San Lucas 1,26-38:
El templo de los adoradores del verdadero Dios es Jesús, que nos llega por el sí de María, y permanece en su Cuerpo místico, la IglesiaAutor: Padre Llucià Pou Sabaté
Lectura del segundo
libro de Samuel 7-1-5.8b-11.16.
Cuando el rey David
se estableció en su palacio y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que
le rodeaban, el rey dijo al Profeta Natán:
—Mira: yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive
en una tienda.
Natán respondió al rey: —Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.
Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor:
—Ve y dile a mi siervo David: «¿Eres tú quien me va a construir una casa
para que habite en ella? Yo te saqué
de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo
Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te
haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi
pueblo: lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no
permitiré que animales lo aflijan como antes, desde el día que nombré jueces
para gobernar a mi pueblo Israel. Te
pondré en paz con todos tus enemigos, te haré grande y te daré una dinastía. Tu
casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia y tu trono durará por
siempre.»
Salmo 88, 2-3.4-5. 27
y 29: R/.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, / anunciaré tu fidelidad por
todas las edades. / Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, / más
que el cielo has afianzado tu fidelidad.»
Sellé una alianza con mi elegido, / jurando a David, mi siervo: / «Te fundaré un
linaje perpetuo, / edificare tu trono para todas las edades.»
El
me invocará: «Tú eres mi padre, / mi Dios, mi Roca salvadora.» / Le mantendré
eternamente mi favor, / y mi alianza con él será estable.
Lectura de la carta
del Apóstol San Pablo a los Romanos 16,25-27.
Hermanos: Al que puede fortalecernos según el evangelio que yo proclamo,
predicando a Cristo Jesús —revelación del misterio mantenido en secreto durante
siglos eternos y manifestado ahora en la Sagrada Escritura, dado a conocer por
decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la
fe—, al Dios, único Sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
Lectura del santo
Evangelio según San Lucas 1,26-38.
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la
estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando a su presencia,
dijo: —Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las
mujeres. Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era
aquél.
El
ángel le dijo: —No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios.
Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús.
Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de
David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no
tendrá fin.
Y
María dijo al ángel: —¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El
ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo
te cubrirá con su sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de
Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un
hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay
imposible.
María contestó: —Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra
Comentario: 1.
2 S
7,1-5.8b-11.16: A diferencia de Mical, que pensaba que David perdía autoridad si
se humillaba ante Yahvé, el rey, consciente de que si algo ha llegado a ser se
lo debe al Señor, cree firmemente que su fuerza le vendrá de someterse
plenamente a Dios y ponerse confiadamente en sus manos. David es el hombre de
las corazonadas. Con el mismo entusiasmo con que se había puesto a danzar ante
el arca, un día, cuando «se instaló en su casa y Yahvé le dio paz con sus
enemigos de alrededor» (v 1), no sabiendo qué hacer para expresar a Dios el
agradecimiento que le rebosa del corazón, toma una decisión: no puede ser que
mientras él se ha hecho un palacio, more Yahvé en una tienda de campaña, la
tienda en la que había hecho instalar el arca de la alianza. Expone su propósito
al profeta Natán, para consultar la voluntad divina, y Natán se entusiasma:
"Anda, haz lo que tienes pensado, pues Yahvé está contigo" (3). Mas a veces
confunden los profetas sus propios pensamientos con los de Dios. Aquella noche
-en un sueño seguramente- llega a Natán la palabra auténtica de Dios y al día
siguiente ha de anunciar a David que Yahvé no quiere que le edifique el templo
proyectado. No obstante, ha agradado a Dios la generosidad del rey, y se la
quiere recompensar. El oráculo lo expresa con un juego de palabras por el doble
sentido de la palabra casa, que tanto quiere decir edificio como linaje o
descendencia. ¿Tú me querías edificar una casa a mí? ¡Soy yo quien te la
edificaré a ti! Y Dios promete a David que su realeza, a diferencia de la de
Saúl, será hereditaria, y se transmitirá a sus descendientes por siempre; si
obran mal, los castigará, pero su trono se mantendrá por siempre (5-16). Este
capítulo, según algún exegeta, está inspirado en la parte más antigua del salmo
89 (vv 2-5.20-38), que sería el primer testimonio de la profecía de Natán. Se
trataría de un salmo, probablemente del tiempo de la crisis del comienzo del
reinado de Roboán, hijo de Salomón, destinado a hacer aceptar la dinastía
davídica cuando el principio hereditario no se había consolidado todavía en
Israel. Se trata de una verdadera alianza, no entre iguales, sino manifestación
de los grandes favores y la fidelidad de Yahvé para con David y su descendencia,
que hallará su pleno cumplimiento en la realeza de Jesús, de quien el ángel
anunció a María que recibiría "el trono de David, su padre", y que su reino no
tendría fin (Lc 1,32-33; H. Raguer).
Dios se manifiesta como el que quiere habitar en una tienda y no en una casa. La
tienda es la habitación del hombre que está de viaje. Hoy se planta aquí y
mañana en otro lugar y aunque no es nunca una cosa fija, la tienda es
habitación, refugio y patria. La casa es habitación del hombre sedentario. En la
casa todo queda fijo y determinado. Los hombres estamos en camino en una
historia llena de cambios. En esta historia, Dios está con nosotros porque él no
se ha encerrado en ninguna casa hecha de conceptos, imágenes, símbolos, reglas
fijas de una vez para siempre. Dios se acomoda al hombre, que es tiempo. Por
ello, Dios prefiere habitar en una tienda para poder encontrar a todos los
hombres y llegar a ser la patria de todos (P. Franquesa). Edificar un templo
grandioso, en un régimen teocrático, tiene el peligro de manifestar el poder y
centralizarlo en esas edificaciones. A la vista del Evangelio, vemos también que
el Dios que camina siempre delante de su pueblo, se quiera como “encerrar” en
las paredes del templo de Jerusalén… el Dios vivo ha de ser adorado “en espíritu
y verdad”; todo ello reclama la manifestación en la historia de la presencia del
Dios vivo (Jn 4,21; Hch 7,48s;17,24): Jesús, Palabra que acampa en medio de los
hombres (Jn 1,14). Es la Presencia, la Revelación definitiva de Dios en el
mundo, el Rey del nuevo Israel en el que ya no hay distinción entre judíos y
gentiles, y que habita en el Espíritu, que es el ámbito en donde alienta la
nueva vida. Jesús es el verdadero Templo de Dios, no construido por mano de
hombre y sin la ayuda de varón (“Eucaristía 1972”). No será un pueblo del
templo, sino de la alianza; también la nueva Alianza será el memorial de Jesús
con las piedras vivas que forman la Iglesia. Este cuarto domingo de Adviento
recuerda las profecías importantes del A.T. Lógicamente el autor sagrada o
llegaba a atisbar entonces que la verdadera "casa" de Dios y garantía decisiva
de la estabilidad y de la salvación del pueblo gracias a su adhesión filial al
Padre sería Cristo. El sacrificio eucarístico da cumplimiento a la profecía de
Natán, puesto que representa la adhesión del Hijo a su Padre, garantía de la
eternidad del pueblo de los hijos de Dios, por encima incluso de la muerte
(Maertens-Frisque). El propio David pronuncia en el momento de morir estas
palabras: "Firme ante Dios está mi casa, porque ha hecho conmigo un pacto
sempiterno" (2 S 23,5), con relación a su dinastía, un pacto promisorio, muy
similar al que Yahvé hizo con Abrahám (Gn 15): garantía de esperanza del pueblo
en los momentos difíciles. Mientras se mantenga encendida "la lámpara de David"
nada hay definitivamente perdido. "En atención a David, le dio Yahvé su Dios una
lámpara en Jerusalén, suscitando a sus hijos después de él y manteniendo en pie
a Jerusalén (1 R 15,4). "Yahvé no quiso destruir a Judá a causa de David su
siervo según lo que le había dicho, que le daría una lámpara en su presencia
para siempre" (2 R 8,19; cf. Comentarios, Edic. Marova). La dinastía de David
reinará "para siempre" en Israel. Dios será como un padre para los descendientes
en el trono de David, los corregirá cuando haga falta pero no los abandonará.
Isaías (9,6;11,1) precisará que el Mesías ha de nacer de la casa de David y
anunciará la eternidad de su reinado. Con lo que la profecía de Natán, después
del exilio de Babilonia, se interpretaría también en sentido mesiánico (1 Cro
17). Teológicamente hay que subrayar que Yavé, como réplica a los reyes que
quieren construirle un templo, promete vincular su presencia no a un lugar sino
a una estirpe y a una historia. Jesucristo, será el descendiente de David y, a
la vez, su casa y su destino, será también el verdadero templo de Dios no
construido por manos de hombre (“Eucaristía 1983”).
2.
La situación evocada en el Salmo es la de una "entronización real" en la
dinastía de David rey de Jerusalén: el trono, los atavíos reales, la corte, el
palacio, los guardias, la campaña para vencer a los enemigos. Es bonito ver que
el edificio más perfecto es la misericordia divina: la maravilla de las
maravillas, más aún que la "Creación", es "LA ALIANZA": "Bienaventurado el
pueblo que sabe aclamar, que camina a la luz de Tu rostro... Danza de alegría
todo el día. Tú eres nuestra fuerza, Tú acrecientas nuestro vigor". Sí, Israel
tiene conciencia de ser amado, elegido, mimado, por Dios. Dos palabras que
forman una especie de pareja se repiten siete veces (no es mera coincidencia,
pues el número siete es la cifra de la perfección): "¡AMOR" y "FIDELIDAD!". La
unión de estas dos palabras, hace énfasis en la estabilidad, en la perennidad
del amor, ideas que se refuerzan aún más mediante la repetición por siete veces
de las palabras "sin fin", "para siempre". "La Alianza" con el conjunto del
pueblo está simbolizada mediante la "Alianza" con el "Rey". David es el modelo.
Toda la segunda parte del salmo es un recorderis del famoso Oráculo-Profecía de
Natán, que anunciaba la estabilidad de la Dinastía de David hasta el fin de los
tiempos. Sólo en Jesucristo alcanza este salmo pleno sentido. Sólo El puede
decir a plenitud: "Tú eres mi Padre". El es el verdadero "Mesías", el "Ungido"
(en griego "Christos"), consagrado por el Espíritu Santo. Resulta emotivo
colocar esta lamentación en los labios de Jesús durante su Pasión; El sabía que
era "Rey". "Sí, Yo soy Rey, pero mi Reino no es de este mundo" (Juan 18,33-37).
Una vez más digamos, que la resurrección es el centro de nuestra fe cristiana.
Da respuesta definitiva a los interrogantes y promesas del Antiguo Testamento:
"¿Hasta cuándo estarás escondido? ¿Nos habrías creado para la nada? ¿Quién puede
vivir y no ver la muerte? ¿Dónde está tu primer amor, Señor? ¡Jamás violaré mi
Alianza! Su Trono permanecerá para siempre, como el sol en mi presencia, como la
luna puesta para siempre, testigo fiel allá arriba" Sin la Pascua, todas estas
promesas son irrisorias. Si queremos "orar" de verdad y no solamente "recordar
el pasado" mediante dos reconstrucciones históricas, hay que trasladar este
salmo a la actualidad. A pesar de las apariencias "particulares" de este salmo,
tiene un trasfondo "universal"; a pesar de estar "situado" en el pasado, es de
gran actualidad. Creer en Dios a pesar de todas las apariencias contrarias. Hoy
como en aquel tiempo, se vive la "fe" de la misma manera. El Reino de Dios es
semejante a un "campo de trigo lleno de mala hierba", en que están íntimamente
mezclados "gérmenes de vida y simientes de muerte". El enemigo, aparentemente,
triunfa por doquier. Pobre Rey, nuestro Dios; parece impotente, no se defiende,
se deja crucificar. Digamos de una vez: "¿hasta cuándo estarás escondido?"... Y
luego: "¡bendito sea el Señor para siempre!". Situaciones de fracaso,
convertidas en llamado a la esperanza. La experiencia de su fragilidad, hace
experimentar al hombre con mayor vehemencia la necesidad de una estabilidad.
"Acuérdate, Señor, cuán breve es mi vida". Las pruebas personales o colectivas,
pueden cambiar nuestros sentimientos de fe y esperanza en rebeldía contra Dios.
Pero también pueden convertirse en un trampolín hacia una mayor esperanza,
purificada, probada, robustecida por el triunfo sobre la dificultad. Dios nos
sorprende más allá de toda previsión. Dios nos creó para la felicidad de vivir.
El es Todopoderoso. Pero a menudo nos desconcierta y sorprende. Su "vida" no es
como la nuestra. Tampoco su poder. Dios supera totalmente nuestras concepciones.
No necesita de nuestras apariencias de vida y poder para ser viviente y
poderoso. La muerte misma no tiene ningún poder sobre El. El es el "Todo-otro".
Nadie esperaba que el "Mesías de Dios" apareciera tal como Jesús lo hizo. Sin
embargo, en su muerte, nos da la más maravillosa imagen de su AMOR y su
FIDELIDAD. Secreto que permanecerá oculto a los corazones superficiales. Señor,
"abre nuestros ojos a las maravillas de tu amor". Misericordias Domini in
aeternum cantabo. ¡Cantaré eternamente el amor del Señor! (Noel Quesson).
El
salmo 88 fue elegido para servir de respuesta a esta lectura: "Sellé una alianza
con mi elegido jurando a David mi siervo: Te fundaré un linaje perpetuo
edificaré tu trono para todas las edades". Toda la tradición, desde la
generación apostólica, han visto en David rey el gran tipo de Cristo. Él es
verdaderamente el primogénito del Padre, su trono es eterno, vence a los
enemigos y extiende su poder a todo el mundo; él es el Ungido que recibe una
descendencia perpetua. La paradoja es que el Padre permitió a su Hijo pasar por
la afrenta y la derrota, lo hizo entrar en la zona de la cólera divina, en la
dimensión contada del tiempo humano; sostuvo a sus enemigos y lo dejó bajar
hasta la muerte. ¿Dónde quedaba la misericordia y la fidelidad del Padre? Todos
los títulos y todos los poderes se los da el Padre a su Hijo, de modo nuevo y
definitivo, en la resurrección. A esta luz resplandecen más el poder cósmico y
el poder histórico de Dios; se ve que la ira y el castigo eran limitados; a esta
luz comprendemos finalmente y cantamos en un himno cristiano «la misericordia y
la fidelidad de Dios».
3.
Rm 16, 25-27: Todo el gran peso de esta gran fórmula litúrgica está en las
palabras "manifestado ahora": Jesús es, en adelante, la clave de la historia
universal y del destino de todo hombre. Grandes palabras que hay que llenarlas
de contenido en la lucha de cada día. La fe, respuesta al Evangelio (Rm 1,1),
compromete al hombre entero. Por eso la fe es concebida como obediencia. Ella
implica, efectivamente, que el hombre acepte libremente comprometer su vida y su
persona al Dios que se revela a él como fiel y veraz y que, renovando al hombre,
le permite y posibilita obedecer a su voluntad (cf. Rm 6,15; “Eucaristía 1978”).
Doxología conclusiva de la carta a los Romanos, en la que Pablo alaba a Dios por
su "plan". El plan es que todos los pueblos conozcan a Jesucristo, más allá de
toda frontera. Y este plan es la Buena Noticia, la gran noticia que debe llegar
a todo el mundo. La carta a los Romanos está escrita desde la tensión que
comporta a Pablo y a la primera comunidad la superación de las fronteras de
Israel. Pablo reivindica, a lo largo de la carta, el papel de Israel. Y ahora al
final también: por eso quiere subrayar que "los escritos proféticos" ya lo
anunciaban (Josep Lligadas). Vemos a Jesús "con plena fuerza", con el poder
supremo (Ef 1,20-23), la gloria última (2 Pe 1, 21). Hay una continuidad entre
la visión inicial de la 1ª lectura y la manifestación del poder de Jesús, “para
traer a todas las naciones a la obediencia de la fe”… La fe como respuesta al
evangelio compromete al hombre entero. Por eso es siempre obediencia (lit.:
"para llevar a la obediencia de la fe"). También podría traducirse "a la
obediencia que es la fe". Implica efectivamente que el hombre se «someta»
libremente a Dios que se le revela como fiel y digno de ser creído y que,
renovando al hombre, le permite acatar su voluntad (cf. Rom 10,9). Este es el
preludio de la contemplación del misterio de Jesús, ante el que nuestra fe se
convierte en respuesta (“Eucaristía 1989”).
4.
Lc 1, 26-38. La aparición de Gabriel da el tono a la escena de la Anunciación y
la sitúa dentro del contexto profético y escatológico. Desde Dn 8,16 y Dn 9,21,
Gabriel era considerado como el ángel especialista de la medida de las 70
semanas anunciadas antes del establecimiento del reino definitivo (Dn 9, 24-26).
Efectivamente, conforme al procedimiento midráshico de Lc 1-2, Gabriel aparece
primero en Lc 1, 19 en el templo (lo leímos el día 19); después, al cabo de seis
meses (180 días), a María, Lc 1,26; nueve meses después (270 días) nace Cristo,
y 40 días más tarde hace su entrada en el templo. Pues bien, estas cifras hacen
un total de 490 días, es decir, ¡SETENTA SEMANAS! Cada una de esas etapas es
señalada, además, con la expresión "Cuando se cumplieron los días..." (Lc 1, 23;
2, 6; 2, 22). Cristo es, pues, el Mesías previsto en Dn 9, a la vez Mesías
humano y también misterioso Hijo del hombre, de origen cuasidivino (Dn 7,13).
Los acontecimientos que anuncian su nacimiento no son más que los preparativos
de la entrada de la gloria de Yahvé, personificada en Jesús, en su templo
definitivo.
La
escena se desarrolla dentro de una casita de Galilea, esa región despreciada (Jn
1, 46; 7, 41), por oposición a la escena grandiosa de la anunciación del
Bautista en el templo (Lc 1, 5-25): ya se dibuja la oposición entre María y
Jerusalén, una oposición que se perfila desde el momento de la salutación del
ángel. Este toma, en efecto, su saludo de So 3, 16 y Za 9, 9, que dirigían a
Jerusalén una salutación mesiánica destinada a anunciarle la próxima venida del
Señor "en su seno" (sentido literal de la fórmula de So 3, 16). El ángel
traslada, pues, a la Virgen los privilegios atribuidos hasta entonces a
Jerusalén. Además, la influencia de Sofonías se siente a lo largo de todo el
relato de la Anunciación (Lc 1,28 y So 3,15; Lc 1,30 y So 3,16; Lc 1,28 y So
3,14).
La
expresión "llena de gracia" tiene –además del de plenitud de gracia- el sentido
de "graciosa" como en el vocabulario de los esponsales. Al estilo de Ruth ante
Booz (Rt 2,2; 10,13), Ester ante Asuero (Est 2,9; 15,17; 5,2.8; 7,3; 8,5), toda
mujer ante los ojos de su esposo (Pr 5,19; 7,5; 18,22; Ct 8,10). Este contexto
matrimonial está, pues, cargado de evocaciones: Dios busca desde hace tiempo una
ESPOSA que le sea fiel. Ha repudiado a Israel, la esposa anterior (Os 1-3), pero
está dispuesto a "prometerse" de nuevo. Interpelada con una expresión frecuente
en las relaciones entre esposos, María comprende que Dios va a realizar con ella
el misterio de los esponsales prometidos por el A.T. Este misterio alcanzará
incluso un realismo inaudito, merced a que las dos naturalezas -divina y humana-
se unirán en la persona del Hijo de María con un lazo mucho más fuerte que el de
los cuerpos y las almas en el abrazo conyugal.
El
evangelio del día añade a estas palabras un miembro de frase que figura
únicamente en la Vulgata: "Bendita Tú eres". Esta palabra es atribuida,
efectivamente, a Isabel, en el momento de la Visitación; pero testigos tardíos
la han reproducido aquí, sin duda, por influjo de oraciones como el Ave María.
Pero la yuxtaposición de esta frase al versículo anterior tiene su importancia
en el plano de la mariología. Al hacer este elogio, Isabel se inspiraba en un
elogio dirigido antiguamente a Jael, la mujer victoriosa del enemigo (Jc
5,24-27). Esta mujer había matado al enemigo machacándole la cabeza, como había
sido prometido a la descendencia de Eva (Gn 3,15). Un elogio similar será
dirigido más tarde a otra mujer victoriosa: Judit (Jdt 14,7). Tenemos, pues,
derecho a ver en esta aclamación el tema de la mujer victoriosa del mal y del
enemigo.
vv. 30-33:Estas palabras del ángel se inspiran en otras del AT, especialmente en
la profecía de Natán que tenemos en nuestra primera lectura. Confróntese también
Is 9. y Dn 14. 7.
v.
34:Implícitamente se afirma la ausencia de relaciones conyugales como un hecho,
quizás incluso como una resolución conscientemente tomada por María. Ahora bien,
en ningún lugar de todo el AT se valora la virginidad consagrada a Dios por
encima de la maternidad fecunda. Jesús es el primero que descubre el valor de
una virginidad voluntaria aceptada como signo de un servicio eficaz al Reino,
por amor al Reino (Mt 19,20). Por otra parte, en el contexto religioso-cultural
de María era deshonroso para una mujer el no tener hijos, lo cual se explica sin
más si tenemos en cuenta las promesas que Dios hizo a Abrahán; abstenerse de los
hijos equivalía hasta cierto punto a quedar al margen de las bendiciones de
Israel. Además, los esponsales con san José parecen indicar que no existía por
parte de María una previa consagración de su virginidad. Desde un punto de vista
meramente exegético, la pregunta de la Virgen María debería interpretarse como
expresión de su virginidad actual y, consiguientemente, de su perplejidad: las
palabras del ángel se refieren a una concepción cuando ella "no conoce varón".
El ángel le responde que no es preciso el que haya conocido varón, ya que ella
concebirá por obra del Espíritu Santo. La resolución de permanecer virgen debió
ser más bien motivada y fundada en el hecho de que Dios había puesto su mano
sobre ella, santificándola como un templo para su Hijo. Su virginidad -como la
de san José- estuvo especialmente relacionada con la Encarnación. Por supuesto
que nadie como María realizó tan perfectamente la esencia de la virginidad
cristiana: la entrega indivisa a Dios por una obediencia radical y un amor
totalizante.
El
primer grupo de títulos atribuidos al Hijo de María evoca las promesas
mesiánicas del profeta Natán (2 S 7,11-16). En este texto antiguo encontramos el
vocabulario real que inspira a Lc 1,32-33. Jesús será "grande" (cf. 2 S 7,11);
será Hijo del Altísimo, título reservado a los grandes personajes (Sal 2,7;
28/29,1; 81/82,6; 88/89,7) y previsto para el Mesías en 2 S 7,14. Se sentará
sobre el trono de David como quieren también 2 S 7,16 e Is 9,6, pero el ángel
supera las previsiones de Natán, puesto que ve a Cristo extender su reino a la
casa de Jacob (las diez tribus del Norte). Realizará, pues, la unidad de Judá y
de Israel (Ez 37,15-28; Dn 7,14; Mi 4,4-47), en espera de poder realizar la de
los judíos y de las naciones. El ángel no exige a la Virgen que imponga a su
Hijo el nombre de Emmanuel, previsto en Is 7,14. No hay nada de extraordinario
en ello, puesto que ya de antemano se habían aplicado al Mesías una decena de
nombres en los medios del judaísmo; pero ninguna tradición había pensado en
"Jesús", que significa "Yahvé, nuestro Salvador". Este nombre recuerda a dos
personajes del A.T., los cuales han señalado circunstancias importantes de la
salvación en la historia del pueblo: Josué, "salvador" del desierto (Si 46,1-2),
y Josué, sacerdote cuando el "salvamento" de Babilonia (Za 3,1-10; Ag 2,1-9).
Jesús realizará una salvación mucho más decisiva cuando pase, como cabeza de
fila, a través del sufrimiento y de la muerte para lograr la salvación de toda
la humanidad.
v.
35: la expresión “el Espíritu vendrá sobre ti” significa lo mismo que "la nube
luminosa" y "la gloria de Yahvé" en todo el AT, es decir, la señal de la
presencia de Dios que protege a su pueblo (cf. Ex 13. 21-22; 24. 15-18; Is 4.
5-6). La Virgen es ahora como el santuario en el que se manifiesta la "gloria de
Yahvé".
v.
38: María está en su lugar; como nosotros, "aquí" en el mundo, que es el lugar
de la obediencia a la Palabra de Dios y de la esperanza de los hombres, el lugar
en donde el Verbo se hace carne. María está conscientemente "aquí", y lo está
porque es interrogada por Dios y llamada a su presencia. María está "aquí" para
servir, con una actitud activa; aunque toda su actividad, como la nuestra, sea
siempre provocada por la acción de Dios y la palabra que la anuncia. La
respuesta de María: "Hágase en mí según tu palabra", es la manifestación de la
más alta actividad del hombre, que es la acogida de Dios por la fe. Por eso lo
que nazca de ella nacerá de Dios, no de la carne y de la sangre y por obra de
varón, será el Hijo del Altísimo (“Eucaristía 1972”).
En
Ex 40,35, como aquí, la aparición de la nube manifiesta la presencia de Dios. El
niño pertenecerá a ese mundo divino y celestial que la nube simboliza
generalmente (v. 35). Permanecer virgen era anormal en Israel, excepto en la
cultura esenia. Además, debe entenderse a la manera simbólica como todo este
"midrash": María representa a Jerusalén, objeto de promesa de fecundidad. No
conocer varón, para Jerusalén, es vivir al marasmo de su situación de repudiada,
de abandonada, de desamparada (cf Is 60,15; 62,1-4). María lleva sobre sí la
desolación de la ciudad repudiada, cuando oye que le dicen que serán celebradas
nuevas bodas en las que Dios recuperará, en ella, a su antigua prometida. La
anunciación realiza el misterio de las bodas de Dios y de su pueblo. El marco de
su comunión nupcial con Dios realza su virginidad, el fruto de esta boda
espiritual con Dios es Jesucristo (cf. Maertens-Frisque). Por su belleza
literaria y por la hondura de su teología este texto constituye uno de los
pasajes centrales del N.T. Dios actúa en la historia. No es la entidad suprema
que reside impasible en el plano de su inmutable eternidad sino la fuerza
liberadora y exigente que dirige los caminos de la historia de Israel y que
ahora actúa de una forma decisiva por María: a) Habla a través del ángel, que es
la expresión de su cercanía. b) Actúa creadoramente por medio de su Espíritu. c)
Se actualiza en el "Hijo" que nace de María. María es la expresión de la
humanidad que se mantiene abierta ante el misterio de Dios y concretiza la
esperanza de Israel y el caminar de aquellos pueblos que buscan su verdad y su
futuro. Pero, al mismo tiempo, María es la realidad del hombre enriquecido por
Dios, como lo muestran las palabras del saludo del ángel que proclama: "el Señor
está contigo", "has encontrado gracia ante Dios". Desde este punto de vista,
María se convierte en la figura del adviento, en signo de la presencia de Dios
entre los hombres. Más que Juan Bta., más que todos los profetas, ella es la
humanidad que simplemente ama y espera, la humanidad que acepta a Dios, admite
su Palabra y se convierte en instrumento de su obra. Así descubrimos que en el
límite de su esperanza (hombre abierto a Dios) se encuentra el principio de la
fe (la aceptación del Dios presente, tal como se refleja en la respuesta de
María: "Hágase en mí según tu palabra").
María es modelo de la
mujer y la Madre de Dios:
María es “fuente de
vida” (es el título de un icono bizantino) para la mujer y la humanidad. "La
mujer", en el lenguaje bíblico, indica dos cosas: apertura y transmisión, tanto
la acogida (estar abierta) como la que entrega (trasmite): se la denomina
"Neguevah", que significa: la que está abierta, y la que da. Son dos formas de
expresión de lo fundamental de la persona: estar a la escucha en una apertura a
la trascendencia en las diversas dimensiones de la persona, y comunicarse,
acoger el amor y darlo, recibir al otro y darle lo que necesita.
a)
La capacidad de apertura se manifiesta cuando la mujer es espacio de acogida, y
María lo hace en sentido espiritual y material: está siempre a la escucha de lo
que Dios quiere, y también ofrece su ser para acoger la vida, está abierta a la
maternidad y a la palabra, a la vida corporal y espiritual.
b)
La capacidad de donación está también ahí, pues ese término que expresa “mujer”
tiene una raíz común con el verbo "decir", estar al servicio de la palabra, del
verbo, y –quizá por la empatía, capacidad de agradar, etc.- es muy femenina la
facultad de la comunicación, el arte de transmitir, también ahí en los dos
sentidos de generar el verbo como madre y ofrecerlo a los demás abriendo su
maternidad a todos los hombres: entrega la Palabra, y comunica la Buena Nueva;
da a luz e ilumina a todos.
Estos dos aspectos maravillosos en la realización de la misión de la Mujer por
excelencia que es la Virgen María están expresados en las dos fiestas que
señalan la acogida y entrega de Jesús: está unida a la Palabra de Dios, engendra
el Verbo en su interior en la Anunciación, y lo ofrece a los demás en el
Nacimiento. Son como dos fechas litúrgicas de los los aspectos. Ella da sentido
a su vida escuchando la palabra de Dios y realizando con su libertad la
obediencia de la fe. No sólo dijo “hágase en mí según tu palabra” sino que se
entregó como nadie, y por eso Jesús responde al piropo de alabanza a su madre
con un motivo más alto: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la
ponen en práctica”.
Ella, “mujer” por excelencia, es la obra maestra de Dios, “ensayada” en cada
mujer de la historia hasta que llegó a su perfección, en cada noche y en los mil
luceros que la llenan, en los ríos y cordilleras y puestas de sol. Es modelo
para nosotros, a su lado aprenderemos a vivir para acoger ese amor que nos da
vida, y transmitirlo hecho vida a los demás.
Jesús, encarnándose por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de la llena
de gracia, ha llevado a cumplimiento las antiguas promesas de un linaje que nos
elevaría a la dignidad de hijos de Dios, el sueño de tenerlo todo, de ser dios,
que llevamos dentro. María, modelo de la Iglesia creyente, totalmente confiada
en Dios, lo hace posible con su asentimiento humilde, sencillo y lleno de amor:
“Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Su apertura y
donación hacen el milagro: “Y el Verbo se hizo carne y puso su morada entre
nosotros”. El Espíritu de Dios, fuerza divina que conduce a los hombres hacia
Cristo, poder de Dios que nos trae a Cristo en el camino de la historia humana,
será también la herencia que Jesús nos deja por su pascua, la fuerza del amor
que ofrece al mundo como el don supremo de su vida (Pentecostés). El relato de
la anunciación refiere el momento culminante de la primera epifanía del
Espíritu: La fuerza de Dios que conduce a los hombres hacia el Cristo se adueña
de María y la convierte en madre (origen humano) de ese Cristo. Todo el relato
(con la palabra del ángel, la respuesta de María y la presencia creadora del
Espíritu) se ordena hacia una meta muy precisa: la salvación de los hombres. La
instauración del reino davídico ahí se realiza con plenitud: se pone la última
piedra de la casa prometida por Dios a David. Se pone la primera piedra del
verdadero templo de Dios entre los hombres. El cielo se acerca a la tierra. Y la
tierra escogida para levantar este santuario es María, una joven desconocida de
Nazaret, un pueblo insignificante. Esta es la página que divide la historia.
Todo rezuma encanto, sencillez, profundidad. Por parte de Dios, el amor más
grande, que nos entrega a su Hijo, pero respetando siempre la libertad humana,
esperando la respuesta de María para la decisión final. Por parte de María, la
fe más grande, docilidad ilimitada, entrega total. Por su palabra se encarnó en
su vientre la Palabra. Su afirmación anuló y superó todas las antiguas
negaciones. Ahora las promesas hechas a David se cumplen: "El Señor Dios le dará
el trono de David, su padre... y su reino no tendrá fin" (“Caritas”).
En
tiempos de crisis económica, estamos un poco más cerca de lo que representa este
reino del pobre de Nazaret, al que vemos en los demás: "Pese a la distancia,
hasta nuestros oídos ha llegado el grito del hambre, desde Mogadiscio, o de la
guerra racista, desde Sarajevo. Pero también hemos registrado el grupo de la
insolidaridad y del miedo de la ultraderecha europea, atacando e incendiando
albergues para refugiados y hasta matando a personas dentro de ellos. Paco, 'El
Fugi', auténtico trotamundos forzado, hoy ya jubilado, comentaba que esto no es
nuevo, y contaba la de veces que él y miles de españoles como él habían tenido
que oír 'Ausländer raus!', en Hannover, o 'Vreedelingen Buiten!', en Amsterdam,
o 'Foreigners go away!', en Manchester, o 'Etrangers déhors!', en París, o
'Stranieri fuori!', en Milán... Y lo peor es que también los españoles hemos
aprendido a gritar en nuestro país '¡Extranjeros, fuera'... Y es que, se diga lo
que se diga, a los pobres nadie los quiere.» No tanto. Sí hay quienes hacen por
los pobres y por los extranjeros. Sólo que también es cierto que Europa, como
tal, no quiere en su seno a otros, ni siquiera a los europeos, cuando éstos no
son del propio país. ¿Qué decimos y hacemos los cristianos europeos?
(“Eucaristía 1993”).