el
prestigio que tenemos ya todo lo hacemos bien, acoger las correcciones. Sucede
que uno descuida el trato con las personas, cuando tiene poder y no ha de cuidar
tanto la imagen, pero la gente sencilla no valora el prestigio social sino estas
pequeñas atenciones, el interés cordial por cada persona, y eso es lo que da
fruto. -No hacer como esas gallinas que apenas ponen un solo huevo van
cacareando por toda la casa: pasar inadvertidos… -No preocuparse por los
fracasos, tomar experiencia. No me parece oportuno lo de olvidar, sino
aprovechar esas cosas malas, para el servicio: nos hacen más humildes, y con la
humildad hay una renovada lucha fruto de confiar más en Dios y menos en nuestras
fuerzas, y así el remordimiento convertido en arrepentimiento sirve para el
servicio: la mejor penitencia es pensar en los demás: “darse, darse, darse a los
demás… es de tal eficacia que Dios lo premia con una humildad llena de servicio,
de gozo espiritual” (san Joseraría). Las ramas secas enterradas a los pies del
árbol, dan vida y lozanía. –no ser tan tontos de pensar que lo nuestro es lo
mejor: estar abiertos. –No pensar nunca “éste no sirve” para trabajar en esto;
“eres tú el que no sirves”, por no saber gobernar, poner a cada uno en su sitio…
Como la lamparilla alumbrando en el sagrario, así el servicio, gastar los años
de juventud y de madurez en los demás, indica: “ahí está Dios”. Servir es poner
en práctica lo que antes escribían en “la
medalla del amor:
+ que ayer, – que mañana”. -Que sepa escuchar, aprender de
los demás. -No ser nunca susceptible, ni justificarme, pues no tengo razón
cuando me pierdo en razonar todo. –Ser acogedores como Jesús, que no va a
imponer el criterio, sino a amar, y a partir de lo que a la gente le preocupa
(el agua, la cosecha…) va subiendo las miras hacia el agua viva, el fruto que no
se pudre… S. Francisco de Sales decía que la humildad es “base y fundamento de
todas las otras y sumamente necesaria al hombre en la vida presente”, y añadía:
“Amadas imperfecciones, que nos hacen descubrir nuestra miseria y nos ejercitan
en la humildad!” Boylan señalaba que los desequilibrios mentales muchas veces es
por no adaptarse a la realidad. Servir es trabajar por Dios, sin delirios de
grandeza, pues todo es grande cuando se hace por amor. S. Bernardo decía: el
pecador por caminar sobre las pisadas del ángel, en este camino de la humildad,
toma una vía más segura que el hombre que en su virginidad sigue el camino de la
soberbia, porque la humildad de
uno lo purificará de sus daños, mientras la
soberbia del otro no puede que manchar su pureza. S. Juan Crisóstomo: madre,
raíz, nutriz y centro de todos los otros bienes: la soberbia de por sí (secundum
genus suum) es el peor de los pecados, más grave que la infidelidad, que la
desesperación, que el homiciod, que la lujuria, etc. (S. Francisco de Sales
habla mucho de esto, Tissot y otros lo han recogido ordenadamente). “Plus placet
Deo humilitas malis in factis quam superbia in bonis” (Dios mira más
complaciente acciones malas acompañadas de la humildad, que buenas obras
infectadas de orgullo” (S. Agustín). San Ottato de Milevi: “mejor pecados con
humildad, que inocencia con orgullo”. San Gregorio Niseno: “un carro lleno de
obras buenas, conducido con soberbia, lleva al infierno; un carro de pecados,
conducido con humildad, conduce al paraíso”. San Gregorio Magno: “sucede a
menudo que quien se ve cubierto de muchas manchas ante Dios, no es menos
ricamente embellecido con el vestido de una más profunda humildad”.
El hombre santo y
humilde, cuando es corregido gime por el error cometido: y el soberbio también
gime cuando es corregido, pero gime porque se ve descubierto en su defecto, y
por eso se turba, responde y se indigna con quien lo corrige”. Y dice La
Chantal: “si no podemos adquirir muchas virtudes, por lo menos tengamos la
humildad!” ¿La razón?: si el pecado es aversión contra Dios, la soberbia es el
peor, pues los otros pecados alejan de Dios por la ignorancia, debilidad, deseo
de un bien. La soberbia porque no quiere someterse a El y a su ley, y Dios
resiste a los soberbios (Iac 4). La aversión a Dios y a sus preceptos en los
demás pecados es una consecuencia, en la soberbia en la que el acto propio es el
desprecio de Dios, tal aversión le es natural.
Triste la persona
en la que nada quede del niño que lleva
dentro: «Un
testimonio elocuente para los creyentes de cómo "reinar" significa "servir"»,
concluyó. Ejemplo que no es sólo válido para los «padres», sino también para
todos aquellos que tienen un papel de «guía»”, decía el Papa refiriéndose a los
obispos. En la Iglesia se toma el “poder” ordenarse sacerdote no como un
servicio, y ahí está el problema de hoy, de las reivindicaciones, que dejan
entrar en la comunidad lo domina en la sociedad civil: el afán de dominio sobre
los demás. Lo que vale es el amor, el servicio.
Hay que afrontar
como aquellos primeros cristianos las problemáticas de pobreza actual: «Nuestra
época, por primera vez, tiene el conocimiento, los medios y las posibilidades
políticas para derrotar a la pobreza y las desigualdades. A pesar de ello, los
fuertes desequilibrios siguen existiendo» (Diarmuid Martin). Se habla mucho de
ayuda pero crece la pobreza: “hay algo que no funciona”. “Los países
desarrollados, empezando por la Unión Europea…, deben tener el valor de admitir
sus errores, que se pueden resumir en una postura de superioridad respecto a los
países más pobres. Un comportamiento de superpotencia que debe ser sustituido
por una relación de cooperación… Se trata de invertir en la capacidad de las
personas. Invertir en formación. En el fondo el objetivo del desarrollo es
preparar a las personas para que puedan aportar las capacidades que Dios les ha
dado. Traducido en pocas palabras: menos asistencia y más desarrollo de la
persona… se habla todavía demasiado de asistencia y no se habla, por ejemplo, de
creación de puestos de trabajo. Y sin embargo, este es un tema central, un pilar
para cualquier política de desarrollo real. Sobre todo, porque un trabajo digno
es el primer factor que permite al hombre poner a disposición sus propias
capacidades. Y, en segundo lugar, permite a la persona ser dueña de su destino,
no depender de la ayuda del poderoso de turno. La creación de nuevos puestos de
trabajo debería usarse también como instrumento para evaluar la eficacia de los
diversos programas de lucha contra la pobreza. Invertir en formación es
importante pero lo es también crear un espíritu de pequeña empresa. Los ejemplos
positivos no faltan y demuestran también que las mujeres son especialmente
capaces de responder a este estímulo. Las relaciones de cooperación deberían por
tanto premiar a las pequeñas empresas que funcionan. Y aquí se engancha el tema
de la deuda externa. Cuando estas empresas funcionan, es importante que se
garantice la reinversión de los beneficios en el mismo lugar. Los altos niveles
de deuda, en cambio, impiden esto, de manera que las riquezas locales se gastan
en pagar intereses que ya no son sostenibles, y se perpetúa la espiral de la
pobreza”. El comercio de armas y en general los gobiernos occidentales no son
modelo de solidaridad: hasta que no bloqueen el tráfico de armas hacia estos
países, “dado que la guerra y los conflictos civiles están entre las primeras
causas de la pobreza”, no hay que confiar en esas políticas.
-Caridad, servicio… “quien quiera ser grande entre
vosotros, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero sea
esclavo de todos”. Es un nuevo señorío el que instaura el Señor, demuestra que
ahí está el fundamento de la nobleza y su razón de ser: “porque el Hijo del
Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar Su vida en redención de
muchos”: no cargos, servicio, eso es lo que vale, el éxito auténtico. A la luz
de esta actitud de Cristo se puede reinar sólo sirviendo, a la vez, el servir
exige tal madurez espiritual que es necesario definirla como reinar. Necesitamos
de la humildad de corazón, la generosidad, la fortaleza, la alegría para poner
la vida al servicio de Dios y de los hombres. La vida de Jesús es un incansable
servicio a los hombres: los enseña, los conforta, los atiende…, hasta dar la
vida. Y nosotros, si queremos ser discípulos de Cristo, debemos fomentar esa
disposición del corazón que nos impulsa a darnos constantemente a quienes están
a nuestro lado. La última noche, antes de la Pasión, Cristo, ante los
discípulos, que discutían por motivos de soberbia y de vanagloria, realizó la
tarea propia de los siervos, se inclina y lava sus pies: fustiga amorosamente la
falta de generosidad de aquellos hombres. La vida eclesial, familiar,
profesional, es un excelente lugar para manifestar este espíritu de servicio en
multitud de detalles que pasarán frecuentemente inadvertidos, pero que ayudan a
fomentar una convivencia grata y amable, en la que está presente Cristo. El
Señor nos llama particularmente en los enfermos y en los ancianos, para
ayudarlos con humildad y finura humana que apenas se advierten. El Señor sirve
con alegría, amablemente, con gesto y tono cordiales. Y así debemos ser nosotros
cuando realizamos esos quehaceres que son un servicio a Dios, a la sociedad o a
quienes están próximos:
Servid al Señor con alegría
(Salmo 99, 2), nos dice el Espíritu Santo por boca del Salmista. El Señor
promete la felicidad a quienes sirven a los demás. Aquello que entregamos con
una sonrisa, con una actitud amable, parece como si adquiriera un valor nuevo y
se apreciara también más. Además, para servir, hemos de ser competentes en
nuestro trabajo:
para servir, servir.
Acudamos a San José, servidor fiel y prudente, y con su ayuda veremos en los
demás a Jesús y María. Así nos será fácil servirles (Francisco Fernández
Carvajal-Tere Correa).
Cristo es siempre
consciente de ser el "Siervo del Señor", según la profecía de Isaías (cf. 42,1;
49,3.6; 52,13), en la cual se encierra el contenido esencial de su misión
mesiánica: la conciencia de ser el Redentor del mundo. María, desde el primer
momento de su maternidad divina, de su unión con el Hijo que "el Padre ha
enviado al mundo, para que el mundo se salve por él" (cf. Jn 3, 17), se inserta
en el servicio mesiánico de Cristo. Precisamente este servicio constituye el
fundamento mismo de aquel Reino, en el cual "servir" (...) quiere decir
"reinar". Cristo, "Siervo del Señor", manifestará a todos los hombres la
dignidad real del servicio, con la cual se relaciona directamente la vocación de
cada hombre, decía Juan Pablo II, quien proponía también formas concretas de
ayuda como adoptar una familia del tercer mundo: «una nueva forma de adopción a
distancia -aclaró el obispo de Roma- que, a través de la mediación directa de
los misioneros, permite asegurar un trabajo digno a los cabezas de familia en
los países más pobres».
Hallándose Jesús
en Betania, en casa de Simón el leproso, se acercó a Él una mujer que traía un
frasco de alabastro, con perfume muy caro, y lo derramó sobre su cabeza mientras
estaba a la mesa. Al ver esto los discípulos se indignaron y dijeron: ¿para qué
este despilfarro? Se podía haber vendido a buen precio y habérselo dado a los
pobres. Mas Jesús, dándose cuenta, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer?
Pues una "obra buena" ha hecho conmigo. Porque pobres tendréis siempre con
vosotros, pero a mí no me tendréis siempre. Y al derramar ella este ungüento
sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho. Yo os aseguro:
dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará
también de lo que ésta ha hecho para memoria suya (Mt 26,6). Luego Juan explica
que quien murmuraba, Judas, era para
quedarse con el dinero, no porque le importaran los pobres. Cuando alguien
critica la Iglesia diciendo que no se ocupa suficientemente de los pobres,
digamos que sí, que somos pecadores, pero con sencillez digamos: “yo hago
esto...”, y hagámosles también la pregunta: “¿tú qué haces por los pobres?” Los
Apóstoles centran la cuestión: la dedicación a la palabra y la oración es
prioritaria, para ellos; conviene que haya otros, escogidos por sus virtudes,
quienes administren el dinero destinado a esas cosas sociales. El servicio es
aquí lo prioritario: servicio a Dios, a las almas: perfume dedicado al Señor, y
que ese amor se vierta en los demás. Jesús
no vino 'a ser
servido, sino a servir y dar su vida en redención por muchos' (Mt 20,28). Si no,
se vive muy lejos de Dios con una falsa piedad, aunque mucho se rece. Bien claro
ha hablado el Maestro: "apartaos de mí, e id al fuego eterno, porque tuve
hambre..., tuve sed..., estaba en la cárcel..., y no me atendisteis". El
servicio va ligado a la alegría, pues servir con caras largas, es igual que no
hacerlo.
S. Agustín pedía a Dios: “"Míranos siempre con amor de
Padre". El tiempo pascual es particularmente apto para gustar la realidad de la
paternidad divina recibida en el Bautismo. El plan eterno de Dios, preparado
largamente, llegó a su plena realización en la pasión y resurrección del Hijo.
El regalo de
2. El punto central en el fragmento del salmo de
hoy es la gratitud hacia Dios, por su misericordia (vv. 4-5), su providencia se
ensancha hacia todos los hombres (vv. 18-19), y se ha manifestado especialmente
en Jesús, la máxima revelación divina. Es necesario personalizar este salmo, en
nuestra propia vida y en nuestra propio estilo:
alabar... Creer en el poder de Dios... Creer que
Dios interviene "hoy y siempre en los
acontecimientos contemporáneos..." "hacerse pobre":
la "mirada de Dios" sobre nosotros es
una defensa más segura que todos los medios del
poder humano. He aquí un ejemplo de personalización... He aquí como PAUL Claudel
"releía" este
salmo a su manera, vigorosa, truculenta, poética:
"Escuchad, pájaros cantores, el ímpetu que doy a mi canto:
lo que llaman en música la
anacrusa. Mirad mis dedos que sin hacer ruido en
los rayos del sol, pulsan el arpa entre mis
rodillas: hay diez cuerdas, ¡Atentos cuando levante
la mano! Yo también canto muy suave, y
los ojos bien abiertos, llevo el compás, el oído
atento a vuestra vociferación. Dios es
hombre de bien: se escucha la conciencia en todo lo
que El ha hecho. Alguien de confianza y de buenos sentimientos: que no pide otra
cosa que estar bien con
el mundo. Esto es sólido, vamos, este cielo que ha
fabricado con sus manos, y es El quien
está en el interior, este espíritu que hace marchar
todo. Es El quien ha juntado el mar como en un odre y que ha colocado
cuidadosamente
aparte los abismos para servirse de ellos. ¡Toda la
tierra, si tiene corazón, que palpite sobre
el corazón de Dios! En un abrir y cerrar de ojos
todo fue hecho. Y entonces, las
combinaciones de las gentes, poco tienen que ver
con él. ¡Hacéos los listos, hombres de
estado! Dios es alguien que recurre a su eternidad
para pasar el tiempo. Escoge, Señor,
entre nosotros: dichosos aquellos a quienes tú has
confiado la tarea de continuar tu obra. De lo alto de los cielos el Señor abre
los ojos para mirar: ¿son esos los hijos de los
hombres? De lo alto de su arquitectura, esta tierra
que El ha hecho, mira cómo nos las
arreglamos para habitarla. ¡Todo está unido!,
¡nadie es intercambiable! Ha puesto dentro
de nosotros un corazón, para que fuera nuestro
corazoncito para nosotros solos. Alguien
hace de rey, otro de gigante. Esto es gracioso. El
caballo para salvaros, deberá tener más
de cuatro patas para atarlo a vuestra ruleta. Decid
solamente: espero, tú eres bueno, eso basta. ¿Eso basta para no ir al infierno y
no
tener hambre? ¡Nunca más tendremos hambre! Dios es como
una columna entre mis
brazos. ¡Intentad arrebatármela! Estamos felices de
estar juntos: nos decimos el nombre de
pila unos a otros. Y entonces, queridos hijos,
atentos y todos juntos. "Que tu amor, Señor,
esté sobre nosotros, como nuestra esperanza está en
ti".
Así tradujo Claudel para él, este salmo. A nosotros toca
ahora, "gritar a Dios nuestra
alabanza" (Noel Quesson).
Recordaba Juan Pablo II que este salmo, de “22 versículos,
tantos cuantas son las letras del alfabeto hebraico, es un canto de alabanza al
Señor del universo y de la historia. Está impregnado de alegría desde sus
primeras palabras: "Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los
buenos. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez
cuerdas… La tercera y última parte del Salmo (vv. 16-22) vuelve a tratar, desde
dos perspectivas nuevas, el tema del señorío único de Dios sobre la historia
humana. Por una parte, invita ante todo a los poderosos a no engañarse confiando
en la fuerza militar de los ejércitos y la caballería; por otra, a los fieles, a
menudo oprimidos, hambrientos y al borde de la muerte, los exhorta a esperar en
el Señor, que no permitirá que caigan en el abismo de la destrucción. Así, se
revela la función también "catequística" de este salmo. Se transforma en una
llamada a la fe en un Dios que no es indiferente a la arrogancia de los
poderosos y se compadece de la debilidad de la humanidad, elevándola y
sosteniéndola si tiene confianza, si se fía de él, y si eleva a él su súplica y
su alabanza. "La humildad de los que sirven a Dios -explica también san Basilio-
muestra que esperan en su misericordia. En efecto, quien no confía en sus
grandes empresas, ni espera ser justificado por sus obras, tiene como única
esperanza de salvación la misericordia de Dios". El Salmo concluye con una
antífona que es también el final del conocido himno Te Deum: "Que tu
misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti" (v. 22). La
gracia divina y la esperanza humana se encuentran y se abrazan. Más aún, la
fidelidad amorosa de Dios (según el valor del vocablo hebraico original usado
aquí, hésed), como
un
manto, nos envuelve, calienta y protege,
ofreciéndonos serenidad y proporcionando un fundamento seguro a nuestra fe y a
nuestra esperanza”.
3. b) La Iglesia, templo espiritual: estamos en la segunda
lectura, san Pedro nos ofrece una de las más bellas descripciones de
La Iglesia, en su
triple función -sacerdotal, regia y profética- está llamada a "ofrecer
sacrificios espirituales", "proclamar las hazañas del que nos llamó". En el
Evangelio se nos dirá que todos están llamados a participar de la salvación de
Cristo, el único camino para la verdad y la vida.
Pe 2,4-9 dice: Vosotros sois una raza elegida, un
sacerdocio real. Por nuestra unión con Cristo Sacerdote todos debemos sentirnos
piedras vivas de un inmenso templo viviente que glorifica a Dios y es signo de
salvación para todos los hombres. Orígenes afirma: «Todos los que creemos en
Cristo Jesús somos llamados piedras vivas... Para que te prepares con mayor
interés, tú que me escuchas, a la construcción de este edificio, para que seas
una de las piedras próximas a los cimientos, debes saber que es Cristo mismo el
cimiento de este edificio que estamos describiendo. Así lo afirma el Apóstol
Pablo. Nadie puede poner otro cimiento distinto del que está puesto, que es
Jesucristo (1 Cor 3,11)»… “¡Ea, pues, hermanos!
Si habéis
resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la
derecha del Padre; gustad las cosas de arriba, no las de la tierra
(Col 3,1-2). Ésta es la razón por la que Cristo, nuestro cimiento, fue puesto
allí en lo alto: para ser edificados hacia arriba. En las construcciones
terrestres, como los pesos tienden por su propio peso a los lugares más bajos,
se ponen allí los cimientos; lo mismo sucede en nuestro caso, pero al revés: la
piedra que sirve de cimiento, está colocada arriba, para elevarnos hacia arriba
por el peso de la caridad. Alegremente, pues, obrad vuestra salvación con temor
y temblor. Dios es quien obra en nosotros el querer y el obrar según la buena
voluntad. Haced todo sin murmurar (Flp 2,12-14). Como piedras vivas, contribuís
a la edificación del templo de Dios (1 Pe 2,5); como vigas incorruptibles, haced
de vosotros mismos la casa de Dios. Ajustaos, tallaos en el trabajo, en la
necesidad, en las vigilias, en las ocupaciones; estad dispuestos a toda obra
buena, para que merezcáis descansar en la vida eterna, como en la trabazón de la
sociedad de los ángeles” (S. Agustín).
4. Juan 14,1-6: Yo soy el Camino,
c) La Iglesia,
sacramento del Reino: El pasaje evangélico está enteramente proyectado hacia las
"estancias del cielo". Por continuidad con los dos puntos anteriores, cabe
interpretarlo también en clave eclesiológica: la Iglesia, aparece pueblo en
marcha hacia la casa del Padre, va guiada por el Hijo resucitado. Su gran
esperanza es volver a estar con su Señor, que ha llegado a la comunión total con
el Padre. Su destino último y definitivo es entrar también ella en la
familiaridad perfecta con Dios (Ignacio Oñatibia). En Juan se suma como elemento
decisivo el que esa vida eterna no se entienda sólo como algo futuro que sólo se
nos otorgará en el futuro lejano o después de la muerte, sino que la fe es el
comienzo de esa vida eterna. Con la fe el hombre alcanza ya, aquí y ahora, una
nueva calidad de vida escatológica. La fe es el paso decisivo "de la muerte a la
vida", porque es la participación del hombre en la comunión divina que se le ha
abierto por Jesús (cf. 1 Jn 1,1-4).
Dícele Felipe: "Señor, muéstranos al Padre..."
Objetivamente la súplica formula el deseo de una contemplación de Dios. En ese
deseo de contemplar directamente la divinidad en toda su plenitud, se condensa
la quintaesencia de todo anhelo religioso, el anhelo de que en el encuentro con
Dios se nos abra el sentido del universo. Pese a toda la diversidad de sus
respuestas, las religiones son las formas expresivas de un sentido último
definitivo y que ya no puede superarse. También
Según la
concepción bíblica Dios se muestra sobre todo al "oyente de la palabra". La
respuesta de Jesús se mantiene exactamente en ese cuadro. El reproche "Llevo
tanto tiempo con vosotros, ¿y no me has conocido, Felipe?", remite al lector una
vez más al trato con el Jesús histórico. Conocer a Jesús equivale justamente a
reconocerle como el revelador de Dios. Sobre Jesús se pueden decir muchas cosas.
Cuando no se ha encontrado ese punto decisivo, es que aún no se ha dado con el
lugar justo para hablar de Jesús, por seguir moviéndose siempre en preliminares
y cuestiones acusatorias. Todo trato con Jesús, el teológico y el piadoso, así
como el trato mundano con él, debe siempre plantearse esta cuestión.
Ahora el lado
positivo: "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre". En el encuentro con
Jesús encuentra su objetivo la búsqueda de Dios. Pues ése es el sentido de la fe
en Jesús: que en él se halla el misterio de lo que llamamos Dios. Por lo demás,
el "ver a Jesús", de que aquí se trata, no es una visión física, sino la visión
creyente. La fe tiene su propia manera de ver, en que siempre debe ejercitarse
de nuevo. Pero lo que en definitiva llega a ver la fe en Jesús es la presencia
de Dios en este revelador. Y es evidente que, así las cosas, huelga la súplica
de "¡Muéstranos al Padre"!
Se da ahora la
razón de por qué la fe en Jesús puede ver al Padre: "¿No crees que yo estoy en
el Padre y que el Padre está en mí?" Hallamos aquí una forma de lenguaje típica
de Juan (fórmula de inmanencia recíproca), para indicar que Jesús está "en el
Padre" y que el Padre está "en Jesús". En esa fórmula, que no debe interpretarse
mal como una concepción espacial, se manifiesta la íntima relación y comunión
entre Dios y Jesús. Que Jesús "está en el Padre" quiere decir que está
condicionado en su existencia y en su obrar por Dios, a quien él entiende como
su Padre; y, a la inversa, que Dios se revela a través de la obra Jesús, hasta
el punto de que "en Jesús" se hace presente. Se comprende que la verdad de esta
afirmación sólo se manifiesta en la fe, y no en una especulación sobre Dios que
pueda separarse de la fe. Y que la fe pone al hombre en una relación viva con
Jesús y, justamente por ello, en una relación viva con Dios, asegurando una
participación en la comunión divina (“El Nuevo Testamento y su mensaje”).