Domingo infraoctava de Navidad, Ciclo A.

Sagrada Familia: Jesús, María y José

Autor: Padre Luis Rubio Remacha OCD 

 

 

            “Los pastores fueron  corriendo  y encontraron a María y a José  y al Niño  acostado en el pesebre” ( Lc 2,16. Este texto sirve de Antífona de entrada para esta Fiesta de la Sagrada  Familia.

             La Iglesia quiere que el domingo, dentro de la Octava de Navidad, esté  dedicado a la contemplación e imitación de la Familia de Nazaret. Podemos fijarnos en los textos bíblicos  y en los textos eucológicos  para averiguar que imagen  de familia se nos presenta. Nos paramos en las dos fuentes, aunque no con la profundidad deseada  y requerida.

            Los textos eucológicos  son los mismos para los tres ciclos; pero las lecturas bíblicas no; especialmente el evangelio. Este año el texto evangélico es de San Mateo, el evangelista de San José, por lo tanto se acentúa mucho el protagonismo del Justo José, como veremos.

Como todo hombre  Jesús ha vivido  también en el seno de una familia, de carne y hueso. Sus actitudes  deben iluminar los caminos de la familia cristiana. Al hablar de la Sagrada Familia de Nazaret como modelo de la familia, lógicamente nos referimos  a unas actitudes teologales, que son perennes. En otras dimensiones  no debemos detenernos

            Esta familia es propuesta por la Liturgia como modelo:” Dios, Padre nuestro, que has propuesto a la Sagrada Familia como maravilloso  ejemplo a los ojos de tu pueblo”  ( Primera parte de la Oración Colecta).  Entre las virtudes de esta familia, se recuerda “su  unión en el amor”. Familia unida. La unidad es una derivación constitutiva de la realidad familiar.  Esta familia da cabida a los planes de Dios, cuenta con El. Los cristianos  debemos  cultivar estos valores, de otro modo nos faltará siempre un apoyo  fundamental. Tenemos que cultivar y apreciar  otros valores cambiantes  con el correr del tiempo; pero  nunca dejar los que son perennes, de todos los tiempos.  

            No solo festejamos  la realidad, la existencia de la Familia de Nazaret, sino que en ella nos contemplamos, de ellas aprendemos  virtudes, que nos son necesarias para poder caminar, para poder vivir según el querer de Dios.

            Esto es lo que le pedimos al Señor antes de finalizar la Eucaristía: ”Concede a cuantos  has renovado con estos divinos  sacramentos, imitar  fielmente los ejemplos  de la Sagrada Familia” ( Oración después de la Comunión). La adhesión, el  querer  seguir los ejemplos buenos  debe brotar en nuestros corazones. No se trata solo de saber, sino de poner en práctica lo que se sabe, lo que se ha podido captar en la Familia de Nazaret. 

           No solamente queremos que la Familia de Nazaret sea nuestro modelo, el espejo donde nos contemplemos, sino que deseamos que interceda por nosotros. Ella tiene que regalarnos las virtudes, que después ejercitaremos.”...Por intercesión de la Virgen, Madre de Dios, y de San José, que guardes  a nuestras  familias en tu gracia y en tu paz verdadera” ( Oración sobre las Ofrendas). Dios, no solamente es luz, sino fuerza, poder de convencimiento. Acercarse a Dios para aprender y también para pedirle fuerzas para poner en práctica lo aprendido.

            El Papa  Pablo VI en la basílica de Nazaret, el día  5 de Enero de 1964  señalaba  y acentuaba  tres lecciones: la lección del silencio; la vida familiar  y la lección del trabajo.

            Nuestras  familias necesitan urgentemente  recuperar el silencio, lleno de contenido y mensaje. Sin silencio no podemos vivir, nos sentimos  vendidos, alineados. Hemos perdido el regalo de la convivencia, de estar juntos; si no queremos morir agotados  y faltos de rumbo, debemos dialogar, hablar, amarnos, sabernos escuchar. El  silencio no es carencia de palabras, de no saber qué decir, sino ambiente para maravillarse de algo sublime. La familia necesitaba ilusionarse con realidades  trascendentales.

            Tener  trabajo es un derecho; pero esto no es todo. El trabajo, como fuente de ingresos económicos, no lleva a ninguna parte. Hay que trabajar para hacer un mundo más digno, más humano. Necesitamos recuperar la dignidad del trabajo. No es suficiente tener trabajo ( derecho de todo hombre), sino colaborar  con nuestro esfuerzo con los planes de Dios sobre el mundo. El deseo de todo  hombre debe ser: hacer un mundo más digno, donde podamos desarrollar  nuestra dignidad y nuestra vocación de imágenes de Dios. El hombre es imagen de Dios  y esta tarea le acompañaba siempre. El trabajo a ciegas  puede ser fuente de nuestro sustento; pero no es lo que Dios nos pide y no es  lo que la Familia de Nazaret nos enseña.

            La Fiesta de la Sagrada Familia  es también nuestra fiesta, pues todos formamos parte una gran familia, que es la humanidad; parte de una familia religiosa  y parte de una familia constituida por los padres y los hijos.

            El ciclo A, en el cual se lee al evangelista San Mateo, nos presenta una familia itinerante, que tiene que dejar la tranquilidad de una casa, de unos vecinos, que  debe huir, ya que uno de los miembros corre peligro. Carecer de comida es algo triste, muchos deben inmigrar para poder ganar lo que en sus tierras no pueden conseguir; en el caso de la familia  de Nazaret es otro motivo.

            San José aparece como el hombre silencio, en el sentido que no pone reparos, que no se enfada al tener que hacer lo que el Angel del Señor le manda. Al principio tuvo que llevarse a su mujer a su casa, dejando toda duda resuelta: “ José, hijo de David, no temas tomar  contigo a María  tu mujer porque lo  engendrado  en ella  es del Espíritu Santo”  ( Mt 1, 20). Aquí se trata de un temor especial, peculiar, casi sagrado, de no querer permanecer en medio del misterio. Cuando tenga que coger al  Niño y a su madre, el temor estará motivado  por lo incierto, por los peligros, por las incomodidades: “ Levántate, toma  contigo al niño  y a su madre y huye a Egipto: y estate allí  hasta que yo te diga” ( Mt 2, 13). Aquí San José es el fuerte, el valeroso, el lleno de vigor, el que todo lo puede, pues sabe que Dios cuenta con ellos. Responde con prontitud, sin pensarlo mucho; las cosas, que están motivadas por el amor, no se razonan demasiado: “ El  se levantó, tomó  de noche  ( ¡ cuánta carga de significado tiene  aquí esta palabra!) al niño  y a su madre, y se marchó a Egipto” ( Ibid. 14). Creo que unos versos de San Juan de la Cruz nos pueden ayudar a comprender esta escena: “ En una noche  oscura / con ansias, en amores   inflamada, ¡ oh  dichosa  ventura!,/ sin otra luz  y guía/ sino  la que en el corazón ardía,/ aquesta  me guiaba/ más  cierto que la luz  del mediodía.” Hasta por tercera vez escuchó este mandato del Angel del Señor. Y de la misma manera respondió el valiente José.

            Concluyendo: En esta familia se percibe el proyecto de Dios; la historia de salvación se proyecta sobre ella. Nunca olvidará esta realidad.

            En esta comunidad se palpa el amor de verdad. Una Familia que se cohesiona, que  se hace fuerte, que se ama, porque los tres perciben la Voluntad de Dios sobre ella. Un amor lleno de ternura, de pureza, de inocencia, de fidelidad. La fidelidad no es una exigencia jurídica, sino una necesidad vital, pues de otro modo no se goza de paz, de ilusión. Los tres marchan a Egipto, guiados por la luz del Señor. Santa Familia de Nazaret, ruega por nosotros. Que en ti encontremos motivos para seguir amando, formando una Familia.