San Juan 16, 12-15:
El Espíritu Santo es pedagogo, maestro de la Verdad que buscamos, que está en la Iglesia, y hemos de propagar como vemos que hace san PabloAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Hch 17,15.22-18,1:
15Los que
conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas y se volvieron con la indicación,
para Silas y Timoteo, de que se uniesen con él cuanto antes. 22Entonces Pablo,
de pie en mdio del Areópago, dijo: Atenienses, en todo veo que sois más
religiosos que nadie23pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados he
encontrado también un altar en el que estaba escrito: Al Dios desconocido. Pues
bien, yo vengo a anunciaros lo que veneráis sin conocer. 24El Dios que hizo el
mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra, no habita
en templos fabricados por hombres, 25ni es servido por manos humanas como si
necesitara de algo el que da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. 26El
hizo, de un solo hombre, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la
faz de la tierra. Y fijó las edades de su historia y los límites de los lugares
en que los hombres habían de vivir, 27para que buscasen a Dios, a ver si al
menos a tientas lo encontraban, aunque no está lejos de cada uno de nosotros,
28ya que en él vivimos, nos movemos y existimos, como han dicho algunos de
vuestros poetas: Porque somos también de su linaje.
29Si somos linaje de Dios no debemos pensar por
tanto que la divinidad es semejante al oro, a la plata o a la piedra, escultura
del arte y del ingenio humanos. 30Dios ha permitido los tiempos de la ignorancia
y anuncia ahora a los hombres que todos en todas partes se conviertan, 31puesto
que ha fijado el día en que va a juzgar la tierra con justicia, por medio del
hombre que ha designado, presentando a todos un argumento digno de fe al
resucitarlo de entre los muertos.
32Cuando oyeron «resurrección de los muertos», unos
se reían y otros decían: Te escucharemos sobre esto en otra ocasión. 33De este
modo salió Pablo de en medio de ellos. 34Pero algunos hombres se unieron a él y
creyeron, entre ellos Dionisio el Areopagita y una mujer llamada Dámaris, y
algunos otros.
18,1Después de
esto se fue de Atenas y llegó a Corinto.
Salmo
responsorial: 148,1-2.11-12ab.12c-14a.14bcd:
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
«Alabad al Señor
en el cielo, alabad al Señor en lo alto, alabadlo todos sus ángeles, alabadlo,
todos sus ejércitos. Reyes y pueblos del orbe, príncipes y jefes del mundo, los
jóvenes y también las doncellas, los viejos junto con los niños. Alaben el
nombre del Señor, el único nombre sublime. Su majestad sobre el cielo y la
tierra. Él aumenta el vigor de su pueblo. Alabanza de todos sus fieles, de
Israel, su pueblo escogido».
Jn 16, 12-15
(se lee también en
Muchas cosas me quedan por deciros; pero no podéis cargar
con ellas por ahora. Cuando venga él, el Espíritu de
Él me glorificará,
porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es
mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
Comentario:
1.
Atenas significa
mucho en la antigüedad, más allá de su medio millón de habitantes, esa ciudad en
la que los esclavos y los pobres constituyen los dos tercios de la población, es
la ciudad cosmopolita en la que se mezclan y se enfrentan todas las razas,
centro de la cultura antigua aunque en esos momentos ya no es la brillante de
los tiempos de Aristóteles y Platón. Ahí va Pablo para conectar con la búsqueda
titubeante de Dios que llevan en el corazón. Entra en el universo cultural de
aquellos a quienes se dirige.
Es el más largo discurso de Pablo. El conocimiento de Dios
es el tema fundamental del discurso. ¿Cómo puede un pagano conocer a Dios? Hay
una ignorancia de Dios considerada culpable, fruto de las pasiones desatadas
(Rom 1,18-32; Sab 13,14; Ef 4,17-19). Pero Pablo usa una simpatía con sus
creencias, y les señala que Dios no habita en templos construidos por hombres
(v. 24). Recoge una corriente del pensamiento griego, pero que era igualmente
una idea bíblica que Esteban había ya defendido ante un auditorio judío (Act 7,
48) y que se remonta a las antiguas polémicas de Israel contra la idolatría (v.
29; cf. Sal 113/115; Is 44,9-20; Jer 10,1-16). Pablo presenta la pertenencia a
la raza de Dios a partir de la cita de un filósofo griego (v. 28: -Dios no está
lejos de nosotros, pues en El vivimos, nos movemos y somos. Pero comprendida a
la manera bíblica (v. 26), como un anuncio del reagrupamiento de la humanidad
tras el nuevo Adán -Rom 5,12-21; 1 Cor 15,21-22- y en la filiación divina).
Cuando en los últimos versículos trata de la resurrección, provoca la ruptura.
En ellos Pablo acumula una serie de expresiones totalmente incomprensibles para
los griegos: la idea de un "ahora" (v. 30), es decir, de un momento privilegiado
en una historia que, por tanto, tendría sentido, la noción de un juicio de Dios
(v. 31), demasiado directamente vinculado a un sentido escatológico de la
historia poco en armonía con las concepciones paganas, la idea de resurrección
sobre la que, además, se pedirá a Pablo que se detenga, concepción que incluso
numerosos judíos se negaban a admitir (cf. vv. 31-32). Aún cuando tiene un
“éxito” limitado, nos enseña Pablo a dialogar con la cultura y la historia: «
Hemos de reconocer
en Pablo una preocupación real por estar atento a la mentalidad de sus
interlocutores. En efecto, Pablo abandona la argumentación clásica del kerygma
apostólico, basado sobre una cultura demasiado bíblica para los paganos. Además
se tomó el trabajo de conocer las principales corrientes espirituales del
paganismo griego y especialmente la concepción de una paternidad universal (v,
28), así como la de una religión liberada del materialismo y del formalismo (v.
29). Su discurso es modelo de apología, parte de la idea religiosa para ir
profundizando en un Dios personal, providente, Juez… Pablo encontró
dificultades, como también hoy las tiene, su concepción de una historia que
tiene un sentido más allá de sí misma en la voluntad de Dios que la lleva a su
realización, esto choca con el desarrollo cíclico y fatal de la historia (como
para los ateos de hoy, convencidos de que la historia, lo mismo que la
naturaleza, se explica por sí misma sin recurso a lo divino). Pero es difícil
saber si son los discursos los que mueven al no creyente, o es el insertarse del
cristiano en el mismo corazón de las actividades humanas y tocar el corazón de
cada persona, para realizar un hondo apostolado personal con los compañeros:
como decía san Josemaría Escrivá, se meten así en la vida de los demás —sin
distinción de ideas sociales, políticas o religiosas—, igual que Cristo se ha
metido en sus vidas. La necesidad de este apostolado de amistad y de confidencia
–transmitir la experiencia de Cristo- es lo más básico.
-Dios, pues, anuncia ahora a los hombres... que ha
designado a un hombre, que habiéndolo resucitado de entre los muertos... ¡Aquí
está lo esencial!: ¡La resurrección de Jesús! Después de los preliminares de
orden cultural o filosófico, llega a hablar de «Jesús» en su misterio principal
(Maertens-Frisque/Noel Quesson). Por eso escribió a los Corintios: «Me he
presentado a vosotros débil y con temor y mucho temblor, y mi mensaje y mi
predicación, no se han basado en palabras persuasivas de sabiduría, sino en la
manifestación del Espíritu y del poder» (1 Cor 2,3-4). Hay algunos, hombres y
mujeres, que abrazan la fe, pero se encontró con la cerrazón del ambiente.
Nosotros seguimos teniendo este problema del lenguaje. El Concilio Vaticano II
puso a
2. Este salmo,
decía Juan Pablo II, “constituye un auténtico «cántico de las criaturas», una
especie de «Te Deum» del Antiguo Testamento, un aleluya cósmico que involucra
todo y a todos en la alabanza divina. Así lo comenta un exégeta contemporáneo:
«El salmista, al llamarlos por su nombre, pone en orden los seres: en lo más
alto del cielo, dos astros según los tiempos, y aparte las estrellas; a un lado
los árboles frutales, al otro los cedros; a otro nivel los reptiles y los
pájaros; aquí los príncipes y allá los pueblos; en dos filas, quizá dándose la
mano, jóvenes y muchachas… Dios los ha creado dándoles un lugar y una función;
el hombre los acoge, dándoles un lugar en el lenguaje; y así los presenta en la
celebración litúrgica. El hombre es el "pastor del ser" o el liturgista de la
creación» (Luis Alonso Schökel). Unámonos también nosotros a este coro universal
que resuena en el ábside del cielo y que tiene por templo todo el cosmos.
Dejémonos conquistar por la respiración de la alabanza que todas las criaturas
elevan a su Creador (...) la mirada se dirige, después, al horizonte terrestre,
donde aparece una procesión de cantores, al menos veintidós, es decir, una
especie de alfabeto de alabanza, diseminado sobre nuestro planeta. Se presentan
entonces los monstruos marinos y los abismos, símbolos del caos de las aguas
sobre el que se cimienta la tierra (cf Sl 23, 2) según la concepción cosmológica
de los antiguos semitas.
El padre de
Dejemos ahora a san Juan Crisóstomo la tarea de echar una
mirada de conjunto sobre este inmenso coro. Lo hace con palabras que hacen
referencia también al Cántico de los tres jóvenes en el horno ardiente… El gran
Padre de
De este modo,
nosotros también somos invitados a asociarnos a este inmenso coro,
convirtiéndonos en voz explícita de toda criatura y alabando a Dios en las dos
dimensiones fundamentales de su misterio. Por un lado tenemos que adorar su
grandeza trascendente, porque «sólo su nombre es sublime; su majestad
resplandece sobre el cielo y la tierra», como dice nuestro Salmo (v. 13). Por
otro lado, reconocemos su bondad condescendiente, pues Dios está cerca de sus
criaturas y sale especialmente en ayuda de su pueblo: «él acrece el vigor de su
pueblo..., su pueblo escogido» (v. 14), como sigue diciendo el Salmista.
Frente al Creador
omnipotente y misericordioso, acojamos, entonces, la invitación de san Agustín a
alabarle, ensalzarle y festejarle a través de sus obras: «Cuando observas estas
criaturas, te regocijas, y te elevas al Artífice de todo y a partir de lo
creado, gracias a la inteligencia, contemplas sus atributos invisibles, entonces
se eleva una confesión sobre la tierra y en el cielo... Si las criaturas son
bellas, ¿cuánto más bello será el Creador?». Pedimos en el Ofertorio: «¡Oh Dios,
que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu
divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta
verdad que conocemos». Todos, sin excepción, ricos y pobres, cultos e incultos,
hombres y mujeres, jóvenes, ancianos y niños, alaben al Señor. Nosotros hemos
sido creados para convertirnos en una continua alabanza del Nombre del Señor.
Quienes creemos en Él, quienes ya lo alabamos y queremos llevar una vida recta,
debemos ser los primeros responsables en dar a conocer a todos su Nombre y sus
obras, llenas de amor y de misericordia para con nosotros, de tal forma que
todos puedan hacer de su vida una auténtica alabanza al Señor. Alabar al señor
de un modo sincero hará que desaparezcan de nosotros todos los signos de pecado
y de muerte; pues quien diga que alaba al Señor pero continúe destruyendo su
propia vida, destruyendo la vida de los demás o destruyendo irracionalmente la
creación, será un hipócrita, que alaba al Señor con los labios pero su corazón
está lejos de Él. Siguiendo con el discurso paulino, vemos a Dios en todas las
cosas; Taciano dice así: «La obra que por amor mío fue hecha por Dios no la
quiero adorar. El sol y la luna hechos por causa nuestra; luego, ¿cómo voy a
adorar a los que están a mi servicio? Y ¿cómo voy a declarar por dioses a la
leña y a las piedras? Porque al mismo espíritu que penetra la materia, siendo
como es inferior al espíritu divino, y asimilado como está a la materia, no se
le debe honrar a par del Dios perfecto. Tampoco debemos pretender ganar por
regalos al Dios que no tiene nombre; pues el que de nada necesita, no debe ser
por nosotros rebajado a la condición de un menesteroso». Le pedimos: «escucha,
Señor, nuestra oración y concédenos que, así como celebramos en la fe la
gloriosa resurrección de Jesucristo, así también, cuando Él vuelva con todos sus
santos, podamos alegrarnos con su victoria».
3. Jesús lleva a los discípulos hasta
Ayer meditamos el papel del "Defensor" que el Espíritu
ejerce en el curso del "proceso de Jesús" que se desarrolló en Jerusalén en
aquel tiempo... y que se desarrolla en el curso de toda la historia. Hoy vamos a
considerar otro cometido del Espíritu, su papel de pedagogo, el que hace
comprender, el que hace crecer. -Muchas cosas tengo aún que deciros, mas no
podéis comprenderlas ahora. Sí,
-“Cuando vendrá
Aquél, el Espíritu de verdad… no hablará de sí mismo, sino que hablará lo que
oyere... Recibirá de lo mío y os lo anunciará”... Ya sabíamos que Jesús está
totalmente vuelto hacia el Padre, que no "hace nada por sí mismo" que es una
perfecta transparencia del Otro. Esto es lo que Jesús nos revela aquí; la
absoluta transparencia de las relaciones de amor entre las Tres personas
divinas: ninguna guarda nada de "lo suyo", todo es participado, comunicado,
dado, recibido... Nuestras palabras terrenas son inválidas para expresar esta
cualidad inaudita de la relación que une al Padre, al Hijo y al Espíritu. Todas
nuestras relaciones humanas brotan de ella.
-Todo cuanto tiene el Padre es mío... El Espíritu tomará
de lo que me pertenece y os lo anunciará… Las revelaciones del Espíritu en el
curso de la historia no pueden ser nuevas revelaciones, contradictorias con lo
que ha sido revelado en Jesucristo. ¡El Espíritu lleva a Jesús como Jesús lleva
al Padre! Así nos lleva a la unidad, a la comunión con las personas divinas
(Noel Quesson). El Catecismo de
En toda
Gracias sean dadas a nuestro Dios y Padre porque nos hace
llegar a la plenitud de
Nosotros debemos ser un auténtico testimonio en el mundo
de Aquel que es
Que Dios nos conceda, por intercesión de