IV Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD

 

 

Estamos ya en la segunda parte del Adviento, en el último domingo de este tiempo de esperanza.  Podemos señalar  cuatro protagonistas: La figura de la Virgen, la Madre; San José, esposo de María, pues en  el ciclo A leemos el  Evangelio de  San Mateo, el  evangelista  de San José;  como San Lucas es de María, leído en los ciclos B y C. La figura del Emmanuel; de aquí la lectura del capítulo 7 del profeta Isaías, y  también el papel  importante del Espíritu Santo.  

            En la Oración de Ofrendas  aparece María fecundada  por la fuerza del Espíritu, idea mucho más desarrollada en el Evangelio: “ El mismo  espíritu, que cubrió con su sombra  y fecundó con su poder las entrañas de  María, la Virgen Madre.”  Es importante  tener presente la unión de estas dos palabras: La “ Virgen Madre.” Solo en María se pueden unir, conservando  cada una su propio significado.  En el Prefacio II, uno de los dos  de esta segunda parte del Adviento, María es contemplada  como la Virgen  que espera con amor de Madre: “ La Virgen  esperó con inefable amor de Madre.” María, no sólo es  maestra del Adviento, sino la Madre, la fuente, el origen de la gracia, pues de ella nacerá el Salvador.  

            Las dos lecturas, la del profeta Isaías y la de la Carta a los  Romanos, están orientadas hacia el Evangelio, para explicarlo y para que su  luz se proyecte. Vamos a analizar el texto evangélico, insistiendo que se trata del evangelista Mateo, uno de los evangelistas  que hablan de la Infancia de Jesús.

            El texto elegido, es la segunda parte del capítulo primero. Los vv. 1-17 tratan de la Genealogía de Jesús; el resto del Nacimiento de Jesús. José y  María aparecen como desposados: “ La madre de Jesús  estaba desposada con José.” No es lugar de describir lo que significaban los desposorios en la religión judía. La ceremonia  del matrimonio  se consideraba  celebrada entre los judíos cuando el novio  llevaba a la novia a su casa; esto es lo que quiere decir  vivir juntos.”  La vinculación entre los desposados era fuerte, incluso se les permitía una relación sexual; si de esta relación procedía un hijo, era considerado legítimo. El desposado  podía repudiar a su desposada, si ella le había sido infiel. Ante el caso de infidelidad, máxime cuando de esta  deslealtad venía un hijo; el desposado tenía como tres salidas:  denunciar públicamente a su desposada, con lo que esto traía de negativo; dejarla en secreto, aunque siempre mediante dos testigos, sin necesidad de expresar los motivos; o quizá aceptar con todas las consecuencias a su desposada infiel. Si alguien seguía este tercer camino, quizá no sería justo ante la ley, aunque  muy justo ante la moral y según el querer de Dios, que nos manda perdonar. En los desposorios  de José y María  se da una anomalía; María está embarazada  y el fruto de su vientre  no es obra de José; de aquí surge la duda. ¿ Por qué duda José?. Según una lectura superficial y literal del pasaje evangélico  es porque su mujer  está embarazada  y no ha dado ninguna explicación; según una lectura más profunda, más “ evangélica” es porque hay algo misterioso, sagrado, ante lo cual José se siente indigno y por esto mismo se quiere retirar. Actualmente la exégesis, que es más teológica, que textual, se orienta por aquí. José  lo sabe todo, por esto mismo no quiere denunciar públicamente a su  desposada-esposa; quizá la tercera vía sería la más perfecta, llevársela a su casa, sin dudar, sin pedir aclaraciones; él toma el segundo camino: dejarla en secreto, porque era justo  ( según las exigencias de la ley y porque era un hombre que quería caminar según la voluntad de Dios).  Su duda es expresión de  una petición, que se le diga lo que debe hacer. “ Pero penas había tomado esta resolución  ( dejar en secreto a su esposa) se le apareció  en sueños  un ángel  del Señor, que le dijo:  José, hijo  de David, no tengas  reparo ( no reparo moral, interpretación tradicional, literal) en llevarte ( el cielo cuenta contigo, te necesita) a María, tu mujer, porque  la criatura  que hay  en ella  viene del Espíritu Santo.” Es interesante  señalar: “ José, hijo de David.”  Jesús, según lo humano, será de la descendencia de David, por parte de su padre José. María le habría  hablado  a su esposo José de lo que estaba sucediendo en ella. El ángel del Señor simplemente se lo recuerda, se lo confirma. “ La criatura   que hay en ella  viene del Espíritu Santo.”

En la anunciación a José se hace  una completa  presentación de Jesús. En primer  lugar  se afirma  su origen  divino: viene del Espíritu Santo  ( San Mateo no se para como hará San Lucas en el análisis de  esta función del Espíritu ). Después  se anuncia  cuál  será  su misión  a través del nombre  que su padre adoptivo  le impone por mandato de Dios. “ Dará  a luz  un hijo y tú le pondrás  por nombre  Jesús, porque  el salvará  a su pueblo  de los pecados.”  La expresión “ salvará a su pueblo”  no designaría  al pueblo  judío, sino al pueblo salvado por Jesús,  formado  tanto por judíos  como por paganos cristianos.

“ Cuando  José  se despertó  hizo lo que le había  mandado  el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.” Sería interesante  ahondar en los mutuos sentimientos de José y  María. No es suficiente decir que José era “justo” ( en el sentido legal). Creo que es necesario profundizar en el amor entrañable: humano y divino de los dos esposos. Toda  la fidelidad matrimonial queda potenciada y enriquecida  al contemplar  a estos esposos. Ellos  dan acogida, cabida  en su amor a los planes de Dios, que fortalece mucho más la relación existente. No veamos en las dudas de José una  motivación humana, moral, sino una pregunta más teologal, que implica pedirle al Cielo que  puede contar con el “ justo” José. Casi me atrevo a decir que aunque el ángel del Señor no le hubiese hablado a José en sueños, cuando éste se hubiese despertado, no hubiera hecho lo que parece que tenía pensado  realizar. El amor a su esposa era más fuerte que cualquier norma humana. Nunca  José  podría dudar de su esposa, por lo tanto nunca la dejaría, sino que  seguiría el tercer camino antes señalado: llevarla a su casa sin denunciarla ni pública ni secretamente. Siempre el amor de José y María será paradigma  del amor matrimonial, del amor de amigos, de todos los amores dignos  de este nombre. Podemos decir que la figura de José  es importante  en este relato  y en todo el evangelio de la Infancia de Jesús como índice de la obediencia al ángel del Señor y como signo de amor fiel a la compañera que Dios le  puso en su camino.

            En el Evangelio  se habla ya de la primera lectura: “ Todo  esto sucedió para que se cumpliese  lo que había  dicho  el Señor  por el profeta: Mirad, la virgen concebirá  y dará  a luz  un hijo, y le pondrá  por nombre  Emmanuel ( que significa: Dios-con nosotros”.) Tenemos que decir que el Evangelio hace una lectura desde la luz del Nuevo Testamento de lo ocurrido en el Antiguo Testamento. La lectura tipológica  del Antiguo Testamento fue muy frecuente entre los Padres de la Iglesia  y esto también se expresa en los  libros del Nuevo Testamento. El texto del Profeta suena así: “ Entonces  dijo Dios: Escucha, casa de David:¿ no os  basta cansar  a los hombres  que canséis  incluso a Dios? Pues  el Señor, por su cuenta, os dará  una señal. Mirad: la virgen  está  encinta  y da a luz  un hijo, y le pone  por nombre Emmanuel.”  Es conveniente aclarar  que Isaías  no emplea el término  técnico  para designar  a una virgen ( betûlâ), sino  otro  ( ´almâ)  que se aplica  a la mujer  en edad núbil, lo mismo  si es como si no es virgen. El niño  que había  de nacer  sería  el joven  Ezequías, en cuyo nacimiento  vería  Judá  la presencia permanente  de Dios en medio  de su pueblo y una promesa   hecha a David. A pesar de  todo,  la solemnidad  del oráculo  y el nombre  de “ Emmanuel”  han  prestado  apoyo a la creencia   de que  las perspectivas  del profeta no se detienen en el nacimiento  de Ezequías; van  más allá   y prevén la aparición  de aquel  rey ideal  de la línea davídica, con cuya  manifestación  podría  afirmarse  que Dios  estaba  definitivamente  con su pueblo. Esto no significa, por supuesto, que Isaías  previera  el cumplimiento de esta profecía  en Cristo, sino que expresó  una esperanza  que luego  alcanzaría  su plena  realización  en Cristo. Mateo y la  Iglesia  han visto en Jesús  nacido de la Virgen María el perfecto  cumplimiento  de esta profecía. Si examinamos  el texto nos hace  pensar  en una doncella  determinada y concreta suficientemente  conocida  por el rey  y el profeta, aunque  no por nosotros. Ahí está  el artículo  determinado “la”. La doncella  está ya encinta  sin que  se haya  hablado  para nada  de su esposo y va a dar a luz  un hijo, cuyo  nombre  simbólico  es “ Emmanuel” =  Dios con nosotros.  La versión  alejandrina  de la Biblia  y la tradición  cristiana  han visto siempre  en este signo  una genuina  profesión  mesiánica. El Emmanuel  fue Cristo, el Mesías  prometido; la doncella la Virgen María.  

            La segunda lectura está tomada de la Carta de San Pablo a los  Romanos, 1, 7. Estos versículos  podemos designarlos como saludo y profesión de fe. No vamos a comentarlos  todos, sino solo aquellos que son como una profesión de fe, una presentación de este Hijo de Dios. “ Este  Evangelio, prometido  ya por sus profetas en las Escrituras Santas, se refiere a su Hijo, nacido, según lo humano, de la estirpe de David; constituido, según  el Espíritu Santo, Hijo de Dios,  con pleno  poder  por su  resurrección  de la muerte: Jesucristo nuestro  Señor.”  ( vv. 3-4). Nos hallamos  con toda probabilidad  ante  una primitiva  fórmula  de fe  que Pablo  ha incorporado  a su discurso  con ligeros  retoques. En Jesús caben dos dimensiones: la humana  y la divina. Según  la carne, Jesús  ha nacido de la estirpe de David. Ya lo veíamos en el Evangelio; nunca debemos olvidar esto. La dificultad puede proceder de la siguiente afirmación: “constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios,  con pleno  poder por su  resurrección  de la muerte...” Tenemos una Cristología ontológica ( del ser) y Otra narrativa ( del obrar). Una teología  filosófica se ha detenido  más en la primera, afirmando algo, que es verdad: que Jesús desde su Nacimiento es Hijo de Dios; pero quizá incompleta, si nos fijamos en su manifestación. La Cristología narrativa nunca debe olvidar la realidad  óntica de Jesús, de aquí el valor de sus obras, aunque se recree y  profundice  en su manifestación, en su mensaje. Debemos unir ambas  Cristologías: la Ontica y la Narrativa. Pablo se fija más en  esta segunda, de aquí las dificultades que crean sus afirmaciones. Algunos Padres Orientales, conscientes de esta dificultad, han entendido  el término “ constituido” como “ manifestado”, “ revelado”.  

            Concluyendo: La liturgia del IV Domingo de Adviento  del ciclo A, nos presenta una figura muy rica e importante: la figura de San José, el esposo de María y el padre adoptivo de Jesús; la Virgen,  es la Madre de Jesús. Ella en el capítulo primero de Mateo  no habla, simplemente es presentada como la cubierta por la sombra del Espíritu Santo. Prevalece más su Maternidad que su Virginidad. Su Hijo es el Emmanuel, anunciado por el Profeta, nacido según la carne de la estirpe de David. Su mesianidad, su estar con nosotros, se manifiesta  no preferentemente en lo que es, sino en lo que hará: morir por nosotros y resucitar por nosotros y para nosotros.

            Seamos conscientes  y coherentes: “  Va a entrar  el Señor: El es el Rey  de la Gloria”. Que a ejemplo de María lo anhelemos: “ La Virgen  esperó  con inefable  amor de Madre”  ( Prefacio II de Adviento)