San Marcos 1, 1-8:
Jesús es la liberación, la lluvia celestial que hace de nuestra alma tierra rica que dé mucho fruto, la buena noticia que anuncia Juan el BautistaAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Lectura del Profeta Isaías 40, 1-5. 9-11.
Consolad, consolad a mi pueblo,
/
dice vuestro Dios;
/
hablad al corazón de Jerusalén,
/
gritadle:
/ que se ha cumplido su
servicio, /
y está pagado su crimen,
/
pues de la mano del Señor ha recibido
/
doble paga por sus pecados.
Una voz grita:
/
En el desierto preparadle
/
un camino al Señor;
/
allanad en la estepa
/
una calzada para nuestro Dios;
/
que los valles se levanten,
/
que los montes y colinas se abajen,
/
que lo torcido se enderece
/
y lo escabroso se iguale.
Se revelará la gloria
del Señor,
/ y la verán todos los hombres juntos
/
—ha hablado la boca del Señor—.
/ Súbete a lo alto de un monte,
/
heraldo de Sión,
/
alza con fuerza la voz,
/
heraldo de Jerusalén,
/
álzala, no temas,
/
di a las ciudades de Judá:
/
aquí está vuestro Dios.
Mirad: Dios, el Señor,
llega con fuerza,
/ su brazo domina.
/ Mirad: le acompaña el salario,
/
la recompensa le precede.
/ Como un pastor apacienta el rebaño,
/
su mano los reúne.
/ Lleva en brazos los corderos,
/
cuida de las madres.
Salmo 84, 9ab-10. 11-21. 13-14. R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor: / «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos." / La salvación está ya cerca de sus fieles / y la gloria habitará en nuestra tierra.
La misericordia y la fidelidad se encuentran, / la justicia y la paz se besan; / la fidelidad brota de la tierra / y la justicia mira desde el cielo.
El Señor nos dará la lluvia, / y nuestra tierra dará su fruto. / La justicia marchará ante él, / la salvación seguirá sus pasos.
Lectura de la segunda carta del Apóstol San
Pedro 3,8-14. Queridos
hermanos:
No perdáis de vista una cosa: para el Señor un
día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no tarda en cumplir su promesa, como
creen algunos.Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no
quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.
El día del Señor llegará como un ladrón.
Entonces el cielo desaparecerá con gran
estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados y la tierra con todas sus
obras se consumirá.
Si todo este mundo se va a desintegrar de este
modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida!
Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando
desaparecerán los cielos consumidos por el fuego y se derretirán los elementos.
Pero nosotros, confiados en la promesa del
Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia.
Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis
estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con El, inmaculados
e irreprochables.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos
1,1-8. Comienza el Evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios.
Está escrito en el Profeta Isaías: Yo envío mi
mensajero delante de ti para que te prepare el camino.
Una voz grita en el desierto: Preparadle el
camino al Señor, allanad sus senderos.
Juan bautizaba en el desierto: predicaba que se
convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la
gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados y él los bautizaba en el
Jordán.
Juan iba vestido de piel de camello, con una
correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y
proclamaba:
—Detrás de mí viene el que puede más que yo y
yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias.
Yo os he bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo.
Comentario: 1. Is 40. 1-5/9-11: Nos encontramos en los últimos años del destierro de Babilonia. Dios insiste en consolar a un pueblo que se halla al borde de la desesperación. vv. 1-2: Consolar es compadecerse del desamparado (59. 13), es hacer que el gozo y la alegría triunfen sobre la tristeza (51. 3/12). Dios ordena consolar a su pueblo, hablarle tiernamente como lo hace el amado con su amada y reconquistarla si ésta ha sido infiel (Gn 34. 3; 50. 21; Os 2. 16...). Israel, esposa de Dios, debe alegrarse porque su fortuna ha cambiado, su servicio o esclavitud a extraños ha terminado. El crimen que la llevó al destierro ha sido saldado con creces. Las procesiones idolátricas del país del destierro son tomadas como ejemplo de cómo Dios con su pueblo van a recorrer procesionalmente el camino que lleva hacia la libertad. En la ruta hacia la libertad surgirán obstáculos, pero todos ellos deben ser superados. El desaliento no debe cundir porque la palabra de Dios, por contraposición a las humanas siempre se cumple (vv. 6-8; cf. 55. 10ss). El poeta habla como si la liberación ya hubiera acaecido. El pueblo debe ser consolado porque la salvación es ya una realidad (vv. 9-11). El texto de hoy es un mensaje de consuelo que debe llegar al corazón humano dándole coraje y ánimo. El predicador debe conocer la psicología humana y no ser un mero agorero de denuncias y desgracias. El hombre necesita, y frecuente- mente, consuelo en este valle de lágrimas. Desdichas, desgracias... acaecen a todas las horas, angustias recorren nuestras entrañas... ¡Dejemos respirar a la humanidad! Necesitamos apertura, aire libre... Un momento después puede ser demasiado tarde. Toda la vida humana es un destierro. Jesús es el consuelo que esperamos (Adviento). Él es la vía a través de la cual nuestro Padre viene a nuestro encuentro, y nosotros nos acercamos a Él. Jesús es nuestro Salvador, liberador, nuestro mensajero de consuelo, Él es el Buen Pastor que, con solícito amor, cuida de cada uno de nosotros (A. Gil Modrego).
Dios no quiere que uno
solo de los humildes se pierda; como un pastor apacienta su rebaño. Nunca dejó
de expresar
Dios está conmovido. Su corazón no quiere el castigo del pecado, sino sólo su arrepentimiento. Los profetas siempre interpretan (no llegan a más, hasta que Jesús revele mejor los designios divinos) el destierro a Babilonia como un castigo por los pecados del pueblo de Israel. Pero ahora todo está perdonado. Nos encontramos ante la experiencia muy humana de un padre o de una madre que sufre por tener que hacer o permitir un daño a su hijo por su propio bien.
-"Una voz grita... del Señor". Durante sus trabajos forzados la voz del profeta les invita a esperar. Se está abriendo un camino para Dios. ¡Dios viene! Hoy se me invita a "preparar", a "abrir" un camino para El... en las tierras áridas de la estepa... con grandes esfuerzos, ¡desplazando los montes si es preciso! ¿Cuáles son mis montañas, las tuyas? -"Súbete a lo alto... aquí está nuestro Dios. Evangelizar, dar la buena nueva, es decir. "Ahí está vuestro Dios, el Señor viene". Ejercítame en ver la "venida" de Dios a través de los signos imperceptibles. Porque no hay que hacerse ilusiones; no se verá esta venida de modo visible. No será esplendorosa -excepto al final de los tiempos; y sin embargo esta venida se está realizando ya por debajo de las apariencias. Dios está viniendo. La previsible victoria del rey Ciro, que ocupará Babilonia y permitirá el retorno de los pueblos que allí vivían exiliados, es una imagen de esta otra visión más profunda, cristológica (J. Lligadas).
2. El Salmo es una oración que continúa perfectamente el texto de la primera lectura: "Haznos volver". "¿No volverás?". Cuando Jesús recitaba este salmo, debía pensar que El era en persona, la "realización" perfecta de lo esperado y deseado. La humanidad decía: "¿volverás Tú, Señor?". No sabía aún, que Dios había ya decidido "venir". Jesús sabía que El era "la venida de Dios" "germen de la tierra" por María su madre, pero también "la pendiente del cielo" por su origen divino. Observemos cuatro realizaciones de este salmo en el Evangelio: "Lo que dice el Señor son palabras de paz". Desde el nacimiento de Jesús los ángeles en nombre de Dios cantan un mensaje de Paz (Lucas 2,14). "Su salvación está próxima". El nombre de Jesús significa "Dios- salvación" (Mateo 1,21). "La gloria habitará en nuestra tierra" (Lucas 2,32), (Juan 1,14). "Se encuentran el amor y la verdad". "La gracia y la verdad nos vinieron por Jesucristo", (Juan 1,17). Finalmente, en la parte media del salmo hay una expresión: "quiero escuchar" lo que dirá el Señor. Jesús es justamente presentado por San Juan como el Verbo, la palabra, en que Dios pronuncia lo que quiere decirnos (Juan 1,1-14).
El pasado, el presente,
el porvenir. Así como el pueblo de Israel recordaba los beneficios que Dios le
había hecho en el pasado, para tener seguridad de su protección en el futuro,
nosotros también, en los días de prueba, debemos recordar las gracias que han
marcado nuestra infancia, nuestra juventud, nuestro pasado. Actualizando la
primera estrofa del salmo, podemos decir: "Señor, Tú has hecho esto conmigo...
Tú me has concedido esto o aquello... Tú me has perdonado...". La tierra
responde al cielo, el cielo responde a la tierra. La afirmación, "la verdad
brotará de la tierra, y del cielo penderá la justicia", no es sólo una imagen
maravillosa, sino la definición misma de la "religión": religar, establecer
relación, entre la tierra y el cielo, entre el hombre y Dios. Los campanarios,
los minaretes, y todas las arquitecturas religiosas del mundo, apuntan hacia el
cielo como una especie de signo simbólico. Observemos la audacia de esta
expresión: "la verdad brotará de la tierra". Ha habido épocas en que se ha
querido rebajar al hombre como si fuera totalmente incapaz de descubrir la
verdad.
"Escucho... ¿qué dirá el Señor Dios?". Dejemos resonar en nosotros estas palabras, este interrogante. Estemos a la escucha de Dios. Nos quejamos con frecuencia del "silencio de Dios". ¿Dejamos que El nos hable? ¿Aceptamos que El contradiga nuestros puntos de vista y no esté de acuerdo con nosotros? ¿Estamos dispuestos a escucharlo? ¿Estamos dispuestos a construir con El el mundo de paz-amor-verdadjusticia... que nos "pide" hacer? (Noel Quesson).
El salmo 84 es un salmo
variado en tonos y emociones. No es fácil encontrar su género literario y por
esto los autores han dado sobre el particular múltiples opiniones: quién lo
coloca entre los himnos, quién entre las súplicas, quién entre los cantos a
Yahvé. Lo que sí podemos decir es que el salmo presenta una gran riqueza de
temas y acentos, siendo su misma estructura difícil de encontrar. Con todo hemos
de decir que el salmo 84 es un salmo muy hermoso, de los más hermosos de
Por lo que dice en su
inicio y en su final este salmo ha sido llamado también el "salmo de
"Oh Dios, de quien es
propio amar y perdonar, / restaura y perdona a tu pueblo... La salvación está ya
cerca de sus fieles / y la gloria habitará en nuestra tierra". El salmista
conoce la constante en el actuar de Dios sobre su pueblo; por esto está seguro
de él, se fía de él. Y así con certeza y delectación, habla a continuación de la
felicidad escatológica, anunciada por los profetas, que brotará de aquella
Alianza observada con fidelidad. Israel ha sido muchas veces infiel, pero
arrepentido, ha obtenido el perdón generoso de Dios. Ahora se dispone a vivir
auténticamente según el designio de Dios. La justicia de Dios, es decir, su modo
de actuar para con Israel, besará la paz que el pueblo poseerá, fruto de la
bendición divina. De la tierra, de la gente, brotará la fidelidad: entonces la
tierra será fiel, no defraudará más a Yahvé. Entonces las cosas serán
"verdaderas", no apariencias ni realidades momentáneas. Si de la tierra brota la
fidelidad, la justicia mirará desde el cielo, pues desde allí el Señor dará sus
bendiciones, sus lluvias, sus bienes, y entonces nuestra tierra, nuestro pueblo,
dará sus frutos: frutos de fe, de fidelidad, de alegría y de confianza
cumpliendo felizmente la voluntad,
Esta es la tensión que
canta el salmo: el camino hacia la realización definitiva y completa de
El v.13 da la clave
para descubrir la situación de vida de la que parte el salmo: «El Señor nos dará
la lluvia». Se trata de unas rogativas ante la sequía que ponen en peligro la
cosecha. De acuerdo con la teología deuteronomista, la lluvia es una bendición
de Dios y la sequía un castigo, especialmente por el pecado de infidelidad a
Yahvé (Dt 11,10-14; 28,12.23-24; I Re 8,35-36). Una de las expectativas de los
tiempos mesiánicos es que «aquel día» habrá gran abundancia de lluvias, y por
tanto de cosechas (Os 2,23s; Am 9,13; Is 4,2; 30,23s; Jr 31,12ss). La sequía
puede ser aviso de Dios, que llama a su pueblo a conversión (Os 6; Am 4,7; Ag
1,6-11; 2,15-19; MI 3,10). Del hecho material de la falta de lluvias y la
preocupación por las cosechas se pasa a unas perspectivas teológicas o
salvíficas mucho más amplias. Pero, además, este salmo no se limita a exhortar
al pueblo a convertirse, sino que implora la «conversión» de Dios: que se gire
hacia él, vuelva a él su rostro y cambie su suerte (cf. SI 79,4.8.15.20). La
paz, Señor, es tu bendición sobre la faz de la tierra y sobre el corazón del
hombre. El hombre en paz consigo mismo, con sus semejantes, con la creación
entera y contigo, su Dueño y Señor. Paz que es serenidad en la mente y salud en
el cuerpo, unión en la familia y prosperidad en la sociedad. Paz que une, que
reconcilia, que sana y da vigor. Paz que es el saludo de hombre a hombre en
todas las lenguas del mundo, el lema de sus organizaciones y el grito de sus
manifestaciones. Paz que es fácil invocar y dificil lograr. Paz que, a pesar de
un anuncio de ángeles, nunca acaba de llegar a la tierra, nunca acaba de
asentarse en mi corazón. «La misericordia y la fidelidad se encuentran, la
justicia y la paz se besan»… La justicia traerá la paz. Paz en mi alma para
calmar mis emociones, mis sentimientos, mis penas y mis alegrías en la
ecuanimidad de la perspectiva espiritual de todas las cosas; y paz en el mundo
para hacer realidad el divino don que Dios mismo trajo cuando vino a vivir entre
nosotros. La justicia y la paz son la bendición que acompaña al Señor
dondequiera que vaya. «El Señor nos dará lluvia, -y nuestra tierra dará su
fruto. La justicia marchará delante de él, y la paz sobre la huella de sus
pasos» (Carlos G. Vallés). "Cristo promete la paz, su paz divina, a su pueblo -
“Nuestra tierra dará su
fruto”… Esta estrofa nos invita a contemplar a
Juan Pablo II comentaba el salmo en sus dos partes. En la primera, sobre el “regreso”, dice: “Ahora bien, además de este "regreso", que unifica concretamente a los dispersos, hay otro "regreso" más interior y espiritual. El salmista le da gran espacio, atribuyéndole un relieve especial, que no sólo vale para el antiguo Israel, sino también para los fieles de todos los tiempos. En este "regreso" actúa de forma eficaz el Señor, revelando su amor al perdonar la maldad de su pueblo, al borrar todos sus pecados, al reprimir totalmente su cólera, al frenar el incendio de su ira (cf. Sal 84, 3-4). Precisamente la liberación del mal, el perdón de las culpas y la purificación de los pecados crean el nuevo pueblo de Dios. Eso se pone de manifiesto a través de una invocación que también ha llegado a formar parte de la liturgia cristiana: "Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación" (v. 8). Pero a este "regreso" de Dios que perdona debe corresponder el "regreso", es decir, la conversión del hombre que se arrepiente. En efecto, el Salmo declara que la paz y la salvación se ofrecen "a los que se convierten de corazón" (v. 9). Los que avanzan con decisión por el camino de la santidad reciben los dones de la alegría, la libertad y la paz. Es sabido que a menudo los términos bíblicos relativos al pecado evocan un equivocarse de camino, no alcanzar la meta, desviarse de la senda recta. La conversión es, precisamente, un "regreso" al buen camino que lleva a la casa del Padre, el cual nos espera para abrazarnos, perdonarnos y hacernos felices (cf. Lc 15, 11-32).
Así llegamos a la
segunda parte del Salmo (cf. vv. 10-14), tan familiar para la tradición
cristiana. Allí se describe un mundo nuevo, en el que el amor de Dios y su
fidelidad, como si fueran personas, se abrazan; del mismo modo, también la
justicia y la paz se besan al encontrarse. La verdad brota como en una primavera
renovada, y la justicia, que para
3. 2 P 3, 8-14: La
segunda carta de Pedro parece que la debemos, según coinciden la mayoría de los
comentaristas, a un autor de época posterior, y es quizás el último escrito de
Los hombres no debemos abusar de tanta misericordia y perder el tiempo que Dios nos da para convertirnos. Pues lo cierto es que el día del Señor llegará cuando menos se piense, repentinamente, como llega un ladrón sin pasar aviso. Hay que vigilar en todo momento: v. 12a:No sólo debemos esperar vigilantes el día del Señor, podemos también y debemos anticiparlo; pues, si Dios tarda para que nosotros nos convirtamos, nuestra conversión acelera su venida. Claro que esa conversión debe acreditarse como una profunda transformación del mundo, en que vivimos. v. 12a:No se puede esperar el amanecer del Reino con realismo cuando no se colabora en la construcción del presente. Por eso el hombre de fe pide a Dios no anclarse en el presente, trabajando con ahínco en él para llegar al futuro pleno para todo hombre. .
13 :Los cielos nuevos han comenzado ya a existir con el triunfo de Jesús resucitado y la tierra nueva también empieza a nacer con el triunfo de Jesús y la obra del creyente unido a él (cf. Ap 21. 1). Son maneras muy peculiares de describir la existencia cristiana que constituyen lo básico del programa de los que siguen a Jesús. El trabajo cristiano, cuando se realiza en esta línea, viene a demostrar que esto es algo más que una utopía cualquiera. El fin no será la destrucción y la nada, sino una realidad nueva. Porque está más allá de cuanto nosotros podemos hacer e incluso pensar, porque es la realidad sorprendente en la que sueñan todos los que vigilan. La promesa escatológica fundamental es ésta: "He aquí que yo hago nuevas todas las cosas" (Ap 21,5). En la plenitud final del banquete de la vida, de la "nueva vida", habrá un "vino nuevo" (Mc 15. 25), y un "nombre nuevo" para los vencedores (Ap 2. 17; 3. 12), y un "canto nuevo" (Ap 5. 9; 14, 3) para celebrar la victoria, y una "nueva Jerusalén" (Ap 21. 2)...; habrá "una nueva tierra y un nuevo cielo". Y la gran novedad será que, al fin habitará la justicia sobre la tierra. Los profetas llamaron "justo" al Mesías prometido, pues de él se esperaba la justicia (23. 5ss; Jr 23. 5; Za 9. 9; Sb 2. 18). En el NT se dice que Jesús es el "Santo" y el "Justo" (Hch 3. 13ss; 7. 52). Este Jesús, que con su primera venida hizo posible la justicia (Mt 5. 6; Rm 3. 21), la establecerá definitivamente cuando vuelva con poder y majestad (Hch 17. 21; Ap 19. 11). Entonces todo será como Dios quiere: "un cielo nuevo y una tierra nueva en la que habite la justicia". (“Eucaristía” 1978,1987).
Como todo es encuentro
y diálogo, Dios se toma el tiempo necesario para convencer a su interlocutor y
para inducirle a compartir su punto de vista y su vida (cf. Sab 11, 23-26; Ez
18, 23). Lección importante exigida por la ley de la encarnación y que
- ¡Que paciencia se necesita! Pero más paciencia tiene Dios con nosotros: por eso, si aparentemente tarda en cumplir su promesa, es «porque no quiere que nadie perezca». Aparte que la tardanza es solo aparente, porque el tiempo siempre es relativo, y corre más deprisa o más despacio según las circunstancias.
-Esperanza. Aunque haya mil o dos mil años, «el día del Señor llegará». Y cuando llegue el Señor, todo será renovado, no apocalíptica sino escatológicamente, no catastrófica sino optimistamente: «Esperamos un cielo nuevo...». Esta feliz expresión recoge todos nuestros sueños y utopías. ¡Cómo añoramos este mundo, la verdadera tierra prometida! Así que «esperad».
- Vigilancia. No sólo para que «Dios nos encuentre» preparados, «inmaculados e irreprochables», sino para que, con nuestro esfuerzo vigilante, «apresuremos la venida del Señor». Pero ¿es que depende de nosotros? Sí, cuando deseas ardientemente esta venida, cuando trabajas por la justicia, cuando vives en el amor, estás apresurando la venida del Señor; o mejor, cuando haces todo eso, ya llega el día del Señor, ya empieza el mundo nuevo (“Caritas” 1990).
“El Señor es compasivo y benevolente, magnánimo y lleno de misericordia (Sal 102,8). ¿Quién hay tan magnánimo como él? ¿Quién tan misericordioso? Pecamos y vivimos; acumulamos pecados y se nos prolonga la vida; se blasfema contra él a diario y hace salir el sol sobre buenos y malos (Mt 5,45). No cesa de llamar a la corrección, no cesa de invitar a la penitencia; a la criatura la llama mediante sus dones, otorgándole el tiempo de vida; la llama mediante el lector, mediante el predicador; la llama mediante una inspiración interior; la llama sirviéndose del azote de la corrección y de la misericordia del consuelo. Es magnánimo y lleno de misericordia.
Mas estate atento, no sea que usando mal de la abundancia de la misericordia de Dios, atesores ira para el día de la ira, según expresión del Apóstol. Éstas son sus palabras: «¿Desprecias las riquezas de su benignidad y magnanimidad, ignorando que la paciencia de Dios te lleva a la penitencia? (Rom 2,5.4). ¿Piensas que le estás agradando por el hecho de que te perdona? Hiciste esto y esto, y me callé; pero tú pensaste inicuamente que soy como tú (Sal 49,21). No me agrada el pecado, sino que con paciencia espero a que se haga el bien. Si castigase a los pecadores, no hallaría quienes me confesasen». Así, pues, Dios perdonándote en su paciencia te lleva a la penitencia; pero su ira aparecerá de repente si tú continúas con la cantinela de cada día: «El día de hoy llega a su fin; mañana volveré a ser como hoy, pues aún no es el último día», y así el día siguiente. Hermano, no tardes en convertirte al Señor (Eclo 5,8).
Hay quienes piensan en la conversión, pero la difieren de un día para otro; es la voz del cuervo: «cras, cras» (mañana, mañana). El cuervo enviado desde el arca no regresó (Gn 8,7). Dios no desea la dilación simbolizada en la voz del cuervo, sino la confesión figurada en el gemido de la paloma. La paloma fue enviada y regresó..¿Hasta cuándo durará el «cras, cras» (mañana, mañana)? Piensa en el último mañana; como ignoras cuál ha de ser, bástete el haber vivido como pecador hasta hoy. Ya lo oíste y sueles oírlo frecuentemente; también hoy has vuelto a oírlo; al diario oírlo correspondes con un diario no corregirte. Pues tú conforme a la dureza de tu corazón y a tu corazón impenitente, atesoras ira para el día de la ira y de la manifestación del justo juicio de Dios que recompensará a cada uno de acuerdo con sus obras (Rom 2,5-6). No pienses que la misericordia de Dios anula en él la justicia. El Señor es compasivo y benevolente. Lo escucho y me llena de gozo el que digas eso; escucha y continúa en tu gozo, porque todavía añadió: magnánimo y lleno de misericordia; mas para acabar dijo: Y veraz. Si te llenaban de gozo aquellas palabras, infúndante temor estas últimas. La misericordia y magnanimidad del Señor no excluyen el que sea veraz. Al estar atesorando ira para el día de la ira, con desprecio de su benignidad, ¿no vas a experimentar su justicia?” (S. Agustín).
4. Mc 1, 1-8:
"evangelio" es "alegre noticia" (se usaba para el nacimiento de un príncipe, de
un heredero del trono como el día del nacimiento de Augusto). Para Marcos
evangelio, la alegre noticia que nos llena de gozo y de esperanza, es Jesús, su
persona, su historia, su predicación. Podemos entonces traducir de este modo:
comienzo de la alegre noticia que consiste en el hecho de que Jesús de Nazaret
(ese Jesús que llevó una vida humilde, que escogió el servicio y la cruz) es el
Mesías, es el Hijo de Dios. Así, pues, Marcos pone al comienzo de su narración
dos profesiones de fe, en torno a las cuales se desarrollará toda su meditación
sucesiva: Jesús es el Mesías (este título lo explicará en su sentido exacto en
8, 29) y Jesús es el Hijo de Dios (para comprender su significado profundo y
sorprendente hay que leer 15, 39). Al leer 8, 29 (y su contexto) nos vemos
invitados a pasar del Mesías al hijo del hombre: Jesús es Mesías, pero no en la
línea política y nacionalista, sino de la cruz. Al leer 15, 39, llegamos a
comprender que Jesús es verdaderamente un Hijo de Dios para nosotros, un Dios
que ama al hombre y que se revela en el amor (así es como lo comprende el
centurión, ejemplo de catecúmeno que ha logrado captar el misterio)… La "alegre
noticia" consiste precisamente en la continuidad entre el Jesús de Nazaret y el
Señor resucitado; consiste en el hecho de que el Hijo de Dios y su salvación se
han manifestado en Jesús y en lo que ocurrió con él (en su solidaridad con los
hombres, con los más humildes; en su amor obstinado, derrotado, pero
victorioso). Si el Hijo de Dios se hubiera manifestado en las formas espléndidas
del emperador, no habría sido una "alegre noticia": no habría sido ninguna
novedad, ninguna liberación ni esperanza. Y si la historia de Jesús de Nazaret
(su amor, sus opciones, su anuncio) se hubiera detenido en la cruz, tampoco
habría sido una alegre noticia: habría sido una prueba más de que el amor es
derrotado, de que la esperanza de los humildes y de los mártires es inútil. La
"alegre noticia" está en el hecho de que Jesús de Nazaret, el crucificado, ha
resucitado (16, 6), es el Hijo de Dios, es el Señor. Es importante mantener
unidos estos dos aspectos de Jesús: hombre y Dios, crucificado y resucitado,
Jesús de Nazaret y Señor. En esta unión es donde está la buena noticia. Es tarea
de
Otras ideas, resumidas, del Evangelio de hoy: v. 2. Véase Malaquías 3, 1; Isaías 40, 3; Mateo 3, 1 ss.; Lucas 3, 2 ss. La voz de Juan es como el trueno que conmueve los desiertos (S. Ambrosio); y sin embargo, Israel no escuchó su mensaje ni preparó el camino. De ahí lo que dice Jesús en Mateo 17, 11 - 13: Él les respondió y dijo: "Ciertamente, Elías vendrá y restaurará todo. Os declaro, empero, que Elías ya vino, pero no lo conocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron. Y así el mismo Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos". Entonces los discípulos cayeron en la cuenta que les hablaba con relación a Juan el Bautista.
v. 4. El desierto en que San Juan predicaba y bautizaba se hallaba a tres o cuatro leguas al este de Jerusalén, entre esta ciudad y el Mar Muerto. Su nombre geográfico es "desierto de Judea". Acerca del carácter del bautismo de Juan véase Mat. 3, 6: "Y se hacían bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados". Este bautismo no era sino una preparación de Israel para recibir al Mesías. Tampoco era un sacramento la confesión que los pecadores hacían, pero sí una manifestación del dolor interior, un medio eficaz para conseguir la gracia de arrepentimiento, condición del perdón. Confrontado en el versículo 3; Mateo 3, 1: " En aquel tiempo apareció Juan el Bautista, predicando en el desierto de Judea" y Lucas 3, 2: "Bajo el pontificado de Anás y Caifás, la palabra de Dios vino sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto".
v. 7. La conmoción que
el Bautista con su predicación de penitencia y su modo de vivir produjo, fue tan
grande, que muchos creyeron que él fuese el "Mesías" prometido. Para evitar este
engaño, Juan acentúa su misión de "precursor" señalando con su dedo hacia Jesús:
En pos de mí, viene uno... "Así como la aurora es el fin de la noche y el
principio del día, Juan Bautista es la aurora del día del Evangelio, y el
término de la noche de
***
Si Cristo viene, y
viene con fuerza, su venida nos compromete. No es que esperemos el fin del
mundo. El mismo Pedro nos ha disuadido de ir con esos cálculos. Lo importante no
es saber cuándo volverá Cristo en su gloria: sino de ir haciendo camino en la
dirección que Él nos muestra. Ir cumpliendo el programa que Él nos ha trazado y
que está lejos de haberse cumplido. ¿Que es lo que cambiará en nuestra sociedad
en nuestro tercer milenio? ¿De veras se allanarán senderos, de veras daremos
pasos eficaces hacia esa tierra nueva, hacia esa sociedad mejor, con mayor
justicia y fraternidad? ¿Qué es lo que va a cambiar en nuestras familias, en
nuestras comunidades? ¿Se notará que hemos aceptado a Cristo como criterio de
vida, con sus actitudes y su mentalidad? ¿Qué es lo que cambiará en nuestra vida
personal? Pedro ha terminado su pasaje de hoy diciendo: "mientras esperáis,
procurad que Dios os encuentre en paz con Él, inmaculados e irreprochables...".
Vivimos ya una espiral tentadora de compras y regalos. La sociedad de consumo
nos envuelve en su red. Pero ¿es esa la preparación de