San Mateo 25,14-30:
Aprovechemos los talentos que Dios nos ha dado, en el servicio a los demás, pues con esta medida podremos recibir la gracia del cieloAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Lectura del libro de
los Proverbios 31,10-13.19-20.29-31.
Una mujer hacendosa,
¿quién la hallará? / vale mucho más
que las perlas. / Su marido se fía de ella / y no le faltan riquezas. /
Le trae ganancias y no pérdidas / todos
los días de su vida.
/
Adquiere lana y lino, / los trabaja con la destreza de sus manos. /
Extiende la mano hacia el huso / y
sostiene con la palma la rueca. /
Abre sus manos al necesitado / y extiende el brazo al pobre. /
Engañosa es la gracia, fugaz la
hermosura; / la que teme al Señor merece alabanza. /
Cantadle por el éxito de su trabajo, /
que sus obras la alaben en la plaza.
Sal 127,1-2. 3. 4-5.
R/.
Dichoso el que teme al Señor.
¡Dichoso el que teme al Señor / y sigue sus caminos! / Comerás del fruto de tu
trabajo, / serás dichoso, te irá bien. / Tu mujer como parra fecunda, / en medio
de tu casa; / tus hijos como renuevos de olivo / alrededor de tu mesa.
Esta es la bendición del hombre / que teme al Señor. / Que el Señor te bendiga
desde Sión, / que veas la prosperidad de Jerusalén, / todos los días de tu vida.
Lectura de la primera
carta del Apóstol San Pablo a los Tesalonicenses 5,1-6.
Hermanos: En lo referente al tiempo y a las circunstancias no necesitáis que os
escriba. Sabéis perfectamente que el Día del Señor llegará como un ladrón en la
noche. Cuando estén diciendo: «paz y seguridad», entonces, de improviso, les
sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no
podrán escapar. Pero vosotros, hermanos, no vivís en tinieblas para que ese día
no os sorprenda como un ladrón, porque todos sois hijos de la luz e hijos del
día; no lo sois de la noche ni de las tinieblas. Así, pues, no durmamos como los
demás, sino estemos vigilantes y vivamos sobriamente.
Lectura del santo
Evangelio según San Mateo 25,14-30.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -Un hombre que se iba
al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno
le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su
capacidad. Luego se marchó. [El que recibió cinco talentos fue en seguida a
negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó
otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el
dinero de su señor.]
Al
cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar
las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le
presentó otros cinco, diciendo: -Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he
ganado otros cinco.
Su
señor le dijo: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel
en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Se
acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo: -Señor, dos talentos me
dejaste; mira, he ganado otros dos.
Su
señor le dijo: -Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel
en lo poco, te daré un cargo importante: pasa al banquete de tu señor.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: -Señor, sabía que
eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve
miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.
El
señor le respondió: -Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que
siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi
dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los
intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene
se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará, hasta lo que tiene.
Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el
rechinar de dientes.
Comentario: 1.
Pr
31.10-13.19-20.30-31. El problema del feminismo es que ha habido machismo desde
hace tiempo, y se ha aplicado el patrón del resto de aspectos sociales:
antagonismo, confundir igualdad con uniformidad; negarse, en definitiva, a
reconocer que hombre y mujer son distintos. Hombre y mujer son iguales en
dignidad, en derechos, en oportunidades que deben recibir, en la consideración
como seres humanos, etc. La marginación y sumisión en que la mayoría de las
sociedades han tenido a la mujer probablemente se deba a una mala interpretación
de la diferencia de cualidades entre el hombre y la mujer; pero el camino para
resolver este grave error histórico no es cometer otro y negar las diferencias.
En nuestro mundo urge admirar la existencia de una femineidad y la existencia de
una masculinidad: Dios creó al hombre y a la mujer (varón y varona, dice
literalmente la Biblia, para que se vea claramente la igualdad), y a los dos los
hizo a su imagen y semejanza; y sólo a Eva reconoció Adán como carne de su carne
y sangre de su sangre. Hay, por tanto, una evidente igualdad. Los creó "varón y
varona", diferentes, distintos, para que se complementaran -no para que uno
sometiera a otra, ni tampoco una al otro-. La primera lectura de hoy alaba a una
mujer que sabe realizar correctamente las tareas domésticas… quizá es hora de
que el Estado instaure la seguridad social y la pensión para las amas de casa,
para realzar esta dignidad.
A
vueltas con el refranero.- Dada la gran atracción que la mujer ejerce sobre el
hombre: "Más tira moza que soga", no es raro que el hombre de todos los tiempos
haya plasmado en refranes el papel decisivo que, para bien o para mal, puede
ejercer la mujer en el hogar: "Con mal anda la casa donde la rueca manda a la
espada", y un proverbio latino: "Femina raro bona, sed quae bona, digna corona".
El predominio cultural del hombre ha recalcado más los aspectos negativos que
los positivos. -También en los libros sapienciales de la Biblia encontramos
proverbios de este mismo talante; "Más vale vivir en rincón de azotea que en
taberna con mujer pendenciera" (21,9), "la mujer hacendosa es corona del marido,
la de mala fama es caries en los huesos" (12,4; cf. 18,22; 5,15ss.). Aquí, la
madre del rey Lemuel (v.1) presenta a su hijo el cuadro de una buena ama de casa
(vv.10-31). Es un bello poema alfabético (cada uno de los veintidós versículos
empieza con una letra diversa del alfabeto hebreo), sin ningún orden. Es el
poema en su conjunto, y no el recorte de versículos, el que produce en el lector
un gran impacto. Relato más apto para ser escuchado que comentado. El autor
tiene ante los ojos a la mujer de sus sueños. La presenta como modelo a imitar
por los israelitas e ideal de compañera, casi utópica, a alcanzar por el futuro
esposo. -La interrogación del v. 10 no indica pesimismo. Una mujer, como la que
nos presenta el poema, es difícil de encontrar, pero no imposible. El valor de
la perla radica precisamente en su escasez; y el que la encuentra ha encontrado
un gran tesoro. -Con su trabajo y buena administración mejora la economía de la
casa y tiene un papel decisivo en la posición social del marido. Es comedida y
certera en sus palabras, solícita con sus empleados y caritativa con los pobres
(vv.11-27). Su marido y sus hijos la felicitan y la alaban (vv. 28-29). Sus
mismas obras pregonan su personalidad (v.31). Una mujer de este calibre sólo
puede causar admiración. -En el v.30 encontramos el único elemento religioso del
poema: el temor de Dios está por encima de la caduca hermosura. Nuestro
refranero hablará de sensatez: "Cabello largo y corto el seso", "anillo de oro
en jeta de puerco es la mujer hermosa falta de seso" (11,22). La mujer ideal ha
de poseer gran dosis de sensatez y, según Proverbios, debe integrar en su vida
el aspecto religioso: deberá estar abierta a la divinidad en el amor (alteridad
de la Alianza) y en el temor (saber reconocer su puesto y darse cuenta de la
superioridad de la divinidad). Este es el concepto de “temor” bíblico, que nada
tiene que ver con nuestra idea del temor… Si el autor de este libro viviera hoy,
estoy seguro de que defendería con fuerza y tozudez los derechos de la mujer, su
puesto en la sociedad, su igualdad en el trabajo..., nos presentaría un cuadro
diverso de mujer… La mujer ideal, cantada por Proverbios, no guarda relación
alguna con la importancia del puesto ocupado, sino con el saber hacer y
comportarse con los que le rodean. Mujer ideal puede ser cualquiera que "preparó
la comida, lavó la ropa, amamantó a sus hijos, veló a los enfermos, recorrió mil
ventanillas solicitando un descuento o una ayuda" (J.M. Cabodevilla). En la
sencillez que irradia paz y alegría entre los hombres radica la fuerza de esta
mujer de Proverbios (A. Gil Modrego).
San Josemaría Escrivá hacía depender la sociedad de la familia y ésta de la
mujer… El autor sagrado exige mucho de la mujer (cf. 11,22;12,4;14,1;19,13,
etc.) pero concluye el libro con este canto a la mujer completa (cf. Pr 20,6,
donde se hace la misma pregunta respecto al hombre ideal). El ideal femenino de
aquí corresponde a una cultura patriarcal (se la considera algo así como una
eterna menor de edad, inmadura: el muro de la casa, por ejemplo, es como el velo
que preserva a la fuente de vida, que es la mujer, contra las nefastas
influencias externas. A pesar de esto, la esposa judía no es, en modo alguno, la
sempiterna esclava de que nos hablan otras culturas, basta ver los relatos de
cómo se preparan las niñas chinas para el matrimonio, rompiéndoles los pies para
empequeñecerlos –muchas mueren- y relegándolas a una habitación-cárcel para toda
la vida), pero vemos algunos valores permanentes: espíritu fuerte y laborioso…
lo más hermoso de la mujer son las virtudes que tiene (“Eucaristía 1990”). Fray
Luis de León dedicó a estos versos un hermoso comentario, titulado "La perfecta
casada". La lección de este fragmento es muy iluminadora en nuestros días,
cuando la mujer va recuperando el lugar que siglos de injusticia y relegación le
han negado; y aunque algunos puntos de las comparaciones no sean del todo
actuales, el espíritu y la línea de este elogio admirable lo convierten en la
página más brillante de la Biblia sobre la mujer; por eso, la Iglesia lo lee en
la liturgia de las mujeres santas. De una manera práctica y concreta, el poema
va describiendo las múltiples y acertadas actividades de la mujer ideal. En su
casa reina la serenidad, la paz, la confianza y la prosperidad, y todos gozan de
buen nombre; la causa es la presencia de esta mujer extraordinaria, de
personalidad y carácter, enteramente entregada al bien de la familia, preocupada
por todos, incluso en los detalles más insignificantes. Tiene iniciativa y
acierta en lo que hace dentro y fuera de casa, pues esta esposa compra y vende
campos, comercia con lo que fabrica y adquiere sus productos. Por eso (23)
constituye la felicidad de su esposo y la alegría de sus hijos que la alaban y
se complacen en ella; los criados se ven también favorecidos por su
administración prudente y generosa, y los necesitados reciben ayuda de su
atención y solicitud. Actividad y donación, entrega total fruto de un amor
grande y centrado en los de casa y en el bien de su pueblo: ésos son los valores
que nuestro texto pondera, no la belleza ni la apariencia externa (30). La
segunda parte de este versículo se puede interpretar de dos maneras. Si seguimos
el texto hebreo, deberemos traducir: «La mujer que merece alabanza es la que
teme al Señor» sería una conclusión lógica y hermosa del poema dedicado a la
mujer virtuosa. Si nos atenemos a la versión de los Setenta, deberemos leer: "Lo
que hay que ensalzar es el temor del Señor"; se trataría de la conclusión del
libro de los Proverbios, que comienza mostrándonos como principio de la
sabiduría el temor de Yahvé (1,7). Las dos formas expresan la lección de un
libro que nos ha querido mostrar que el bien auténtico del hombre y el camino
que le lleva a la vida es escuchar y aceptar las enseñanzas de la sabiduría
personificada en Cristo (J. M. Vernet).
2.
El Sl 127 hace parte de los "salmos graduales" que los peregrinos cantaban
caminando hacia Jerusalén. Desde los 12, cada año, Jesús "subió" a Jerusalén con
motivo de las fiestas, y entonó este canto. La fórmula final es una "bendición"
que los sacerdotes pronunciaban sobre los peregrinos, a su llegada: "Que el
Señor te bendiga desde Sión, todos los días de tu vida..." Leemos un idilio
encantador de sencillez y frescura. Es el cuadro de la "felicidad en familia",
de una familia modesta: allí se practica la piedad (la adoración religiosa... La
observancia de las leyes...), el trabajo manual (aun para el intelectual,
constituía una dicha, el trabajo de sus manos), y el amor familiar y conyugal...
En Israel, era clásico pensar que el hombre "virtuoso" y "justo" tenía que ser
feliz, y ser recompensado ya aquí abajo con el éxito humano. En parte aún no
había la revelación del cielo, pero quizá también hay mucho espiritualismo
desencarnado. El pensamiento bíblico es más realista: afirma que Dios nos hizo
para la felicidad, desde aquí abajo... ¿Por qué acomplejarnos si estamos
felices? ¿Por qué más bien, "no dar gracias", y desear para todos los hombres la
misma felicidad? No se trata tampoco de caer en el exceso contrario, el de los
"amigos de Job" que establecían una ecuación casi matemática: ¡Sé piadoso, y
serás feliz! ¡Sé malvado, y serás desgraciado! Sabemos, por desgracia, que los
justos pueden fracasar y sufrir, y los impíos por el contrario, prosperar. El
sufrimiento no es un castigo. Es un hecho. Y el éxito humano, no es
necesariamente señal de virtud. Sigue siendo verdad en el fondo, que el justo es
el más feliz de los hombres, al menos espiritualmente, en el fondo de su
conciencia: "¡feliz, tú que adoras al Señor!": "¡Feliz tú, que honras al Señor y
le eres obediente!" Con frecuencia dijo Jesús: "felices... felices...
felices...". Son las Bienaventuranzas. Jesús también prometió la felicidad:
"Felices aquellos que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica". "Tu
mujer... Tus hijos..." Un ideal para la pareja. "Que el hombre no separe lo que
ha unido Dios" (Marcos 10, 2-16...). La familia y demás relaciones humanas
nobles no tienen por qué romperse. Jesús conoce el amor filial hacia el Pare, su
ternura hacia los niños, la amistad, la paternidad espiritual y la relación
esposal con la Iglesia (Ap 19,7; 21,2; Mt 9,15;25,1; Jn 3,29; 2 Cor 1,2), de
cuya imagen es aquí otra vez la "viña" (cf. Jn 15). "Mi hijo, ve a trabajar en
mi viña" (Mt 21,28).
Amor divino y humano... Recitemos este salmo pensando en los que amamos, orando
por su felicidad, pidiendo que ellos aprendan a "amar". Las dos imágenes, la
viña y el olivo, evocan la alegría: dos árboles frutales típicos del oriente...
que dan el vino y el aceite. La imagen de los "hijos alrededor de la mesa" nos
invita a orar por los niños, por su unión fraternal, porque las oposiciones
entre padres e hijos no se agudicen. El trabajo profesional... La humanidad...
La Sociedad, la felicidad de Jerusalén condiciona la felicidad de cada familia
judía. Ningún hombre, ninguna mujer, ninguna familia, ningún grupo particular
construye su felicidad en contra de la felicidad de los demás. La dimensión
social de la existencia humana es constantemente subrayada por la Biblia: oro
por mi país, por los organismos en que estoy comprometido, por la ciudad en que
vivo, por mis conciudadanos. La felicidad... Tenemos marcada tendencia, a pensar
en Dios sólo cuando "algo va mal", como si fuera el "tapa-huecos" de nuestras
debilidades, de nuestros fracasos. Damos una imagen muy mezquina de Dios, cuando
hacemos de El "motor auxiliar" de nuestras incapacidades. Descubramos la
alabanza, y la oración festiva: que se alegra cuando "algo va bien", y que dice
"¡gracias!" (Noel Quesson). Es una gracia de Dios comer juntos, sentirse en
familia y charlar y comentar y comer y beber todos juntos en la alegre intimidad
del grupo unido. Comer juntos es bendición de Dios. Quiero aprender el arte de
la conversación en la mesa, marco elegante de cada plato en gesto de humor y
cortesía…
3.
1 Ts 5, 1-6. Hay una falsa mística cristiana, que se funda en la paz y en la
seguridad. La verdadera mística es la de la sorpresa: nuestro Dios es un Dios
ladrón de nuestras seguridades burguesas y, por lo tanto, exige de nosotros una
actitud de apertura a todo lo nuevo y sorprendente. Cuando Israel tiene acceso
al régimen de la fe, ya había considerado el acontecimiento como el terreno
privilegiado para el encuentro con Dios. Pero, cuando imagina la salvación, es
decir, la intervención decisiva de Yahvé en favor de su pueblo, la circunscribía
a un día que no pertenecía ya al tiempo de la historia, un día que debía detener
el curso de la historia: el "día de Yahvé". Se produjo entonces una especie de
dicotomía entre el tiempo profano y el sagrado, el tiempo del hombre y el tiempo
de Dios. Jesús de Nazaret ha modificado profundamente estos valores
tradicionales. El Reino que Él nos ofrece se construye aquí abajo, en lo
cotidiano de la existencia. A su modo de ver, no existe para el hombre más que
un solo tiempo: el que le toca vivir, plenamente, como el lugar en que Dios
interviene para salvarnos. Esta es la tesis de Pablo: en lugar de esperar
desesperadamente un "día de Yahvé", es mejor vivir con Dios, en la luz, cada uno
de los días que nos toque vivir (también Mt reponde sobre la venida del Hijo del
hombre con la vigilancia de cada día: Maertens-Frisque). Pablo insiste en la
imprevisibilidad del día del Señor (Mt 24,43 ss.; Ap 3,3; 16,15)... La fe en la
"parusía" relativiza la actitud del cristiano frente a todas las grandes
realizaciones históricas. Por eso, cuando estén diciendo: "paz y seguridad,
entonces de improviso les sobrevendrá la ruina". En una palabra, los cristianos,
aun alegrándose de las victorias humanas sobre sus múltiples alienaciones, nunca
juzgarán definitiva una época histórica, sino que siempre adoptarán frente a
ella una actitud crítica y de espera (Comentarios, edic. Marova). Vigilantes y
sobrios, no seremos sorprendidos (1 Tes 5,1-6). Ese Día del Señor, del que habla
ya el profeta Amós (5,18-20) como de un día terrible, es el que Jesús describe
como súbito (Mt 24,43; Lc 12,39). Hemos de velar siempre... Esta vigilancia
supone sobriedad, es decir, aquella búsqueda del no-condicionamiento, del
verdadero despego en orden a la venida de Cristo (Adrien Nocent). Decía D.
Miguel de Unamuno que no sabía si merecíamos un más allá ni que la lógica nos lo
muestre; "digo" -seguía- que lo necesito, merézcalo o no, y nada más. Digo que
lo que pasa no me satisface, que tengo sed de eternidad, y que sin ella me es
todo igual. Yo necesito eso, ¡lo ne-ce-si-to! Y sin ello ni hay alegría de vivir
ni la alegría de vivir quiere decir nada. Es muy cómodo esto de decir: "¡hay que
vivir, hay que contentarse con la vida!" ¿Y los que no nos contentamos con
ella?" Don Miguel se atreve, pues, a afirmar la absurdez fundamental si no hay
un más allá (B. Cebolla). Pero después de hablar de que Jesús vendrá como un
ladrón, les dice Pablo que no tengan angustia, pues aunque tengan que vivir de
momento en las tinieblas, no pertenecen a ellas (5). La venida del Señor es el
día y, por tanto, no les da miedo. El Apóstol quiere quitar a los tesalonicenses
toda angustia que pueda paralizarlos para la practica del bien según el
evangelio. Como soldados en vela, debemos estar armados «con la coraza de la fe
y de la caridad y con el yelmo de la esperanza de la salvación» (8), por medio
del Señor Jesucristo, que murió por ellos (10). Ni siquiera el creyente está
seguro, pero puede abandonarse por completo a la misericordia divina (M.
Gallart).
4.
Mt 25. 14-30. Los judíos piadosos buscaban su seguridad personal en la
observancia de la Ley, con el fin de hacer méritos ante Dios, pero entre tanto,
por su exclusivismo egoísta, la religión de Israel se convertía en una magnitud
estéril: por ello, Israel será desposeído de lo que tiene, y se dará a un nuevo
pueblo que, aceptando el riesgo que implica toda inversión, sea capaz de hacer
fructificar los dones recibidos (J. Lligadas)… se pueden dar muchas
interpretaciones alegóricas, pero la parábola de los talentos está ahí,
misteriosa y clara, y sigue al domingo pasado en su invitación a vivir con la
mirada puesta en el futuro: "Velad porque no sabéis el día ni la hora". También
podemos decir que el hombre que se marcha es Jesús subiendo al cielo. Los
talentos, las capacidades que cada cristiano tiene. La vuelta, la segunda venida
de Jesús al final de los tiempos. El tiempo entre la marcha y la vuelta de
Jesús, la historia humana. El rendimiento de cuentas, el juicio final en el que
cada uno deberá responder de las capacidades recibidas. El premio y el castigo,
el cielo y el infierno… pero Mateo quiere reavivar no la zozobra (esto queda
para frustrados, personas que han perdido el tren de la vida, agoreros y
fatalistas), sino la vigilancia, es decir, la actitud abierta al futuro de Dios
y de nosotros con Él. Una vez más, la plástica y la crudeza de las imágenes
(esto es una parábola) ayudan más que cien palabras a despertar esta actitud
abierta o de vigilancia y que en la parábola se expresa como actividad
económica. Jesús era un maravilloso maestro del lenguaje. No estropeemos su
lenguaje lleno de garra ni lo entenebrezcamos con nuestras alegorías del miedo.
Miremos sin más hacia fuera de nosotros y hacia adelante, hacia la línea del
horizonte en que el Hombre (cada uno de nosotros) y Dios se funden en un abrazo.
Es el día y la hora (Alberto Benito).
Quien quiera ver lo negativo –tiene más fuerza- se fijará en el último
administrador, el que recibe sólo un talento de plata y se lo guarda… el dueño
le recrimina, pues no fue prudencia, como hacemos nosotros cuando decimos: "Yo
estoy en paz con Dios porque no hago daño a nadie, porque no me meto con nadie,
y voy a misa y rezo"... No es eso lo que quiere Dios, no es eso lo que predica
Jesús, los pecados de omisión es hacer lo que el administrador que se guarda su
talento y no lo hace rendir. Un cristiano queda en paz con Dios cuando se
esfuerza porque los dones que tiene sirvan para que avance la causa del
Evangelio en el mundo, para que crezca un poco más en el mundo la esperanza, el
amor, la fe; y ello, aunque suponga complicaciones, riesgos, errores. porque si
uno se queda encerrado sin preocuparse de nada, sin duda no se encontrará con
ningún riesgo ni problema, pero al final Dios le llamará "negligente y
holgazán", como al administrador del talento. Por el contrario, si uno quiere
ser fiel, sin duda se encontrará con momentos poco claros, y se equivocará
probablemente más de una vez. Pero Dios podrá decirle al final que ha sido fiel
a lo que él quería: que los dones que él ofrece a los hombres den fruto (J.
Lligadas). Vivir los talentos es no conformarse con un cristianismo flojo, una
fe rutinaria y no nos limitamos a ir tirando, sino que aprovechamos toda la
riqueza y la fuerza de los dones que Dios nos da para que -poco a poco y
sencillamente- vayamos creciendo como hijos y nos vayamos asemejando a la imagen
de su Hijo, Jesús. Cada uno de nosotros debe considerar con responsabilidad cómo
trabaja los dones de Dios, es decir, si está respondiendo a lo que Dios espera
de él (J. Colomer). Asi lo comenta Orígenes: “El justo siembra para el espíritu,
y del Espíritu cosechará vida eterna… el justo siembra para el espíritu, y del
Espíritu cosechará vida eterna. En realidad, todo lo que «otro», es decir, el
hombre justo, siembra y recoge para la vida eterna, lo cosecha Dios, pues el
justo es posesión de Dios, que siega donde no siembra, sino el justo.
Lógicamente diremos también que el justo reparte limosna a los pobres y que el
Señor recoge en sus graneros todo lo que el justo ha repartido en limosnas a los
pobres. Segando lo que no sembró y recogiendo lo que no esparció, considera y
estima como ofrecido a sí mismo todo lo que se sembró o se esparció en los
fieles pobres, diciendo a los que hicieron el bien al prójimo: “Venid vosotros,
benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación
del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer”, etc… para el que piensa
que Dios es bueno, seguro de conseguir su perdón si se convierte a él, para él
Dios es bueno. Pero para el que considera que Dios es bueno, hasta el punto de
no preocuparse de los pecados de los pecadores, para ese Dios no es bueno, sino
exigente… sembremos para el espíritu y esparzamos en los pobres, y no escondamos
el talento de Dios en la tierra. Porque no es buena esa clase de temor ni nos
libra de aquellas tinieblas exteriores, si fuéremos condenados como empleados
negligentes y holgazanes. Negligentes, porque no hemos hecho uso de la acendrada
moneda de las palabras del Señor, con las cuales hubiéramos podido negociar y
regatear el mensaje cristiano, y adquirir los más profundos misterios de la
bondad de Dios. Holgazanes, porque no hemos traficado con la palabra de Dios la
salvación, nuestra o la de los demás, cuando hubiéramos debido depositar el
dinero de nuestro Señor, es decir, sus palabras, en el banco de los oyentes,
que, como banqueros, todo lo examinan, todo lo someten a prueba, para quedarse
con el dogma bueno y verdadero, rechazando el malo y falso, de suerte que cuando
vuelva el Señor pueda recibir la palabra que nosotros hemos encomendado a otros
con los intereses y, por añadidura, con los frutos producidos por quienes de
nosotros recibieron la palabra. Pues toda moneda, esto es, toda palabra que
lleva grabada la impronta real de Dios y la imagen de su Verbo, es legítima”.
Todo lo de hoy es una llamada a aprovechar el tiempo, que es breve… No es
superfluo mirar hacia adelante. No es de "alienados" el pensar en lo que nos
espera al final del camino. Es más bien, como nos decían las lecturas del
domingo pasado, la verdadera sabiduría. Como es sabiduría para un estudiante
pensar en el final del curso y sus exámenes ya desde octubre. Como es sabiduría
para un deportista ir acumulando puntos desde el principio de la competición. La
plegaria eucarística IV le da gracias por ello: "a imagen tuya creaste al hombre
(Dios creador, el hombre, colaborador de esta creación), y le encomendaste el
universo entero, para que, sirviéndote sólo a ti, su creador, dominara todo lo
creado..." Nuestra pregunta hoy es: ¿en verdad estoy dando rendimiento a las
cualidades que tengo? Hay mucho que hacer en la sociedad, en la Iglesia: ¿aporto
yo mi colaboración, o bien me inhibo, dejando que los demás trabajen? Mi salud,
mi vida, mis habilidades, las he recibido como bienes a administrar. No importa
si son diez o dos talentos: ¿los estoy trabajando, o me he refugiado en la
pereza y la satisfacción? Al final del tiempo -que no sé si será breve o largo-
se me pedirá cuenta. ¿Me voy a presentar con las manos vacías? ¿Se podrá decir
que mi vida, sea larga o breve, ha sido plena, que me he "realizado" según el
plan que Dios tenía sobre mí? Ha sonado un despertador en nuestro calendario…
que nos habla de compromiso, de empeño constructivo, de actividad diligente para
que nuestra existencia sea provechosa y fructífera, para nosotros y para los
demás, sin dejarnos amodorrar por el sueño o la pereza (J. Aldazábal).
Hace muchos años, acaso no tantos, con ocasión de las "santas misiones", solía
hablarse del juicio final en términos verdaderamente dramáticos. Sin saber por
qué, se lanzaban las "verdades eternas" como una especie de artillería pesada
para forzar la rendición incondicional de los más recalcitrantes. Situar el
juicio final en el último día, sin más trascendencia que el de un ajuste general
de cuentas, es anecdotizar el contenido de la fe, minimizar su alcance y alienar
al creyente. Creer en el juicio final no es saber que un día se celebrará un
juicio por todo lo alto, en el que todos nos enteraremos de la vida y milagros
de los demás. Tal actitud contraviene la esperanza en la justicia de Dios,
degradándola a un cotilleo universal. Creer en el juicio final es creer ya que
el hombre, todos y cada uno, por insignificantes que nos haga la masificación
actual, tenemos que responder de la vida, de los talentos. Es estar convencidos
firmemente de que somos responsables, de que no podemos desentendernos de la
vida y refugiarnos en "vivir nuestra vida", al margen y sin tener en cuenta a
los demás; es estar persuadidos de que no podemos tener la conciencia tranquila
y "lavarnos las manos" cuando nos interesa no comprometernos. Porque el que,
como Pilato, se lava las manos, es un irresponsable. Y no podrá presentarse con
las manos limpias en el juicio de Dios. Sólo tiene las manos limpias el que no
"se lava las manos" (“Eucaristía 1975”). Así animaba Luther King: “Debemos rezar
constantemente por la paz, pero también debemos trabajar con todas nuestras
fuerzas por el desarme y la suspensión de las pruebas de armas. Debemos utilizar
nuestra inteligencia rigurosamente para planear la paz como la hemos utilizado
para planear la guerra. Debemos rogar apasionadamente por la justicia racial,
pero también debemos utilizar nuestras inteligencias para desarrollar un
programa, organizarnos en acción de masas pacíficas y valernos de todos los
recursos corporales y espirituales para poner fin a la injusticia racial.
Debemos rezar infatigablemente por la justicia económica, pero también debemos
trabajar con diligencia para llevar a término aquellos planes sociales que
produzcan una mejor distribución de la riqueza en nuestra nación y en los países
subdesarrollados del mundo. ¿No nos revela todo esto la falacia de creer que
Dios eliminará el mal de la tierra aunque el hombre no haga otra cosa que
sentarse complacido al borde del camino? Ningún rayo del cielo eliminará jamás
el mal. Ningún poderoso ejército de ángeles descenderá para obligar a los
hombres a hacer lo que no quieren hacer. La Biblia no nos presenta a Dios como
un zar omnipotente que toma decisiones por sus súbditos, ni como un tirano
cósmico que con parecidos métodos a los de la Gestapo invada la vida interior
del hombre, sino como un Padre amoroso que concede a sus hijos todas las
abundantes bendiciones que quieran recibir con buena disposición. El hombre
tiene que hacer algo siempre. "Ponte en pie, que voy a hablarte" (Ez 2,1). El
hombre no es un inválido total abandonado en un valle de depravación hasta que
Dios le saque. El hombre más bien es un ser humano válido, cuya visión está
averiada por los caracteres del pecado, y cuya alma está debilitada por el virus
del orgullo, pero le queda suficiente visión para levantar los ojos hacia las
montañas y le queda aún el recuerdo de Dios para que oriente su débil y pecadora
vida hacia el Gran Médico que cura los estragos del pecado”. G. Bernanos ha
observado que los cristianos poseen un mensaje de liberación. Pero que en la
historia, han sido frecuentemente los otros los que han “liberado” a los
hombres, por la inactividad de muchos “cristianos”. La colecta de hoy es una
llamada a comprender correctamente qué significa esta fructificación de los
talentos: "En servirte a ti, creador de todo bien, consiste el gozo pleno y
verdadero"… “Te he confesado hasta el fin / con firmeza y sin rubor. / No he
puesto nunca, Señor, / la luz bajo el celemín. / Me cercaron con rigor /
angustias y sufrimientos, / pero en mis desalientos / vencí, Señor, con ahínco.
/ Me diste cinco talentos / y te devuelvo otros cinco” (José Mª Pemán).